A dos días del 27 de septiembre, económicamente, pienso que Cataluña no sejuega nada. Las elecciones de este domingo son para elegir el Gobierno de Cataluña, en principio, por los cuatro años próximos. El que suceda a continuación dependerá de la composición de este Gobierno y de las interacciones entre este Gobierno y el Gobierno de España salido de las elecciones del 20 de diciembre (o del 13, que encara no está claro).
Con todo, después de las declaraciones de los bancos, de la comparecencia de Linde y de las declaraciones unilaterales de varias empresas de marchar de Cataluña en caso de independencia, considero que la declaración de independencia, de entrada, no se producirá. Siempre he pensado que el problema de Cataluña es esencialmente económico, es decir, si Cataluña tuviera un régimen fiscal como el de Euskadi no se hubiera llegado a la actual situación, máximo cuando parece que todo el mundo asume que Cataluña es una nación.
El que pienso que sucederá después del 20 de diciembre (antes no: es imposible) es que el Gobierno de España hará una oferta económica y de transferencia de algunas competencias en Cataluña, una oferta suficiente para ser tenida en consideración, y como resultado de esta oferta, la tensión en los dos lados se relajará.
Un follón en Cataluña no le interesa a nadie, principalmente en el Gobierno de España, pero tampoco en Europa, por la sencilla razón que Cataluña genera el 19% del PIB de español.