Nuevo triunfo del lobby 3T

Los lobbies no son organizaciones necesariamente malas en sí mismas. Ni tampoco lo son los objetivos que persiguen -siempre que sean legales-. Aun así, los gobiernos tienen que procurar no caer en manos exclusivas de uno de ellos, ni dar alas a un preferido. Está claro que, de lobbies y gobierno influenciables, hay de muchos tipos. El de la industria en Alemania, el de los industriales norteños de Italia y su gobierno, las energéticas de Francia, etc. Las empresas de telecomunicaciones, en casi, todos los países, etc. Pero hay que son especialmente peligrosos porque, cuando dominan un país, consiguen no generar suficiente riqueza para mantener el estado del bienestar del cual pretendemos presumir en la Unión Europea. Son lobbies miserables que acostumbran a conseguir que el país viva en un estado de precariedad permanente. Un claro ejemplo es Grecia y su sector turístico. Alguien dirá que esto tiene lugar en Baleares también, y es cierto. Han conseguido que la riqueza de aquel territorio se difumine.

Pero en Catalunya es diferente. Además de contar con un lobby nocivo, resulta que es ridículo. Hablo del lobby 3T (Turismo, Taxi, Terrazas). Quiero decir que pasadas las rieras del Llobregat y del Besòs, no son nadie. Es un conglomerado que, sin tener un dirigente único y claramente centralizado, sí que disfruta de un tratamiento especialmente amable por parte del consistorio de Barcelona y que, por razones intrínsecas al país, esta amabilidad se extiende por el territorio como un mantel palermitano.

A la hora de dar prebendas al lobby 3T las disputas entre gobierno y oposición se evaporan. ¿Que hay que bajar los impuestos de las terrazas de bar -como si hubiera que estimularlas porque, parece, hay pocas-? Ningún problema aquí está Junts para dar una mano al PSOE local que gobierna en el Ayuntamiento de Barcelona. ¿Que hay que prohibir UBER, un servicio que funciona en todo el mundo? No discutiremos. Gobierno y oposición como una piña: ¿dónde hay que firmar?

La semana pasada, pero, hemos sufrido una de gorda. Se han juntado la cobardía -tan típica de la clase política catalana-, con los intereses correspondientes. Les hablo del acuerdo del gobierno minoritario de ERC con la oposición a la cual, al parecer, le debe de un favor: se trata de, sobre todo, no regular ni limitar los pisos turísticos. De no mojarse, ya me entienden. Pero no solo han cometido esta aberración covarde y malintencionada, no señor. Lo han decorado con una guinda mucho más peligrosa: dejan la regulación de estos pisos a los ayuntamientos.

Por si alguien todavía no había caído, justo es decir que, salvo pocas excepciones, los ayuntamientos acostumbran a concentrar, en un tipo de cóctel diabólico, lo peor de la política y los vicios catalanes: es decir la incompetencia, la corrupción, y la envidia chismosa.

"Todavía no somos conscientes que unos malos gobernantes pueden hundir un país"

No parece que hayamos tenido bastante con que, una vez muerto Franco, y con una Constitución que le da competencias inauditas a otros lugares de Europa -me recuerdan al mono con una navaja de la calle Morgue de la novela de Poe-, los ayuntamientos hayan trabajado durante casi cincuenta años para destruir el territorio a golpe de recalificación, para anorrear los parajes naturales y para hacer de la costa un tipo de wáter para los visitantes del Pirineu allá. Les hablo de unos ayuntamientos que han conseguido que tengamos los pueblos más horripilantes de Europa. Pues, muy bien, a estos organismos municipales que concentran malos gobernantes gracias a un sistema electoral aberrante -¿o es que ya hemos olvidado el caso Barcelona?- ahora dictarán cómo tiene que ser el turismo de masas del país. El zorro a vigilar las gallinas. ¡Que Dios haga más que nosotros!

Todo parece indicar que todavía no somos conscientes que unos malos gobernantes pueden hundir un país. Y si este es el plan de los que gobiernan Catalunya, van por buen camino. Solo les pediría una cosa: que no se note tanto que o bien son malévolos, o bien no han ido nunca a aprender leer y escribir.

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