Los poderes públicos, empresariales, financieros, universitarios y medios de comunicación a menudo hablan de emprendeduría y planes de apoyo, asesoramiento, premios, créditos, becas... Está bien fomentar la emprendeduría, pues ha sido uno de los signos identitarios del país, pero no se habrá hecho del todo bueno cuando la fuga de talentos continúa.
Al hablar de fomentar el espíritu emprendedor siempre es en referencia a gente joven, muy formada y que habla inglés, con proyectos vinculados con sectores tecnológicos y punteros... probablemente sea este el camino a seguir en un mundo cada día más competitivo. Pero, que pasa con aquellas personas que ya han pasado de la cuadragésima, no tienen una cerradura de pared rellenado de títulos y están excluidas del mercado de trabajo con riesgo de cronificació?
Haría falta que alguien tambiénpensara. No son el futuro del país, pero sí el presente. En este contexto la emprendeduría toma otra dimensión. Entente no como creación de empresas y, por lo tanto, de riqueza, sino como sinónimo de autoempleo, de encontrar por un mismo la salida al túnel. Harían falta más voces, actitudes y actuaciones en favor del autoempleo, que no sólo de jóvenes talentos vive un país, también del saber hacer (y la ilusión) de los no tan jóvenes.