La decadencia de Europa

09 de Mayo de 2014

Que Europa cada vez pinta menos en este mundo globalizado lo vemos todos los días. Tan sólo hay que seguir un poco el hilo de los acontecimientos que marca la agenda internacional, para comprobar la debilidad de la vieja Europa ante conflictos como los de Siria o de Ucrania. También lo hemos podido constatar en cómo se ha gestionado y se gestiona la crisis económica: en este salves quién pueda, después de la receta de austeridad dictada desde Alemania… y poco más.

Y es precisamente ahora, cuando a la antesala de las elecciones europeas, se nos vuelve a enarbolar nuevamente la bandera estrellada reclamándonos el voto con el lema de: "más Europa que nunca".

Cuál pena que Europa ya no exista! Y cuando digo que no existe, me refiero a que no existe más que como un agregado de países, como un mercado común, sin una política de armonización fiscal ni bancaria, y con una política exterior que es la risa de la comunidad internacional cada vez que abre la boca. Una boca que, por cierto, no habla ni un lenguaje común, ni defiende unos intereses compartidos, ni representa más que a una bandera a la cual conviene ir añadiendo estrellas por cuestiones de economía de escalera, y en la cual el ciudadano europeo no se siendo representado para nada. Para hablar de esta forma, quizás sería mejor callar.

Europa ha olvidado su diversidad cultural, sus orígenes. Indolente y soberbia, ha renegado incluso de su propia cuna condenando a la ruina a la misma Grecia.

Duele aceptar que Europa podría haber sido el modelo que tendría que seguir el mundo entero y que ya no será nada. Entre otros cosas, porque Europa, más allá de la economía, ya no tiene un proyecto claro de futuro. O se ha agotado por el camino (que por el caso es el mismo).

El gran proyecto europeo, aquel sueño grandiloqüent de pomposos estadistas, se ha hundido en la miseria empantanegat por la deuda. Y con él, el peaje que se tendrá que pagar, será el de desguazar uno de los éxitos de los cuales podía sentirse más orgullosa: el de su Estado del bienestar. Pero esto también tiene que desaparecer. El mundo ya no va por este camino. De aquí que, en esta crisis, a los europeos nos hayan cogido con el pie cambiado.

Es cierto que ha sido muy positivo el camino que ha tenido que recorrer Europa para pasar de ser campo de batalla hasta convertirse en el que es en la actualidad. Pero, qué es Europa, a estas alturas, más allá de un mercado y de una moneda común?

No hay lugar para más engaño: Europa ya no cuenta. Su voz ya no se siendo. Los ciudadanos europeos merecen una explicación sobre hacia donde se dirige Europa, y qué es su proyecto de futuro. Sin esta explicación, estar dentro o fuera de la UE resulta irrelevante. El silencio no trae en ninguna parte. Necesitamos saber.

Por eso, cuando las amenazas de estar fuera y las bienaventuranzas de estar dentro de la Unión Europea acaban para convertirse en el pan nuestro de cada día, quizás tendríamos que ir pensante al buscar Itaca en otro lugar. Utopía es sin duda un lugar demasiado lejano para nuestras fuerzas económicas, pero el continente iberoamericano, o la zona del Pacífico, son sin duda dos buenos lugares para volver a empezar.

La adversidad puede angustiarnos o hacernos crecer. Si Europa se ha resignado a ser el que es, quizás será necesario creer en nuestras propias fuerzas, saber que en un futuro próximo tendremos que virar el barco, buscar nuevos horizontes, dar un golpe de timón, y quien sabe si abandonar este zombi llamado Europa que en nombre de la austeridad nos muerde cada vez más la jugular. Si es así, conocer hacia donde vamos será sin duda nuestra mejor garantía de futuro...y de esperanza.