Pensar (y volver a pensar) el amor

Hace unos días, navegando por Twitter, encontré una observación de una usuaria que sigo: "¿Por qué últimamente solo se publican libros que hablan sobre el amor?", se quejaba. Esa frase me desbloqueó un recuerdo que hacía tiempo que no pensaba. Durante los primeros meses del grado todavía era una de estas estudiantes con sed de conocimiento, que buscaba cualquier excusa para expandir sus saberes sobre un tema concreto yendo a una librería y pidiendo por los mejores títulos de tal o cual cosa que, esa semana, despertara su interés.

El caso es que un verano, en uno de estos días de fiesta, pero lluviosos, donde no te apetece hacer nada, fui a la librería del pueblo y pedí al librero que me recomendara un libro sobre el amor. "¿No una novela romántica, eh?", aclaré. "Quiero un libro que hable filosóficamente sobre el arte de amar". Evidentemente, salí de la tienda con Erich Fromm bajo el brazo, y empecé a leerlo maravillada de que mi inquietud hubiera encontrado, hacía décadas, una respuesta que me había estado esperando pacientemente.

Un verano, en uno de estos días de fiesta, pero lluviosos,donde no te apetece hacer nada, fui a la librería del pueblo y pedí al librero que me recomendara un libro sobre el amor

Sin embargo, no fueron necesarias muchas páginas para empezar a ver que, en realidad, aquello era pura basura y que todas las ideas que Fromm expresaba en su disertación no eran, nada menos, que todo aquello que no me gustaba de amor: los roles especialmente estereotipados, la capacidad de parir como algo casi divino en la mujer, la importancia del amor para el orden social... Enfadada, cerré en el libro y avisé a mi hermana de que aquel libro no podía tocarlo y que nunca lo leyera porque no decía nada más que tonterías. Recuerdo con ternura aquella época en la que era una joven revolucionaria de causas irrelevantes.

Años después leí bell hooks y la cosa ganó perspectiva. No sé cómo me pareció una buena idea leer la perspectiva del amor desde una mente masculina. A veces, supongo, todas hacemos cosas sin pensar. El caso es que, últimamente, existen muchas más obras que hablan sobre la teoría o que piensan el amor. Y es que pensar el amor como tal era algo que llevábamos mucho sin hacer. Las novelas románticas y la idea hollywoodiense del amor, junto con la liberación sexual y las nuevas formas de organización social de la pareja, nos había privado de una reflexión profunda y lenta sobre el arte de amar. Hay momentos por todo, dicen. Y creo que nos hacía falta un poco de descanso después de criticar lo que Disney nos había procurado embutir en la cabeza sobre las ideas de un príncipe azul perfecto o de una historia de amor sin fisuras.

Las novelas románticas y la idea hollywoodiense del amor, junto con la liberación sexual y las nuevas formas de organización social de la pareja, nos había privado de una reflexión profunda y lenta sobre el arte de amar

O quizás es que, después de la adolescencia, necesitaba relajar mi cabeza. No sé si se trata, por tanto, de un hecho generacional o un momento vital. Sea como fuere, nos hacían falta diferentes perspectivas del amor y nuevas narrativas desde donde vivirlo, expresarlo y pensarlo. Tenemos que normalizar los momentos de pausa reflexiva. Hay momentos para escribir, momentos para pensar, y momentos para experimentar y vivir. Y no ocurre nada si, durante un rato, nos damos un momento para dejar pasar el aire y, de vuelta, volver a pensar el amor.

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