¿Y la cultura? No tan bien, ¡gracias!

Persevera, por severa, per se viera. La cita es de factura clásica y, aun así, a la Aurea Dicta de Bernat Metge se le atribuye a una compañía de ferrocarriles inglesa, seguramente atraída por la secuencia rítmica de la frase. Si non e vero... El aforismo se puede traducir en clave de resiliencia: persevera, a través de las dificultades, por fuertes que sean.

No encontraríamos mejor palanca para la cultura, tanto desde los puntos de vista de la expresión y el patrimonio como de las industrias del conocimiento y la creatividad. Más que en otras épocas, al mundo de la cultura le toca resistir y hacer frente a las adversidades. Vol gallinaci!, hubiera refunfuñado Josep Pla.

Las últimas décadas -y esto viene de lejos- el sector público ha sido el fulcro de la cultura. Con el dinero de todos y de manera asimétrica, se han abocado partidas de apoyo al legado, el conocimiento y la creación. A la vez se han decantado dineritos a las convocatorias festeras; a menudo propagandísticas y a veces frívolas, como aquella parodia de Rusiñol en Los juegos florales de Canprosa.

"El sector público ha sido el fulcro de la cultura. Con el dinero de todos y de manera asimétrica, se han abocado partidas de apoyo al legado, el conocimiento y la creación"

Cada vez más, pero, se han recortado los recursos públicos que se dedicaban a la cultura, quizás porque entonces se consignaban con escasa convicción o quizás porque entonces mandaba la falera de aparentar sensibilidades bastardas.

Hoy el tacticismo electoralista se invierte en la asignatura social; no hay que discutir su finalidad porque se trata de políticas de apoyo a los derechos fundamentales y a rendijas pregonas como la equidad, la igualdad y la sostenibilidad social y ambiental.

Pero también es verdad que esta nueva deriva de los presupuestos públicos ha generado el mayor detrimento en los capítulos de la cultura y, en concreto, la conservación del patrimonio y la producción artística, en todas sus vertientes. Lo mismo podríamos decir de la sanidad, la otra damnificada, pero éste es otro drama que merece un misal aparte.

Con pretextos o sin, el sector público parece haber dejado la cultura sin muletas y con la única prótesis de la subvención eixarreïda, a menudo estreñida con excusas de mal pagador.

"El sector público parece haber dejado la cultura sin muletas y con la única prótesis de la subvención eixarreïda"

Por todo lo que se ha dicho, los promotores y los artífices culturales no pueden hacer otra cosa que buscarse otros compañeros de viaje y procurarse un partenariado que garantice su subsistencia. Las tramoyas, los númenos, los ateliers, los auditorios y los museos sufren un ahogo que sólo puede aliviar el sector privado.

Más allá de una ley de mecenazgo que no llega ni se la espera, el patrocinio cultural es una figura necesaria para mantener los activos patrimoniales y estimular la actividad creativa. Los ayuntamientos tendrían que dar un paso adelante y proponer ventajas fiscales a aquellas compañías que apuestan por cualquier manifestación artística o sufraguen el mantenimiento y la mejora de los equipamientos culturales del municipio. Lo mismo habría que esperar del gobierno del país: que haga un guiño al mecenazgo.

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