Reforma universitaria: cambiar para aprender

12 de Febrero de 2015

Al entorno académico y universitario, hay palabras que ya son habituales en los flujos de comunicación entre alumnas y profesores. Hablar de globalización, estrategia, innovación, adaptación y reenginyeria entre otros, nos trae a un objetivo común: "Dar fe que el único constando es el cambio". El entorno que nos rodea es cada vez más dinámico y exigente. Está cambiando sin dar tregua y nos tenemos que adaptar y sintonizar con los cambios que genera.

La actividad universitaria, con más o menos rapidez lo está haciendo, y ya lo hicimos con el plan Bolonia; por cierto con más lentitud que la mayoría de las comunidades universitarias europeas. Ahora parece que tenemos novedades y casi de forma repentina, estamos ante nuevos cambios, a pesar de que no se han evaluado los resultados de la etapa anterior. Nos encontramos ahora de forma inesperada en un decreto de reforma universitaria, cuando hace sólo unos pocos cursos académicos, los universitarios se incorporaron al proceso Bolonia, y formar parte del espacio común europeo de educación superior.

En España la incorporación llena en este espacio europeo, ya se hizo más tarde que en la mayoría de los estados, y ahora nos volvemos a envolver en una nueva reforma con el objetivo de acercarnos todavía más a la mayoría de países europeos. Muchas iniciativas de cambio han fracasado y no han dado los resultados esperados por la precipitación en su implantación, y para ser consecuencia de una forma de pensar interesada.

Precipitarse puede ser una fuente muy generosa de problemas. Los cambios eficientes a menudo son el resultado de una alternativa a una continuada y única forma de pensar. Estaremos de acuerdo en que el aprendizaje es uno de los pocos recursos infinitamente renovable, y que no es una simple cuestión de buenas intenciones. La reforma propuesta contempla que el cambio será voluntario y desde el Ministerio de Educación se defiende la flexibilidad que tendrán las Universidades para decidir.

Se está haciendo un debate más temporal que cualitativo. Que si 4 1, que si 3 2.... Centrarse en el tiempo más que en los conocimientos que los estudiantes tienen que adquirir nos ayudará poco a mejorar la calidad del sistema universitario. Los cambios no tienen que obedecer a la voluntad de una autoridad única. El aprendizaje no puede ser forzado, ni apresurado, ni impuesto. Aprender también depende de la voluntad, y las personas que más aprenden son las que realmente quieren.

Nuestros dirigentes no tendrían que actuar impulsados por necesidades urgentes y circunstanciales. Los cambios con resultados positivos necesitan inversiones de tiempos, energía y recursos, y también prever qué pueden ser las consecuencias de las nuevas modalidades. A menudo los recursos son más decisivos que los planes, por muy detallados que estén.

Poner en movimiento un proceso de cambio necesita compromiso. No pongo en entredicho el que pueda tener el Ministerio de Educación y el mismo ministro Wert, pero para no animar los debates a los cuales a la comunidad universitaria ya nos tienen acostumbrados, los pediría que practicaran la comunicación reflexiva, para crear comprensión compartida y coordinación en las acciones. El sistema universitario como cualquier sistema se define por el hecho que sus elementos tienen un propósito común y están relacionados entre sí.

Empezar iniciativas de cambio requiere compromiso, que las partes interesadas se puedan conectar personalmente con la iniciativa, que se pueda entender como encajan las partes en el cambio, como pueden contribuir y quesacarán. Señor Wert, los resultados del anterior plan hoy en día es difícil poderlos ver en el balance de beneficios.

Queremos tener confianza en usted, pero no es posible tenerla si no presenta argumentos convincentes y persuasivos. La confianza se fundamenta en un intenso interés mutuo, y si no es de este modo, será muy difícil que se dé un impulso significativo a estos cambios.