Carencia de ingresos, dificultades para llegar con objeto de mes, disminución general del consumo interno, subida de impuestos... Ante este panorama, y en un horizonte en el cual predomina la percepción que difícilmente se encontrará una salida satisfactoria para todo el mundo ante la crisis económica por la cual estamos atravesando, están surgiendo nuevas iniciativas de consumo .
Una de estas iniciativas consiste precisamente en el consumo colaborativo. En resumidas cuentas, el fenómeno se circunscribe a poner en el mercado recursos que pueden ser de interés general con el objetivo que los consumidores puedan disponer de estos a un precio menor del que establecería el mercado.
A su vez, los propietarios pueden beneficiarse de la presencia de estos usuarios o consumidores y soportar así mejor las cargas que los genera a estos últimos disponer de estos bienes. Así, por ejemplo, compartir el trayecto de coche repartiendo el gasto del viaje entre sus ocupantes, empieza a convertirse en una práctica habitual. El mismo sucede cuando hablamos de compartir casa o de intercambiar ropa.
Normalmente, estos servicios suelen ofrecerse a través de plataformas digitales a Internet . Pequeños negocios on-line que ponen en contacto ofrecida y demanda . A pesar de que todavía resulta prematura habla de cambio cultural, es evidente que algo se está moviendo.
Sin embargo, el fenómeno resulta todavía embrionario para hablar en estos términos. Además, está todavía para ver qué sucederá si finalmente se remonta la crisis . "Mejor hacer algo que no quedarse cruzados de brazos, no?"- dicen entusiasmados sus promotores. Nada a decir. No obstante, si analizamos el consumo colaborativo, podemos darnos cuenta que el usuario o consumidor de este tipo de servicios , se circunscribe al perfil de una persona joven que té como objetivo el ahorro. Escaso nivel de sorpresa ante un colectivo que encabeza los índices de paro y de precariedad laboral.
Sea como fuere, el fenómeno resulta interesando de analizar dado que pone sobre la mesa un elemento que resulta determinando porque iniciativas como las anteriores se instauren y se extienda en la población de manera generalizada. Me estoy refiriendo a la confianza.
Confianza, que al consumo colaborativo se gestiona a través de foros y del propio conocimiento personal. Una confianza que queda inmediatamente matizada cuando hablamos en términos de negocios. En este sentido, parece que la lógica empresarial se impone inmediatamente y que para gestionar esta confianza inmediatamente estas iniciativas s´tengan que cubrir las espaldas de pólizas y de seguros. Podemos denominar a esto revolución? Cambio cultural?
No, no estoy diciendo que no resulte lógico. El que no parece razonable, es presentar el consumo colaborativo como la panacea o la solución a los problemas que plantea la crisis actual. Y es que, si estamos de acuerdo en que la crisis se fundamenta en último término en una cuestión de confianza (un término, por cierto, poco o nada de económico) es sobre este valor precisamente sobre el que se tendría que trabajar más a fondo. Y esto, desgraciadamente, no resulta nada sencillo. Por este motivo el resultado final del consumo colaborativo no deja de ser más que un parche ante el terrible descosido general que existe a la sociedad actual. Para los tiempos que corren, nunca tan poco puede llegar a convertirse en tanto.