Estos días de cacofonía informativa me ha llamado la atención unas declaraciones del Secretario General de la ONU. Ha dicho que el problema que tenemos actualmente en la governanza global es que hay buenos liderazgos sin poder y mucho poder en manos de personas sin capacidad de liderazgo.
Este confinamiento para la gran mayoría de los occidentales ha supuesto un episodio de características completamente diferentes a lo que hemos vivido en nuestras vidas. La mayoría de los de la generación anterior han vivido conflictos armados, situaciones críticas de pérdida de libertad y de la propia seguridad, con riesgo para sus vidas. Nuestra generación en Occidente de manera general no ha vivido nunca una situación parecida. Y ahora nos ha tocado: salir a la calle era poner en riesgo nuestra salud y la de los nuestros, y hemos asistido a una restricción de nuestra libertad sin precedentes en muchos países. Calles inhóspitas, vecinos sospechosos de llevar el virus, desconfianza, incertidumbre legal y temor a todo, miedo y basarda, esta palabra tan nuestra que describe el miedo generalizado de todo y de nada en concreto.
"Calles inhóspitas, vecinos sospechosos de llevar el virus, desconfianza, incertidumbre legal y temor a todo, miedo y 'basarda'"
Quizás la gran diferencia respecto a los conflictos sociales que vivieron nuestros padres radica en que información hay mucha, alguna de calidad, mucha de mala calidad, y una parte indefinida, manipulación pura y dura. Pero con un poco de criterio es posible encontrar muchos elementos que darían credibilidad a la opinión del Secretario General de la ONU, un portugués por cierto, país que ha navegado bien por el mar turbulento de la pandemia, quizás "porque está más al oeste", según algunos analistas.
Si el liderazgo es una condición de la buena gestión (liderar es anticipar, escuchar, convencer y decidir), es bastante evidente que generalmente el liderazgo ha sido inexistente. De liderazgo poco ha habido. Liderar quiere decir anticiparse. Quién había de anticiparse no lo ha hecho. Se ha ido tarde y mal, sin criterios claros, tratando a la población de irresponsables immaduros y sin detectar o hacer caso al menos a los síntomas bastante claros de lo que venía. Uno se pregunta cómo se pueden tener en cuenta amenazas a la salud pública para cancelar el Mobile y después se dejan entrar centenares de aviones con provinencia de lugares donde la pandemia estaba haciendo estragos. Quién tomó la decisión de cancelar el Mobile fueron las empresas. Una empresa es una institución especialista en el futuro por definición: invierte hoy para recuperar mañana. Y las empresas están acostumbradas a pensar en el mañana.
"Quién tomó la decisión de cancelar el Mobile fueron las empresas Una empresa es una institución especialista en el futuro por definición: invierte hoy para recuperar mañana. Están acostumbradas a pensar en el mañana"
Las empresas que van bien suelen estar muy lideradas, por visionarios o por equipos cohesionados que saben lo que hacen y de lo que hablan. No improvisan pero saben improvisar si hace falta. Gestionan información del entorno a gran velocidad, saben tomar decisiones y saben explicarlas. Cerrar un aeropuerto es una decisión que toma el poder. No hace falta liderazgo para cerrar un aeropuerto o una autopista: hace falta un buen uso del poder.
Si se tiene poder y liderazgo, las decisiones se toman rápidamente, y el poder da velocidad a la implantación. Confinar a la población desde el poder es relativamente fácil. Ha costado dos o tres semanas entender que desobedecer el poder tiene su coste, y no es pequeño. Finalmente todo el mundo lo ha entendido. Quizás estar confinados dos meses es lo que había que hacer. No lo sé. Pero informaciones de algunas estrategias diferentes que han dado resultado en otras latitudes hacen sospechar que había otras maneras de contener la pandemia liderando la sociedad y utilizando el poder de una manera muy diferente. Por ejemplo, compartiéndolo a diferentes niveles. Haciendo un uso proporcionado. Dando información veraz y real. Quizás hubiera sido más eficaz "enseñar a la población lo que pasa en los hospitales que mostrar los aplausos y conciertos de patio del Eixample", decía un médico harto de un reconocimiento quizás sincero pero que sentía como una frivolización de su tarea.
Si me permitís la confesión, como ciudadano me he sentido tratado por el poder como un individuo que no sabe pensar ni tomar sus propias decisiones en beneficio propio y de la colectividad. Estoy convencido de que algunos poderes con intereses desconocidos han aprovechado para recortarnos no sólo algunos derechos fundamentales sino también un poco de la misma dignidad como ciudadano. "Es que la gente son unos irresponsables" dicen. Trátalos como irresponsables y seguro que no serán nunca responsables. Se tiene la impresión general que la clase política ha mostrado y está mostrando una carencia de liderazgo flagrante y repetida, que genera dudas más que razonables no ya sobre personas concretas, sino sobre un sistema que permite que individuos sin capacidad de liderar (anticipar, escuchar, convencer y decidir) lleguen al poder y sean los responsables de las decisiones que se tienen que tomar en entornos turbulentos cada día más habituales. Los casos de los espectáculos esperpénticos de dirigentes en los Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, y algunos otros dan una dimensión adicional y global de este sentimiento de agotamiento de la fe en el sistema. Quizás es lo que quería decir el Secretario General de la ONU, con lucidez... y resignación.