El covid-19, el absentismo encubierto y la bajada de la productividad

La capacidad de incorporar más gente a las tareas productivas ha sido una de las lecciones que Europa ha dado

Europa ha sufrido una notable reducción de la productividad, no de la producción | ACN Europa ha sufrido una notable reducción de la productividad, no de la producción | ACN

Se habla poco, pero los efectos de la pandemia sobre la productividad han sido importantes. Solamente después de unos años sabremos los efectos que ha tenido este episodio mundial en todos nosotros. Todavía es temprano para decirlo -faltan estadísticas fiables- pero parece que en Europa el efecto ha consistido en una notable reducción de la productividad, no de la producción. De hecho, y en general, la productividad ha bajado en los últimos decenios. Hacia los años 70, la productividad de las economías avanzadas crecía a un ritmo que iba del 3% al 5%, dependiendo del país. Aunque parezca mentira, porque todo parece tan lejano, hacía relativamente poco que había acabado la Segunda Guerra Mundial. Unos treinta años. Todavía había mucho trabajo a hacer, para reparar los males -ya les dije en un artículo que no fue hasta mediados de los años 70 que España no igualó su renta per cápita con la de Argentina y la de la URSS-.

El hecho es que, en los últimos decenios, el crecimiento de la productividad en el mundo desarrollado viene siendo del 1% anual aproximadamente. Es decir, cada uno de nosotros hacemos un 1% más de cosas cada año. El incremento se traduce en unas mejores condiciones de vida. ¿Ahora, cómo se mesura todo ello? Es complicado. ¿Qué productividad y mejoras personales nos ha comportado, por ejemplo, Google Maps? Es gratis. El transporte y la distribución han visto su trabajo facilitado. ¿Cuántos paquetes no se libraban, o se libraban tarde, antes de esta aplicación? ¿Cuánto tiempo se perdía buscando una dirección?

¿Qué productividad y mejoras personales nos ha comportado, por ejemplo, Google Maps?

¿Cómo medir la productividad? Si la producción de un país -todo aquello que produce en un año- no aumenta y, por el contrario, la gente que trabaja crece, es fácil deducir que la productividad individual ha disminuido. Todo lo contrario de lo que sucede si el número de personas trabajadoras disminuye. Ahora, todo esto depende de como se mire. ¿Cogemos todas las personas trabajadoras, o todas las personas del país? Si cogemos todo lo que se produce en un año (el PIB) y lo dividimos, tendremos una medida: la productividad media por ciudadano. Si cogemos el valor añadido (la suma de los IVA, a grandes rasgos) y lo dividimos por el número de horas trabajadas en el país, tendremos la productividad por hora trabajada. Solamente afecta los que trabajan, no en el resto del país.

Debido a como se ha gestionado la pandemia en Europa, parece que los efectos han consistido a repartir la riqueza. Ha aumentado la producción respecto al periodo prepandemia. Pero ha aumentado todavía más deprisa la gente ocupada. Hay, en general, menos paro. Resumen, ha disminuido la productividad por hora trabajada, pero los países van mejor porque la producción ha aumentado. Dicho de otra manera: hay menos gente no haciendo nada. En el caso de España el tema es importante. Cuando digo que nuestra diferencia respecto de los Estados Unidos es notable es porque allí la gestión de la pandemia fue muy diferente. La gente perdió el trabajo y cuando se ha recuperado la producción se ha aprovechado para podar. La gente no se reincorpora para hacer exactamente el mismo, sino que se ha reorganizado la gestión productiva general del país. Recordamos que en Europa la prioridad consistió a mantener los puestos de trabajo y mantener las empresas como si estuvieran operativas.

Si dentro de unos años alguien quiere ver para qué sirve la Unión Europea, solamente tiene que coger la gestión de la pandemia globalmente: el éxito no se valora bastante y fue excepcional, tanto desde el punto de vista sanitario -descubrimiento de vacunas y su rápida y aseada aplicación global a 450 millones de personas- cómo macroeconómico -gestión diaria y el programa Next Generation-. La capacidad de incorporar más gente a las tareas productivas ha sido una de las lecciones que Europa ha dado. Hasta aquí la cara positiva. Donde más ha bajado la productividad europea es en los servicios y, sobre todo, en aquellos que se podían hacer en casa. Parece que esto del teletrabajo no es nuestro punto fuerte. Ha habido, parece, un tipo de absentismo encubierto. Es lógico. Trabajar solo requiere una gran disciplina personal, pero también organizativa: se tiene que medir el trabajo de los empleados por proyectos o cantidades fijas de trabajo hecho.

Sería interesante analizar las causas de la baja productividad de la economía catalana y determinar si finalmente busca la competitividad en unos salarios estrangulados

Otro peligro consiste en el hecho que, a golpe de bajar la productividad por hora trabajada -se produce más, pero también participan más trabajadores- todo ello nos lleve a pedir más gente: a pedir mano de obra inmigrante porque no hay gente disponible. Este es el caso de Alemania, que va corta de profesionales. Y este peligro es real y tiene consecuencias. Cómo decía, si aumenta la producción de un país y se incorpora más gente que estaba parada, la cantidad de riqueza a repartir dentro del país queda estable y más equitativa. Pero si no se vigila de aumentar la productividad mientras entra mano de obra extranjera, se corre el riesgo de bajar los estándares de vida: el estado del bienestar corre el riesgo de disminuir. Todo parece indicar que el aumento de entrada de mano de obra extranjera tiene que ir ligado a un aumento de productividad. De lo contrario, aparece el problema que sufre Catalunya, inmigración para sectores que favorecen la bajada de la productividad.

Los riesgos tampoco se paran aquí. Parece que los casi dos años de parada han llevado a no realizar inversiones en maquinaria que aumentan la productividad, mientras se mantenía una plantilla que, gracias a la ayuda del Estado, costaba poco. Finalmente, hay quien dice que la productividad va de baja por culpa de unos sistemas educativos deficientes que no encajan con las necesidades presentes. Que todo ha acontecido tecnológicamente complejo y las escuelas, tanto las básicas cómo las de formación profesional, no están a la altura del entorno. Si este fuera un elemento determinante, Catalunya está mal posicionada. Lo hemos podido ver estos últimos días. En cualquier caso, sería interesante analizar las causas de la baja productividad de la economía catalana y determinar si finalmente busca la competitividad en unos salarios estrangulados. Y por eso cuando alguien dice que "vamos bien" siempre hay quien se gira con cara de cabreado...

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