En un artículo de Pedro Videla a Comentarios de Coyuntura Económica leo una reflexión alrededor de los costes de oportunidad y de como la clase política los menysté a la hora de tomar decisiones.
El profesor de Economía de la IESE recuerda y enfatiza que "todas las acciones humanas tienen un coste de oportunidad. Para conseguir cualquier cosa hay que renunciar a otra; es decir nos enfrentamos a un trade-off. Tomar decisiones implica hacer concesiones".
El escrito de Videla se presenta encabezado por una referencia a Frédéric Bastiat, economista francés del siglo XIX que describió la diferencia entre un buen economista y un mal economista. Decía Bastiat que el economista doliendo es aquel que sólo tiene en cuenta las consecuencias inmediatas de una política, mientras que el buen economista tiene en cuenta, también, los efectos nada visibles de esta misma política y es capaz de evaluar las consecuencias.
Resultaría demasiado fácil dividir el estamento político entre bonos y malos, siendo los primeros aquellos que dictaminan las directrices después de haber sopesado los beneficios y a la vez los perjuicios que sederivarán de las subsiguientes implementaciones.
No hay nada que sea gratuito. Todo tiene un coste, aunque muchas veces sea poco evidente o que, incluso, alguien lo haya escondido de manera subreptícia. Así, cuando desde la política se nos hacen prometidas electoralistas, lejos de deslumbrarnos, nos tendríamos que preguntar cuánto nos costará la factura y qué será la ineluctable trade-off.
No es extraño que la presión fiscal impuesta por las administraciones públicas sea cada vez más fuerte y que las economías domésticas y las empresas sufrimos con resignación e impotencia los incrementos de todo tipo de tributos . Unos y otros estamos pagando el precio de las vel·leïtats y las frivolidades que se atribuyen a la governança del sistema, eufemismo de moda que en realidad no es otra cosa que la areòpag en el qué se amparan los actores de este teatret de amateurs y passavolants que se llama política, a menudo personajes que hoyestán y mañana noestarán, y nadie los pedirá cuentas de sus actuaciones, por muy onerosas que hayan resultado.