Que hay maror se sabe desde hace meses. Que la seguirán denominando como la tercera etapa de una recesión a plazos, también. Probablemente es complejo otorgar a aquello que se acerca el mismo catálogo de elementos que dimos a las anteriores bofetadas recibidas. Mientras, unos culpan políticas monetarias por un lado; fiscales y económicas, por otra y, incluso, procederán a satanizar los mercados como sí con estos fuera este lío.
Cuando parecía que aumentaba la opinión que aquello que nos pasa tiene que ver con algún hecho menos visual que se esconde detrás del velo de un cambio de época sofisticado y revolucionario, va y se divisa al horizonte otra recesión de narices. Y es que nos caerán las almas a los pies. Avisan porque no son traidores. Dicen que viene de todas partes. De un mundo emergente con problemas para mantener su emergencia, de un mundo sumergido con cifras de paro que lo anclan al fondo de su propia miseria y de un mundo arrogante que descubre que depende de elementos que desconoce.
Pero no viene nada. Estaba aquí. No se ha acabado. Este parto es de los largos, de los dolorosos. Cuando leéis que se detiene la máquina exportadora alemana, que los americanos han dejado de consumir, que cae la demanda en los supermercados, que la deflación avisa, que China se embarranca, que falta gas o que no hay manera de ofrecer ocupación a tantos millones de personas que traen años esperando un milagro, aceptáis que todo esto no es más que el reflejo del tiempo que hace que lo diciendo y que se trata de como el mundo se adapta a este cambio absoluto de patrones .
Las exportaciones alemanas caen como no lo hacían en cinco años. Una de las máquinas exportadoras más completas y eficientes del planeta se ahoga y con esta el tren se para. Francia ha pasado el peor verano en este sentido de los últimos años, del mismo modo que las ventas en los emergentes caen. Algunos, como España, sufren de rechazo y dejan de vender porque sus clientes, a un lado y a otro, no están por romances.
Sin embargo, el caso español es para enmarcar. Si tuviéramos algo para exportar, si hubiéramos preparado los fundamentos con tecnología, ahora estaríamos exportando conocimiento y no, tal como sucede, el que enviamos al exterior son jóvenes hartos de esperar. Si se hubiera decidido activar políticas destinadas a modificar un modelo de crecimiento que ya no crece y que cuando parece que lo hace es de juguete, sería diferente.
Y seguirán perdiendo el tiempo. No parece que nadie tenga intención de transformar nada. Es difícil que tomen directrices hacia una nueva manera de entender la vida y la economía aquellos que difícilmente lo entienden. No hablo de saber usar un smartphone. Esto, sus señorías, lo hacen muy bien, sobre todo en época electoral. Me refiero a descubrir el big picture de aquello que está pasando y de los retos como sociedad que nos ha tocado disfrutar. Cambiar el mundo no es fácil, pero si ni siquiera se sabe que hay que participar, es imposible.
Leer que el descenso de venta de mercancías retrocedieron significativamente en España por culpa de todo este barrizal que comentamos, lo cual ponía en riesgo la 'frágil recuperación de España', es como un insulto a la inteligencia. Qué recuperación, qué fragilidad. Aquí no se ha hecho nada que pueda considerarse que está en riesgo de haberse hecho para nada. Nada es nada, aquí y en la China popular.
Todo gira en torno a una curiosa estadística inmediata, tóxica, que se esfuerza a retorcer los números cuando te concede un rédito positivo a comparar el desastre miserable absoluto con el siguiente mes algo mejor. El titular interesado solo ser 'ya nos recuperamos'. El grave es que, estando muy abajo, en el comparativo inmediato sigas bajante.
Sin embargo, cada vez que siento la palabra recuperación tiemblo. Qué querrán recuperar? Cuando admiten que 'sus políticas han iniciado el camino de la recuperación' quieren decir que sus conservadores y acomodados sistemas socioeconómicos se sienten más tranquilos. El riesgo, la apuesta, el cambio de paradigma podrá esperar. Esto es la recuperación para todos ellos.
Pero el mundo no se detiene a pesar de la colisión. Unos lo miran desde la ventana y los parece que se mueve lento, pero la verdad es esta, que no se detiene. Modelos de negocio cambiándolo todo, inventos que se vuelven cotidianos, conexiones completas en redes permanentes, un mundo conectado hasta el extremo, un mundo abandonando su dependencia de sistemas autocráticos a otros mucho más distribuidos y sin intermediarios. Vivimos en un Berlín permanente. No dejan de caer muros, económicos, políticos, formativos y sociales. Todo está retumbando y esto es el que los diarios económicos se esfuerzan a llamar como 'tercera recesión', crisis, o el que los quede bien a cinco columnas y con uno fundes salmón la mar de bonito.
En agosto las exportaciones alemanas se redujeron un 1% en cuanto al mismo mes del 2013 y las francesas cayeron un 5,7. También retrocedieron las ventas en el Reino Unido, que sufrieron de nuevo una importante caída del 20,5%, acumulando ocho meses consecutivos de descenso. El resto del mundo va igual. Cae un 7,1%, sobre todo en América Latina (-28,8%), Brasil (-22,3%) y México (-16,5%). Y diciendo que es porque hay menos demanda se acaba el análisis.
El que hay que explorar es por qué cae la demanda o, más muy dicho, por qué esta demanda no satisface la expectativa. Si revisamos muchos de los negocios que hace apenas unos años tenían una cadena de valor determinada con varios procesos físicos, humanizados y plagados de intermediaciones, ahora, cada vez más veremos procesos digitales, automáticos y huérfanos de intermediación. Algo que, por cierto, sólo aumentará.
Parece mentira en que gastamos el tiempo. En que lo gastan los que tendrían que procurar por el futuro a medio plazo. Por los cuales las etapas vitales son tramos de cuatro años, es complicado ver más allá. Un mundo automatizándose a toda velocidad, revolucionándose y jodiéndole la vida a mucha gente que no es capaz de atrapar un tren en marcha. El maquinista no escucha, las cabezas de estación no escuchan, los pasajeros no escuchan. Aquí no escucha nadie y una multitud corriendo después del tren y otros esperando el próximo que no llegará. Y es que todo está cambiando a tal velocidad que ni lo percibimos hasta que lo tenemos encima.
Actualmente, menos del 1% de los objetos del mundo físico están conectados, lo cual significa más de 10.000 millones de un total de 1,5 trillones de objetos. Y cada uno de estos objetos con acceso a redes IP de ordenadores, teléfonos, tablets, sistemas GPS, coches, TV, máquinas, teniendo el potencial de conectarse a este otro 99% de objetos que encara no están conectados. Muy cerca, en 2020, el número de conexiones ascenderá a 50.000 millones (el 2,7 por ciento del total de objetos al mundo). Así, pasaremos de los miles de millones de objetos conectados hoy a centenares de miles de millones o, incluso, billones en un futuro inmediato. Este mundo automático se lo llevará todo por delante, al menos esto que dicen que 'se estaba recuperando'. Cuanto más doliendo parezca todo, más intenso estará siendo el cambio.
Nadie puede parar las revoluciones, ninguno de estas. Nunca pasó. Pero todo esto se puede ver desde la ventana, divisando las luces del cambio que lo retorce todo, esperando los titulares alejados de aquello que realmente pasa sumidos en miles de intereses creados o, sencillamente, ser una de las luces que otros solamente consigan mirar. Al final, todo el que viene, y todo y el que suceda, y de la manera en que suceda, dependerá de aquellos quien nos gobiernan, hay algo sustancialmente íntima y que siempre derivará de tú y de cómo quieras vivirlo. Protagonista o espectador?