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El mantra del financiamiento territorial: un juego de promesas y seducción

26 de Junio de 2024
Rat Gasol

La apuesta por un nuevo modelo de financiamiento más justo ha recuperado protagonismo estos días a raíz de las negociaciones para investir a quien será el próximo presidente de la Generalitat de Catalunya, que, como ya nos tienen acostumbrados, empuja a los principales partidos políticos a un juego de promesas y seducción. Desafortunadamente, una carta a los Reyes Magos demasiado a menudo de dudoso cumplimiento.

 

El infrafinanciamiento de Catalunya es una realidad incontestable y endémica. El sistema está caducado desde 2014 y el problema de encontrar un nuevo modelo es que si Catalunya tine que mejorar, alguien tendrá que perder.

 

Con el modelo de financiamiento vigente, el Estado recauda el 91% de los impuestos que se pagan en Catalunya y de estos cede un poco menos de la mitad, alrededor de 21.000 millones. El resto se distribuye entre las diferentes comunidades autónomas, en cumplimiento con los criterios del modelo. La Generalitat recauda directamente el 9% restante, que representa poco más de 4.500 millones de euros, por los impuestos propios y cedidos.

"El Estado recauda el 91% de los impuestos que se pagan en Catalunya y de estos cede un poco menos de la mitad, alrededor de 21.000 millones"

El último cálculo de la misma Generalitat data del año pasado. Con los datos de 2021 sobre la mesa (déficit de 2.168 millones), situaba la diferencia negativa acumulada en los 21.982 millones de euros, el equivalente a un 9,6% del PIB. Esta cifra se sitúa en niveles históricos, ya que en la anterior estimación, con datos de 2019, el déficit fiscal de las arcas catalanas se situaba en los 20.196 millones, el 8,5% del PIB.

El sistema de financiamiento lleva nueve años pendiente de un gran cambio a escala estatal. Un cambio que no llega por la falta de cohesión política y entre territorios. Madrid, Catalunya y las Baleares deberían ser las más interesadas en impulsar este acuerdo y la correspondiente actualización, ya que son las únicas comunidades del Estado que hacen una aportación neta al sistema de financiamiento autonómico. Según se desprende del último informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), Madrid se posiciona por delante de Catalunya con una aportación de 6.313 millones al sistema. Y también en números rojos están las Islas Baleares con 334 millones.

La condonación de la deuda a comunidades que han tenido ingresos muy inferiores ya no es suficiente. Se necesitan más y mejores recursos para Catalunya.

El infrafinanciamiento de Catalunya tiene muchas consecuencias, y no solo en cuanto a las inversiones en infraestructuras, que es uno de los grandes reclamos de los sucesivos gobiernos de la Generalitat. Afecta la competitividad de las empresas y también al gasto social, generando unos servicios públicos que no tienen la calidad que deberían tener y que sí tienen en otras regiones con una renta similar, tanto en Espanya como en el resto de Europa. El lastre fiscal que arrastra Catalunya desde hace años perjudica la calidad de vida de sus ciudadanos en términos de protección social y de apoyo público al progreso económico, tal como queda reflejado en el llamado índice de progreso social (IPS), que fija los niveles de bienestar por regiones europeas y en el que Catalunya aparece más abajo de lo que le correspondería por la riqueza que genera, una llamativa anomalía a escala continental.

"El sistema de financiamiento lleva nueve años pendiente de un gran cambio a escala estatal"

Nadie niega que debe haber solidaridad, pero todo tiene un límite. Las transferencias continuadas de dinero desde Catalunya son excesivas si las comparamos con lo que retorna.

Estos días los medios del país se han hecho eco del cierre, en el Vall d’Hebron de Barcelona, de 300 camas de hospitalización durante los tres meses de verano por falta de presupuesto. Pero los problemas de falta de recursos, económicos y personales, no son exclusivos de esta temporada estival, sino que son perennes desde hace años. Padecemos un infrafinanciamiento crónico y una falta de profesionales que requieren una actuación urgente para transformar el sistema.

Catalunya arrastra déficits importantes en los ámbitos del gasto social, que afectan especialmente a la salud, la educación y la vivienda, siendo los dos primeros los que acaparan el 44% del presupuesto de la Generalitat en 2023.

"Catalunya arrastra déficits importantes en los ámbitos del gasto social, que afectan especialmente a la salud, la educación y la vivienda"

Según un estudio reciente de la Cambra de Comerç de Barcelona, el porcentaje que destinan los países europeos en gasto sanitario público aumenta en línea con el PIB per cápita. Siguiendo esta relación y considerando el PIB per cápita de Catalunya, la Cambra calcula que el déficit de inversión en sanidad pública es de 396 euros anuales por persona, lo que equivale al 1,2% del PIB catalán en 2019 (3.022 millones de euros). Y si lo comparamos entre territorios, para ser más precisos, en 2019, en Catalunya, el gasto público en sanidad fue de 1.524 euros por persona, mientras que en el País Vasco fue de 1.877 euros. Un 25% más.

Las deficiencias del actual sistema de financiamiento autonómico son diversas. En primer lugar, es injusto porque no tiene en cuenta el coste de la prestación de los servicios, que es más alto en unas comunidades que en otras. En segundo término, el sistema actual sufre una clara falta de autonomía fiscal, lo que impide al Gobierno de la Generalitat tener prácticamente capacidad para legislar, gestionar o recaudar los impuestos generados en el territorio. Y, en último lugar, los gastos de las comunidades autónomas de régimen común crecen de forma más rápida que los ingresos que les aporta el modelo de financiamiento, lo que deriva en un infrafinanciamiento crónico del conjunto de estas autonomías.

La combinación de un financiamiento insuficiente y la falta de inversiones estatales hace que Catalunya aporte mucho más de lo que recibe del Estado.

Se ha abierto de nuevo el melón del financiamiento. Veremos, pero sin un consenso entre territorios que reconozca las singularidades de cada una de las partes, seguiremos estirando el mismo chicle sin ningún cambio a la vista.