Ir haciendo

Una de las cosas más complicadas es aprender que, a veces, no pasa nada. La vida no son (siempre) las grandes historias, las grandes anécdotas o los momentos relevantes. Y no pasa nada porque nada ocurra. Estamos acostumbradas a rememorar toda nuestra historia como si fuera un hecho extraordinario, y tendemos a recordar sólo aquellas escenas especiales que nos hacen sentir vivas; pero lo cierto es que la mayor parte de la vida no es así, sino días regulares y sonrisas cotidianas hermosas. No toda la vida es una película maravillosa, a veces sencillamente pasan los días y vamos haciendo.

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Últimamente voy mucho al cine. Hacía tiempo, que no iba, pero ahora aquí en Amsterdam vuelvo a tener esa tarjeta que te permite ir a muchos cines por un módico precio de 18 euros al mes y, la verdad, es que da ganas de ir. Al lado de casa tengo un cine de barrio muy bonito, decorado a la antigua y con películas en diferentes idiomas, pero al que tengo mucho cariño. Hay sitios que me gustan porque te recuerdan en casa, pero tampoco tienen nada especial que puedan relacionar con nada en particular. En este cine hay tres salas, y suelen hacer estas películas de autor que son como lentos abrazos al desconfort de nuestra cotidianidad.

A veces voy con amigos, pero tengo que confesar que más me gusta ir sola. Entonces, como una observadora omnisciente, me pongo en las últimas filas y observo a las personas que vienen a disfrutar de la película. A veces escojo horarios extraños expresamente para ver quién dedica, también, su mañana del sábado a ir a ver una película estrafalaria de una mujer que mata a un policía en la costa de Busan. Me gusta pensar que todas aquellas personas también sienten lo que yo siento, también se añoran y también disfrutan, que tienen un color preferido y que también lloran sin saber por qué de vez en cuando. Me gusta mirar a los que van acompañados, a los que vienen con amigos, oa los que ponen cara de haber pasado por una mala etapa. Cuando termino, sonrío por enésima vez a los modernitos de la entrada a pesar de saber que nunca me devolverán el gesto, y camino hacia casa. No pasa nada demasiado especial, cuando voy al cine, pero es un momento bonito de la semana en el que salto en una vida que no es la mía, y donde observo cotidianidades alternas que me hacen pensar que quizás ellos también sienten que, a veces, sólo van haciendo sin saber muy bien qué pasará.

"Si pierdo la creencia de que vendrán tiempos mejores, ¿qué sentido tiene la rutina?"

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, yo pienso que si pierdo la esperanza ya no nos queda ninguna excusa para salir de la cama. Si pierdo la creencia de que vendrán tiempos mejores, ¿qué sentido tiene la rutina de que, a veces, sólo se hace pesada, cansada y repetitiva? Más allá de escribir o ver a las amigas, de las flores bonitas con las que inundo las habitaciones de casa o de los buenos olores de la cocina y el cajón, qué nos queda, cuando estamos en momentos de la vida donde sabemos que ¿no pasará nada? El invierno en el Norte llega a un punto de agotamiento que puede drenarte por dentro. Por eso, ir al cine, dar una vuelta larga para volver y responder "bueno, ir haciendo" en el teléfono mientras esperamos tiempos mejores, a veces, es lo único que nos sostiene la esperanza.

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