Empresa, cultura y sociedad digital

Qué es NFT y Blockchain y porqué nos hace falta

11 de Mayo de 2022
Act. 11 de Mayo de 2022
Genís Roca

Acabo de comprarme un Seat Ibiza color rojo de segunda mano, y ahora que me fijo veo muchos por la calle iguales que el mío, mismo modelo y mismo color. Seat hace miles de coches iguales y para diferenciarlos marca cada uno de ellos con un número de bastidor diferente, de esta manera pese a fabricarlos en serie cada uno de ellos es un objeto único y diferente al resto, y si alguna vez me encuentro con otro propietario de un Seat Ibiza de color rojo podremos aclarar cuál es el mío y cuál el suyo. Para cerrar la operación el vendedor y yo hemos firmado un contrato de compra-venta, indicando que aquel coche concreto, con ese número de bastidor concreto, ahora es mío a cambio de un importe económico. Un contrato privado en el que las partes reconocemos que aquello que era suyo, ahora es mío.

 

Dado que un coche puede protagonizar accidentes y cometer infracciones, la ley obliga a que cuando alguien compra un coche hay que elevar a público quién es el nuevo propietario. Si por ejemplo pillan ese coche con exceso de velocidad en la autopista, o mal aparcado en la calle, deben poder averiguar quién es el responsable para pedir explicaciones o directamente enviarle la multa. Por eso cuando compras un coche es obligatorio ir a Tráfico, el registro público, y declarar que es tuyo. En el registro público tienen anotado el nombre del propietaro de ese Seat rojo con ese número de bastidor, y yo he de presentar un documento que demuestre que esa persona confirma que ahora el nuevo propietario soy yo. En Tráfico revisan esa documentación y si todo es correcto apuntan que el nuevo propietario soy yo. El resultado es que en Tráfico tienen el registro histórico de los diferentes propietarios que a lo largo del tiempo han tenido ese Seat Ibiza rojo, con ese número de bastidor.

Pasa lo mismo cuando compras un piso. Hay un número de serie, el catastro, y un registro, el Registro de la Propiedad, que sirven para identificar de qué finca concreta estamos hablando y registrar públicamente quién es el nuevo propietario. Pero no tenemos el mismo sistema de garantías para todo. Por ejemplo, cuando Antoni Tàpies hacía una serie de cincuenta litografías él mismo las enumeraba y las firmaba, y todo el mundo confía en él. Si alguien compra la litografía con el número 16, la que tiene escrito “16/50” al lado de la firma, confía en que sólo hay 50 copias y que la suya es la 16, aunque bien pensado no hay ninguna garantía técnica más allá del prestigio de Antoni Tàpies. Confiamos en que sólo hay 50 copias, y sólo una con el número 16. Además, si compras esta litografía firmaremos un acuerdo de compra-venta privado pero no hay ningún registro oficial donde dejar constancia de ello, como Tráfico para los coches o el Registro de la Propiedad para los pisos, así que si quieres que un tercero de fe de que la litografía ahora es realmente tuya deberás ir al notario.

 

NFT es el intento de dar una solución a la necesidad de identificar como único un objeto digital. Hay muchas copias de la Mona Lisa pero sólo hay un original y está en el Louvre

El desarrollo de la sociedad digital pide poder aplicar estas lógicas, estos mecanismos y estas garantías a los bienes digitales, y el resultado son unas soluciones que si aplican para los bienes digitales también pueden hacerlo para cualquier bien intangible, y ya por extensión se podrán acabar utilizando en cualquier tipo de bien, también físico. Necesitamos una infraestructura técnica y legal que nos permita acreditar que un bien digital, y por extensión cualquier bien intangible, es único. El equivalente al número de bastidor del coche. Y necesitamos un sistema de registro público que certifique ante el mundo que ese objeto único es de un propietario concreto. Y eso es lo que aportan blockchain y los NFT.

NFT es el intento de dar una solución a la necesidad de identificar como único un objeto digital. Hay muchas copias de la Mona Lisa pero sólo hay un original y está en el Louvre. Si ponemos el original de la Mona Lisa al lado de una muy buena copia, pese a ser aparentemente idénticas hay expertos que nos dirán cuál es la pieza original, que tiene un valor incalculable, y cuál la copia que no vale casi nada. Parecen iguales, pero no. Con los intangibles pasa lo mismo, y NFT es la manera que tenemos de identificar cuál es el original y por tanto el realmente valioso, el auténtico. Puedo hacer muchas copias de una fotografía digital, pero con NFT puedo marcar cuál es la original, la buena, la que tiene valor. O puedo hacer lo mismo que Antoni Tàpies con las litografías y hacer oficialmente 50 copias, 50 originales, y vender también la “16/50”. Mucha gente podrá hacer copias de esa fotografía, como mucha gente podría hacer copias de las litografías de Antoni Tàpies, pero son falsas. Sólo hay 50 copias oficiales de la fotografía digital, y por tanto sólo hay 50 NFT de la fotografía.

Blockchain es la solución para certificar públicamente la propiedad de un objeto intangible. El equivalente al notario o al Registro de la Propiedad. Mal explicado viene a ser como un certificado público donde se va anotando cada cambio de propietario de un bien concreto, por ejemplo un NFT. Como se trata de una solución digital, en vez de guardar ese certificado en el archivo de la notaría o en los estantes del Registro de la Propiedad (Tomo 3167, Libro 214, Folio 15) ha sido necesario buscar otra solución, y eso es blockchain. Es más complicado, pero permitidme una explicación para todos los públicos: el autor de la fotografía hace un NFT con el original (definiéndolo como un objeto único) y genera un certificado en el que declara que ese objeto único es de su propiedad. Acto seguido, protege ese documento para evitar que otra persona distinta al propietario pueda modificar o alterar ese certificado, y por eso lo encripta con la tecnología más potente de encriptación que tenemos: blockchain. Un vez encriptado sólo quién conozca la clave de acceso podrá volver a modificar el documento. Si el autor me vende a mi la fotografía lo que hará es acceder al documento con su contraseña, desencriptarlo y anotar allí que en fecha de hoy le he pagado una cantidad de dinero y a partir de ahora yo soy el nuevo propietario. Acto seguido quien encriptará el documento voy a ser yo, el nuevo propietario, y tendré un documento certificado reconocido por el anterior propietario que acredita que aquello ahora es mío.

Tenemos un objeto único (NFT) y un acuerdo de compra-venta inviolable gracias al encriptado con blockchain. Además, la tecnología blockchain también resuelve la necesidad de elevar a públicos estos acuerdos, ya que se basa en una arquitectura distribuida de la información que hace que cada vez que se genera uno de estos blockchain se guardan copias sincronizadas en miles de servidores por todo el mundo. Si alguien intentase substituir mi certificado por otro el resto de servidores del mundo avisarían que ese nuevo certificado no es coincidente y por tanto podría ser falso. La red sólo aceptará cambios en el certificado que sean validadas por la clave de encriptación que sólo conoce el propietario, igual que sucede con las cajas fuertes, hay que tener la llave para poder abrirlas y toquetear lo que allí se guarda.

Nos gustará más o menos, será o no la solución definitiva, pero NFT y Blockchain son respuestas a necesidades reales que tenemos, y que irán a más.