No solo derrocha España

Durante bastantes años se hizo befa del Aeropuerto de Castelló como ejemplo de derroche de recursos públicos. También se ha hablado mucho el AVE -por cierto, España es el único país que se ha atribuido nacionalidad en el nombre de esta tecnología, que es francesa y no tiene nada de española-. Todas estas bromas quedaron eclipsadas por la aberración del Aeropuerto de Alguaire. Y es que los catalanes nos lo tendríamos que hacer mirar. Pocas críticas he sentido a la pifia del aeropuerto leridano. Nos hemos limitado a parar el cachondeo con Castelló no fuera caso que alguien nos recordara Alguaire. Pero hoy les hablaré de un caso que conozco de cerca porque lo viví: el Estadio del RCD Espanyol en Cornellà.

De entrada intentaré descargarme de sospechas partidistas. No soy seguidor ni del Barça, ni del Espanyol, ni de ningún otro equipo. Mi interés por el fútbol es nulo. Soy liberal y pienso que la gente, mientras no me incordie -y con el fútbol, los no aficionados tenemos que soportar un martilleo excesivo-, puede quemar su tiempo libre como quiera. De hecho, sé que en España un terreno rectangular rodeado de gradas tiene muchas posibilidades de ser un campo de fútbol porque si fuera circular sería una plaza de toros. Clarificado este aspecto paso a explicarles la anécdota.

En España un terreno rectangular rodeado de gradas tiene muchas posibilidades de ser un campo de fútbol porque si fuera circular sería una plaza de toros

Durante un tiempo formé parte del consejo de administración del Institut Català de Finances (ICF). Me había propuesto el señor Pere Esteve, en paz descanse. Entonces él era  conseller de Comerç, Turisme i Consum. Fui nombrado en representación de aquello que se conoce como sociedad civil -ya extinta en Catalunya -. Quiero decir que los asientos en el consejo del ICF -consejo que se denominaba Junta de Govern- estaban mayoritariamente ocupados por altos cargos de los departamentos de la Generalitat -todos de partido, claro -. Eran tres, si no lo recuerdo mal, las plazas reservadas para gente de la sociedad civil catalana que, ya entonces, estaba en proceso de fuerte desbravado.

Cuando fui a la primera reunión pregunté cuál era el propósito del ICF, su objetivo final. Ya sabía que no era un banco comercial, de aquellos donde la senyora Pepeta podía abrir una cartilla de ahorros. Pero más allá de esto quise oír en palabras de los allí presentes cuál era la misión del banco. Y, lo recuerdo perfectamente, pregunté en qué se diferenciaba el ICF de, por ejemplo, La Caixa. La respuesta fue, aproximadamente, la que me esperaba. "Aquí hacemos hincapié en ayudas bancarias -básicamente, préstamos- para aquellas empresas o inversiones que son de interés del país y que, quizás, ningún otro banco articularía", me dijeron más o menos textualmente. Yo ya me lo imaginaba, pero quise oírlo de forma explícita, puesto que la tendencia del país a la hipocresía coge voladizos difíciles de encontrar en otros lugares - como observarán a continuación.

Hacia principios del 2005 se propuso un préstamo al RCD Espanyol para la construcción de un nuevo estadio en Cornellà. Viste así, la cosa puede parecer un hecho normalísimo, a pesar de que, de mal grado que la mayoría lo aplauda, el hecho de ayudar un club de fútbol con dinero público es un acto profundamente anticultural. Bien, el caso es que en los documentos presentados a la reunión del consejo se explicaba el porqué de todo. Se venía a justificar diciendo que el Espanyol iba de realquilado puesto que, en aquel tiempo, jugaba en el Estadio Lluís Companys de Montjuïc. Y parece que la situación, para determinadas mentalidades futboleras, constituye una deshonra similar a la que antes sentían los padres cuando dejaban preñada a la hija sin haber pasado por el altar - lo que nuestros abuelos llamaban haz Pascua antes de Ramos.

Entonces pregunté: "¿Y que se hará del Estadio Olímpico de Montjuic que costó tantos cuartos?". Yo recordaba todo el ajetreo provocado durante su reconstrucción, cuando se tuvo que bajar el nivel del terreno de juego para alojar más gradas para el público, todo el sofisticado apuntalamiento que se tuvo que llevar a cabo para hacer las adaptaciones, etc. Hagan memoria. Ya entonces se quiso justificar el gasto diciendo que era una inversión de futuro dado que el estadio en cuestión se usaría una vez pasadas las Olimpiadas del 1992. Cosa, esta última, que no fue nunca verdad, puesto que, si lo recuerdan, el estadio fue ocupado de manera errática y siempre temporal por varios inquilinos. Ninguno permanente. La cosa tenía más inri, dado que quien promovió aquel gasto diciendo que estaba bien aprovechado (Pasqual Maragall como alcalde) ahora venía a decirnos (Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat) que prestáramos dinero para dejarlo vacío. Yo no me ablandé . "Ahora que se había encontrado un sentido en el Estadi Lluís Companys, se propone que ayudamos a construir otro. ¿De verdad pensáis que el país, Barcelona, necesita otro estadio? ¿Y que todo ello se haga con ayudas públicas como son los préstamos del ICF?". Otra persona más se añadió a mi posicionamiento, que de poco sirvió, puesto que quedamos en minoría evidente.

El mediterranismo tiene una característica: pretende hacer pasar por altos intereses públicos y colectivos aquello que no es nada más que los intereses de los que remueven las ciruelas

El resto de la historia ya la saben. La operación se hizo e incluyó toda una serie de actuaciones inmobiliarias que, a la época, contribuyeron a hacer que España construyera viviendas por un volumen equivalente al de Francia, Alemania e Italia los tres plegados. He aquí una muestra de los "intereses" de país.

El mediterranismo -este estilo de hacer las cosas en un ámbito geográfico cultural que, si bien incluye Catalunya, también incluye Sicilia- tiene una característica: pretende hacer pasar por altos intereses públicos y colectivos aquello que no es nada más que los intereses de los que remueven las cerezas. Y todo esto hacerlo a la cara, esperando que, encima, los espectadores aplaudan. Se abusa de un estilo de hacer las cosas que lleva a que los italianos reaccionen con una frase muy gráfica: ¿ti stai cacando nel mio cervello? Ah, me olvidaba de recordarles que los propietarios del Espanyol, en aquel tiempo, eran los Lara.

Ahora leo que, intentando hacer la quinta destilación de la cascarilla, actualmente se propone convertir el Estadi Lluís Companys en un centro que acoja startups. Esta es buena, no me lo negarán. Lástima que los del grupo Lara no empiecen apenas ahora sino que lo hicieran cuando entraron por la Gran Vía en 1939 -dos años antes de que fusilaran el Presidente Companys-. De lo contrario, podrían instalarse. ¿No creen?

Més informació
Las no tan buenas noticias del régimen
La pobreza de las naciones (II)
La pobreza de las naciones
Hoy Destacamos
Lo más leido