Fútbol, Twitter y el palco del Lusail Stadium

En la final del Mundial de Qatar perdió Francia y también la memoria. El compromiso de hacer boicot al "Mundial de la vergüenza" se iba deshaciendo a medida que Argentina iba ganando partidos. Que Messi ganara era un aliciente demasiado fuerte para argentinos, para catalanes —muchos todavía se lo sienten suyo—, para los napolitanos que les recuerda a Maradona y por el resto del mundo que va corta de héroes.

Al final, el buen fútbol lo tapó todo, porque sí que puede haber abusos, explotación y "Qatar tiene que mejorar mucho en derechos humanos, pero el fútbol está por encima de todo" que afirmaba el locutor de Movistar Plus. Que el fútbol ha dejado de ser fútbol hace muchos años que ya lo sabíamos. Me desconecté hace tres o cuatro años. Me lo hizo aburrir Messi, no por su juego, sino porque las relaciones entre el Barça y Messi me parecían más las de dos grandes productoras audiovisuales globales que las de un jugador con su club.

Añadid el Barçagate, la compra de votos cataríes para adjudicarse el Mundial y el Qatargate del que hemos sabido últimamente. Firmo lo que decía Magí Garcia en la Sotana. El fútbol nos pone a prueba constantemente para ver hasta donde llega nuestra capacidad de tragarnos mierda.

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Imagen promocional de Leo Messi | AFA


En esto, el fútbol y Twitter tienen muchas similitudes. Al principio, Twitter era la red social diferente. El hecho de poder seguir alguien sin que él tuviera que dar autorización, como pasa en Facebook, donde las relaciones son bidireccionales, era un gran qué. Esto hacía que la gente se uniera por intereses comunes y no por conocimiento previo. Entre todos creamos las etiquetas y las menciones, que Twitter adoptó y de allí se fueron propagando hacia el resto de redes. Facebook lo incorporó, Instagram ya nació así.

Era una red simpática, donde todo el mundo podía acceder con multitud de aplicaciones diferentes que hacían la experiencia de los usuarios más enriquecedora y diversa. Queríamos Twitter y Twitter nos quería. Despacio, las cosas se empezaron a torcer. Twitter salió a bolsa y a medida que los inversores pedían retorno iban cortando cabezas.

La incorporación de publicidad, las limitaciones a aplicaciones de terceros que representó la desaparición del ecosistema a su alrededor. La adquisición de la plataforma de vídeos cortos Vine (mucho antes de TikTok) y su entierro prematuro, la ampliación a 280 caracteres, el timeline algorítmico o la ocultación de las fotos con enlaces de Instagram. Podría seguir. Y a pesar de todo, lo queríamos.

El fútbol y Twitter tienen muchas similitudes

Hasta que llegó Elon Musk con su política errática, tomando decisiones a golpe de tuit, haciendo más de trol que de CEO de una de las empresas más influyentes del mundo. Él llevó a límites insospechados nuestra capacidad de tragarnos mierda. La gota que ha hecho derramar el vaso de muchos tuiteros ilustres ha sido la cancelación de las cuentas de seis periodistas — había del New York Times, del Washington Post, la CNN y Mashable— que lo habían criticado por haber cerrado la cuenta @elonjet.

@elonjet era una cuenta que había abierto un estudiante de informática que tuiteaba los desplazamientos de su jet privado, información que es pública. Meses atrás había dicho que su compromiso con la libertad de expresión era tan firme que, incluso, la cuenta @elonjet tenía derecho a estar en Twitter.

Ahora cambiaba las reglas y pasaba a considerar la difusión de la posición de una persona conocida como amenaza de muerte. Los artículos de los periodistas que habían hablado y enlazado con la cuenta en cuestión entraban dentro de esta categoría. Las normas de Twitter dicen ahora que cualquiera que publique la localización de alguien conocido se le puede cerrar la cuenta. El absurdo llega al hecho que un periodista que geolocalice una comparecencia del presidente Aragonés en el Parlament podría ser expulsado de la plataforma.

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Imagen de un usuario de Twitter | iStock


Y no acaba aquí la relación entre Qatar y Twitter. Musk era en el palco de la final del Mundial. Hizo fotos y vídeos que publicó en Twitter. Pudimos ver también la foto del momento en que le firmaba una camiseta al hijo de Messi. También había autoridades de todo el mundo, entre ellas el omnipresente Emir de Qatar y miembros de la familia real saudí.

Casualmente, tanto el primero como los últimos, son inversores de Twitter. En el palco también había Leonidas Raisini, productor musical e inversor de Apple, Virgin, Deliveroo y, casualmente, también a Tesla y Twitter. El palco del Bernabéu y su poder, en comparación con el del Lusail Stadium, parece de Segunda B.

Raisini explica en Twitter que los inversores saudíes y el qatarí hablaron de próximas inversiones y que, observando la deriva de Twitter, era mejor que encontrara un CEO para la empresa. Raisini afirma que el lenguaje no verbal de Musk lo delataba.

El palco del Bernabéu y su poder, en comparación con el del Lusail Stadium, parece de Segunda B

Y si no lo delató el lenguaje no verbal, lo delató su incontinencia en Twitter. Después de una serie de tuits sobre el partido, al finalizar, Musk hizo un último tuit con un vídeo de la victoria de Argentina. Eran las 19:02. El próximo tuit lo hizo a las 00:17 y decía: "Avanzando, habrá una votación por cambios en profundidad de la política. Mis disculpas. No volverá a pasar".

Tres minutos después, Musk colgaba una encuesta donde pedía a los seguidores si tenía que dimitir del cargo de jefe de Twitter y que honoraría el resultado de la encuesta. El sí ganó por el 57% de los votos a 43%. Parece claro que la decisión ya se había tomado o la habían tomado.

Ahora dice que hasta que no encuentre un candidato bastante tonto para hacer de CEO de Twitter, él continuará liderando "los equipos de software y servidores", que es una respuesta que sirve tanto por si gana el sí como el no, porque la decisión ya se había tomado o la habían tomado antes de publicar la encuesta.

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