Desde que a finales del siglo XIX, relevantes intelectuales catalanas como Carme Karr y Dolors Montserdà, iniciaron el movimiento feminista en el Estado, reclamando formación para la mujer e igualdad de derechos y deberes, hasta la entrada como diputadas a las Cortes, de Clara Campoamor y Victoria Kent, y la aprobación, a la Constitución de 1931,del voto femenino, pasaron muchos años.
La primera política que accedió a una cartera ministerial fue el anarquista Frederica Montseny, Ministra de Sanidad y Asistencia Pública, en plena guerra incivil. Transcurrieron 45 años, plenos de tristeza y penurias, hasta que la segunda mujer accedió a dirigir un ministerio: Soledad Becerril, Ministra de Cultura del gobierno de UCD, presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo, el 1981.
En este largo y dificultós historial del acceso de las mujeres a disfrutar y utilizar todos los mismos derechos y obligaciones que los hombres, es de gran interés observar que, elección detrás elección, ha acabado con la incorporación de la mujer a las listas electorales y lugares de la máxima responsabilidad política, como la cirereta que corona y da color al pastel.
Hoy, en casa nuestra, son mujeres la Presidenta del Parlamento, la Vicepresidenta del gobierno, la candidata más votada a la alcaldía de Barcelona, pero también las jefas de lista de tres de los cuatro primeros partidos de Sant Cugat, repiten mandato las alcaldesas de poblaciones tan relevantes como la Hospitalet, Sta. Coloma o Sant Cugat del Vallès, entre otros. Y en Madrid, tres de las cuatro listas más votadas las encabezan mujeres. Sin duda nada que ver con las candidaturas de las primeras elecciones municipales de la nueva democracia de 1979, en que las mujeres brillaban por su ausencia.
A pesar de las reiteradas informaciones macroeconómicas que indican el inicio de la mejora del venidero económico y social de nuestro país, la realidad del día a día nos hace aplès, según los datos que acaba de publicar el INE (Instituto Nacional de Estadística), que las horas de dedicación mediana de las mujeres a actividades del hogar es, aproximadamente, el doble que los hombres; el porcentaje de mujeres en cargos ejecutivos de los diferentes partidos es del 34%, hay un 36% de diputadas y senadoras a las Cortes, un 43'38% en los parlamentos autonómicos y un 41% en el Parlamento europeo. Es evidente que los adelantos en los últimos años han sido notables, pero todavía insuficientes para conseguir una representación auténticamente proporcional al número de mujeres al país (50'8%), que no sea establecida por ley, sino por las mismas capacidades y dedicaciones voluntarias.
Es una gran esperanza que este incremento de damas a la política consiga una mejor entente con los ciudadanos y unas más razonables sensibles y brillantes actuaciones, en beneficio de todos.
Cómo decía Margaret Thatcher: "En política, si quieres que se diga algo, pídelo a un hombre, si quieres que se haga algo, pídele a una mujer".