Música sin sintonía

01 de Noviembre de 2014
Estamos en un escenario donde parece que el poder y las personas que tienen la potestad de aplicarlo, se erigen en guardianes de ciertas esencias, a menudo mal comprendidas y algunas veces mal dirigidas. No sabemos exactamente cuáles son los objetivos de estas personas, pero instrumentalizarlo al servicio del mismo ego o con finalidades políticas y económicas, es no querer entender que el poder se ejerce mediante la autoridad que deriva del conocimiento, de las competencias, de los valores y de la ética, tanto en el pensamiento como en la acción.

Los pueblos y la sociedad en general tienen que saber evolucionar desde la tradición hasta los tiempos nuevos. Pero evolucionar no es sinónimo de renunciar. Los fundamentos de los pueblos construidos en el pasado tienen que tener una proyección de futuro. Nuestros dirigentes, si quieren que la historia los honore como líderes del pasado tienen que tomar decisiones equilibradas entre la legitimidad otros tiempos y las aportaciones que da el momento actual.

Se acepta como una evidencia que el cerebro humano necesita mucho más tiempo que el de cualquier especie para llegar a madurar completamente. Algunos de nuestros dirigentes están monopolizando esta evidencia y no sabemos si ya han llegado o todavía están haciendo camino. También tendría que ser cierto, y sería bueno, que los líderes que tienen que catalitzar los cambios que la sociedad en general y los pueblos en particular piden, abandonen la visión convencional de la hiper-realismo, y admitan, que aferrarse a una visión tan pobre del procesamiento de la información, que seguir como algo víctima de una fría lógica, sirve de poco, a la vez de encontrar soluciones en las inquietudes y sentimiento de las personas.

La toma de decisiones de nuestros dirigentes también puede ser considerada, teniendo en cuenta los estados emocionales de los destinatarios y no sólo desde la estricta ortodoxia jurídica. Los dirigentes que actúan bajo esta pasividad emocional se pueden convertir en personas blandas, insípidas, aburridas y a menudo irritables. Se expresan de forma segura, pareciendo que sean depositaris de muchas razones, pero estas, pocas veces son buenas razones. A menudo se cierran al diálogo, alimentadas por el poder y la invulnerabilitat. Son personas que generan dinámicas a veces provocadoras, cada una de las cuales alimenta a la siguiente, e incluso pueden llegar a provocar altos niveles de excitación.

Se hace imprescindible la sintonització entre las personas con responsabilidades decisorias. La proyección hacia el futuro de los pueblos obliga a sintonizar, y esto quiere decir seguir un proceso donde el ritmo lo tiene que marcar la voluntad de establecer relaciones interpersonales. Sintonizar es la capacidad de experimentar el estado subjetivo del otro. Las acciones que están alimentadas por un exceso de razonamiento y una carencia de empatía, convierten a las personas en un tipo de "vigilantes de la justicia", hasta llegar a cuestionar los juicios de los otros.

Tenemos que reclamar a todos los que son responsables de liderar las empresas, grupos sociales y personas, la capacidad para dejar de considerar sólo los mismos intereses, y contemplar el punto de vista de los otros. Esta concepción de las relaciones interpersonales conduce al respeto y al altruismo. Ver las cosas desde el punto de vista de los otros permite superar estereotipos interesados y aumentar la aceptación de las diferencias. El discurso público y político tiene que ser respetuoso y constructivo. Tiene que favorecer el desarrollo del civismo, y sólo bajo estos valores nos podremos atribuir la bandera de la democracia.