Desde la aparición de la covid-19, los meses han ido pasado, y en los momentos actuales ya nadie tendría que dudar que de esta crisis, de una dureza nunca ver, solo podremos salir mediante un vigoroso esfuerzo de ayuda mutua y la exigente colaboración de las entidades, tanto públicas cómo privadas. La pandemia ha posado de manifiesto nuestras carencias en el campo epidemiológico, de la sanidad y la investigación científica, elementos claves de una sociedad que se considere desarrollada. Si a esto añadimos los efectos económicos, el horizonte nos obliga, desde la serenidad, a una profunda reflexión.
Solo para contextualizar y, sobre todo, para entender qué representa el sector fundacional, decir que su actividad económica supera los 3.400 millones de euros anuales, dando trabajo cerca de 88.000 personas en Catalunya. Las fundaciones catalanas aportan un 1,6 % del valor económico creado al país, superando incluso a otros subsectors relevantes de la economía.
Solo en el campo de la salud, tan trascendente en los momentos actuales, las personas que trabajan en fundaciones suman casi 25.000 personas, lo cual representa una cuarta parte de la ocupación total del sector sanitario. En este escenario, inmersos en pleno proceso de volver a contener la covid-19, no puedo sino hacer valer el papel de las fundaciones, su vocación total de servicio a la sociedad y su firme determinación a la hora de contribuir a la superación de la pandemia.
Ha llegado el momento de plantearse seriamente qué medidas pueden favorecer el crecimiento de la función social de las fundaciones
El Congreso ha empezado a tramitar una reforma de la Ley de Mecenazgo a instancia de la sociedad civil y a propuesta del PDeCat. Ha llegado el momento de plantearse seriamente qué medidas pueden favorecer el crecimiento de la función social de las fundaciones. Desde su creación, la Coordinadora reivindica medidas legales que incentiven las donaciones, la filantropía y el mecenazgo. La reforma fiscal de 2014 permitió que la donación mediana aumentas claramente, puesto que los primeros 150 euros tenían importantes deducciones aunque cómo reconocen todos los expertos a diferencia de las organizaciones, las personas no solo piensan en términos fiscales sino también emocionales a la hora de decidir sus contribuciones.
La evolución de la filantropía atiende múltiples razones. Sin embargo, las tendencias nos indican que hay un regreso a las causas de proximidad, a aquello que vemos diariamente, sobre todo en el campo de la salud y la ciencia. Mucho más todavía en el momento actual.
Soy consciente que es una reivindicación recurrente pero ahora más que nunca tenemos que continuar insistiendo que las condiciones fiscales son esenciales para el desarrollo de la filantropía a nuestro país. Ámbitos como la salud, la atención social, la investigación, la educación o la cultura serían difíciles de imaginar sin la colaboración ofrecida actualmente por las fundaciones.
La actual situación nos tendría que hacer reflexionar, sobre que tenemos que cambiar a nuestra sociedad, para hacerla más próxima, más humana, con más sentimientos de fraternidad y de formar parte de un gran colectivo que lucha y trabaja para salir adelante
A guisa de ejemplo, uno de los sistemas más incentivadores es el de nuestra vecina Francia, donde se permite deducir en la cuota del IRPF hasta el 66% de los importes dados y en el Impuesto sobre sociedades esta cuantía llega al 60%.
La actual situación nos tendría que hacer reflexionar, sobre que tenemos que cambiar a nuestra sociedad, para hacerla más próxima, más humana, con más sentimientos de fraternidad y de formar parte de un gran colectivo que lucha y trabaja para salir adelante. Es un momento de cambio de marcos de referencia, de cambio de paradigmas, de construir un nuevo futuro, y un camino de este nuevo futuro implica favorecer las medidas que permitan un mayor desarrollo de la filantropía. La sociedad será la primera que saldrá beneficiada. Ahora sí que toca.