La diversidad y la cohesión social, los grandes retos de Catalunya

Estos últimos días hemos podido ver, y debo confesar, con cierta tristeza y perplejidad, ciertas redes sociales plagadas por una ola de racismo y xenofobia a raíz de hacerse público el nombre de los primeros nacidos de este 2024 en Catalunya.

Seis bebés catalanes, con escasos minutos de vida, todos ellos descendientes de padres extranjeros. Jacob, hijo de Liseth Manuela y Wilson David; Matteo Alexander, hijo de Joselyn Sulma y Álex Alberto; Víctor, hijo de Ewelina y Rubén; Inass, hija de Rachah Odda y Abderahim; Darion Lucas, hijo de Elisabet; y Ayah, hijo de Karima y Hamid.

Y sí, ha sido precisamente esto, el origen de los padres, el detonante que ha encendido todas las alertas y ha hecho aflorar los peores augurios respecto a una supuesta sustitución étnica incontrolable.

Sin embargo, por improbable que pueda parecer, hoy no nacen más hijos de extranjeros que hace tan solo una o dos décadas. La cruda realidad es que los nacimientos de madres autóctonas han caído vertiginosamente y, por lo tanto, la proporción de niños nacidos de madres extranjeras aumenta, avivando la creencia de que solo nacen hijos de inmigrantes.

No deja de ser, en definitiva, la constatación de la nueva estructura demográfica de Catalunya y también de la mayoría de las sociedades avanzadas, donde el inexorable proceso de envejecimiento y una tasa de fecundidad muy reducida están llevando a un crecimiento vegetativo negativo. De ahí la enorme importancia del flujo migratorio como elemento clave de la sostenibilidad demográfica y del nivel de empleo.

"Hoy no nacen más hijos de extranjeros que hace tan solo una o dos décadas. La cruda realidad es que los nacimientos de madres autóctonas han caído vertiginosamente"

Si nos fijamos en la última estimación del Instituto de Estadística de Catalunya (Idescat), este otoño pasado Catalunya superó los ocho millones de habitantes, y no precisamente por el crecimiento natural de la población, que ha estado en retroceso desde 2009 y en negativo desde 2018, sino por la llegada sostenida de personas foráneas. Este aumento de dos millones de personas en menos de cuarenta años es un logro significativo, alcanzado a pesar de que Catalunya es uno de los territorios con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo: hoy la tasa de fecundidad catalana está en 1,2 hijos por mujer, y la edad media en la que se tiene el primer hijo se acerca a los 32 años. La edad de la maternidad se está retrasando cada vez más. Incluso aumentan los embarazos en mujeres de más de 50 años. Y para que una población no disminuya, la tasa o índice de fecundidad debería situarse por encima de los 2 hijos por mujer.

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Más allá de la descarbonización del planeta para frenar el avance del cambio climático, sin duda hoy el principal de nuestros retos es trabajar seriamente en el diseño de políticas efectivas de gestión de los movimientos migratorios. Centrarnos más en la economía y la demografía, y menos en la ideología. Con 140.140 habitantes más, este 2023 Catalunya ha sido la comunidad del estado español que más ha crecido por la inmigración. En cifras, según los datos del último censo de población del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 40% de los catalanes de 25 a 40 años son nacidos en el extranjero.

Las causas son dos fundamentales. Por un lado, nuestro potente mercado laboral y nuestras estructuras socioeconómicas, que son sin duda una oportunidad y un reclamo para la población extranjera; el efecto de llamada es la existencia de puestos de trabajo, vacantes que habitualmente la población autóctona no desea cubrir.

"Hoy la tasa de fecundidad catalana está en 1,2 hijos por mujer, y la edad media en la que se tiene el primer hijo se acerca a los 32 años"

Por otro lado, la precariedad de muchos países de origen que no ofrecen ni la prosperidad económica ni el régimen de derechos y libertades para vivir y progresar con dignidad. En conclusión, estas personas se trasladan a Catalunya en busca de lo que no pueden lograr en su tierra natal.

Si hasta hace poco la preocupación en todo el mundo era el exceso de población, hoy constatamos un decrecimiento acelerado que también puede resultar peligroso, sobre todo porque este descenso sostenido de la natalidad va acompañado de un aumento en la esperanza de vida, ergo, de un envejecimiento de la población. La inversión de la pirámide demográfica catalana es ya una realidad. Es, de hecho, una tendencia global. Por primera vez en la historia, los últimos escalones de esta pirámide son más anchos que los de su base. Los expertos estiman que para el 2050, las personas mayores habrán casi duplicado sus efectivos actuales, y la población en edad laboral (16-64) y los niños (0-15) verán fuertemente reducido su peso.

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Una disminución acentuada de la población en edad de trabajar es sin duda un problema social y económico. Hagámonos estas preguntas. ¿Cómo se mantendrán y quién cuidará a nuestros mayores? ¿Quién pagará nuestras pensiones y las de las generaciones futuras? ¿Cómo se sostendrá el dinamismo económico? Para enfrentar esta situación, solo tenemos dos vías o, siendo pragmáticos, la combinación de ambas.

Una de ellas sería estimular la natalidad con la implementación de medidas sociales y estímulos económicos. Porque a pesar de ser una de las generaciones más formadas, nuestros jóvenes se ven hoy inmersos en una profunda precariedad. Conviven con contratos temporales, jornadas parciales y sueldos no superiores a los 1.080 euros al mes, que es el último Salario Mínimo Interprofesional (SMI) aprobado por el Consejo de Ministros. No pueden tener una trayectoria laboral continua, ni generar prestaciones ni subsidios. Y la tasa de emancipación es de tan solo el 17 %.

"¿Cómo se mantendrán y quién cuidará a nuestros mayores? ¿Quién pagará nuestras pensiones y las de las generaciones futuras? ¿Cómo se sostendrá el dinamismo económico?"

La otra vía es confiar en la llegada de extranjeros. Aunque aún prevalece la idea de que los inmigrantes quitan empleo a los autóctonos, la realidad, respaldada por numerosos estudios, es que muchos de estos recién llegados cubren vacantes poco calificadas y de bajo salario que la población local rechaza. Sin embargo, el equilibrio es esencial: no podemos admitir solo inmigrantes poco formados y con salarios precarios, sino también expertos altamente calificados. Debemos esforzarnos por atraer talento solvente y altamente capacitado para estructurar una economía más allá del turismo, la restauración y el sector servicios.

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Ciertamente, Catalunya es, y ha sido, tierra de acogida; los crecimientos demográficos han ocurrido mediante oleadas significativas de inmigrantes. Es necesario redoblar los esfuerzos orientados a fomentar la actitud multicultural, sin perjuicio de reafirmar nuestras identidades como pueblo, nuestra lengua y nuestras costumbres. Debemos facilitar la integración cultural de los inmigrantes, respetando sus derechos pero exigiendo el cumplimiento de sus obligaciones. Nuestra convivencia pacífica e integradora dependerá de nuestras actitudes. Todos deben concienciarse del cambio que está experimentando nuestra sociedad y prepararse para la aceptación y el respeto mutuo.

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