Desde las últimas décadas del siglo pasado y continuando durante la primera del XXI, se han ido dando toda una serie de acontecimientos sociales, económicos y demográficos que han cambiado la forma de entender nuestra existencia, y también algunos de los valores que se pensaba no cambiarían nunca. Uno de los cambios más significativos los últimos años se ha dado a nivel demográfico.
Los movimientos demográficos hacia países más desarrollados han sido constantes. Pero ve por dónde, que nosotros que éramos receptores de estas personas, ahora también somos parte de este movimiento, especialmente entre jóvenes muy formados y con la ilusión de encontrar un futuro en otros países. Es evidente que cada generación dispone de una visión del mundo diferente y de valores también diferentes.
Aún así, el que me ha motivado a escribir estas líneas, ha sido algo que las últimas fiestas navideñas observé, y que se daba más intensamente que en otras épocas del año. Me refiero a un continuo movimiento de jóvenes con maletas y bolsas de viaje, que yo no adivinaba si iban o volvían. Pero por las fechas, pensé que casi todos por Nadal habían querido volver a su madriguera, a sus raíces, a sus orígenes.
Son estas raíces, las que dan consistencia y continuidad a las personas, en los pueblos y también a las empresas e instituciones. Olvidar las raíces es como perder la identidad, la marca, el sello distintivo que dará sentido a todo el que haremos en el futuro. Las empresas también tendrían que tener presente estas raíces para asegurar su crecimiento y permanencia.
Algunas de las empresas más significativas de Manresa y el Bages, han sido fieles a esta idea, mientras otros han desaparecido del tejido empresarial de la comarca. Saber cuando, donde, y cómo se ha gestado e iniciado su camino una empresa es fundamental para poder garantizar su actividad en el futuro. La misión y la cultura organizativa, a menudo es una consecuencia de las raíces, de los principios y valores , que siendo inicialmente sueños, algunas personas transformaron en proyectos empresariales. Saber quién somos y porque existimos, son sinónimos de propósito y misión .
Casi todas las empresas en sus orígenes fundacionales tienen un propósito, una misión, y también valores que se tienen que transmitir al personal para poder canalizar la energía de los equipos de trabajo . No es anecdótico ver que algunas organizaciones rinden reconocimiento a los fundadores dando visibilidad al pasado mediante imágenes históricas, museos de productos y documentos que en su conservación y exposición transmiten fuerza fundacional a los actuales trabajadores.
Se hace imprescindible pues tener unas raíces sólidas, pero también ser sensibles a la realidad del momento y los mercados. La voluntad de estar en los mercados durante muchas décadas implica mantenerse firmes en el tierra, en quién somos, de donde venimos y hacia donde vamos, pero evitando ser un gigante de madera que al mínimo movimiento de tierra produce un terrabastall.
Estructuras de empresa rígidas que no cambian en el tiempo, hacen perder eficacia y dificultan la creatividad individual y organizativa. Otros con la excusa de la competencia de los mercados olvidan los valores fundacionales, y aquello que los llenaba de orgullo, ahora lo cambian por comportamientos que poco tienen que ver en compromisos psicológicos, y demasiado en contratos laborales.
No se trata sólo de tener unos eslóganes colgados por los pasillos de la empresa. Toda esta cultura fundacional tiene que estar muy entendida, vivida y sobre todo seguida, si queremos que sea un generador de fuerza colectiva para guiar las acciones y decisiones que en el día a día tendrán que tomar cada una de las personas en su ámbito de trabajo .