Poder y deseo

Hace unas semanas Anna Pazos publicaba el libro Poder i desig con la Editorial Fragmenta, como parte de la serie Assaltar la Bíblia. Desde hace unos meses soy oyente de Les Golfes, un podcast donde la autora, junto a Júlia Bacardit, conversan sobre temas dispares y variados que, personalmente, siempre me despiertan interés. Como una intrusa a una conversación entre amigas en la mesa junto a una terraza, me gusta oírlas hablando sobre examantes, datos curiosos de todo el mundo o recuerdos compartidos y en solitario sobre vivencias en otros países. Lejos de casa, estas conversaciones se sienten de forma aún más cercana, porque aquí en Amsterdam es poco habitual poder escuchar la conversación de la mesa de al lado si no hablas holandés.

La cosa es que, cuando vi que Pazos había escrito un libro no dudé en quererla leer, y más si el tema al que refería era, por un lado, episodios bíblicos y, por otro, temas tan candentes como el poder y el deseo. Como ella misma expone, el libro es una excusa para hablar sobre un tema a partir de la Biblia, donde la autora relaciona e intersecciona también reflexiones de algunas de las grandes filósofas de la modernidad, como Hannah Arendt o Simone de Beauvoir y escritoras pensadoras como Natalia Ginzburg o Doris Lessing. El poder y el deseo no son nuevos temas en la literatura catalana, y mucho menos en el pensamiento contemporáneo global. Pero Pazos tiene una manera íntima de relacionarlos, pensarlos y reflexionarlos que no deja indiferente a nadie. A partir de la historia de la mujer de Putifar y el esclavo José, la autora hace un recorrido muy femenino en temas como el eros, la subyugación femenina, la liberación de la mujer y el rol de la pasión en la vida social y personal. Un relato íntimo que, como explica, no tiene nada de íntimo, porque "la intimidad al final es lo que decides mostrar y lo que no", y lo que se pone en palabras en un libro siempre será algo que está dispuesta a compartir.

"Que debemos aceptar que, por mucho que luchemos a contracorriente, no dejemos de ser salmones y la corriente del agua, a veces, nos puede superar. Y tampoco pasa gran cosa, si nos supera. No se acaba el mundo"

El deseo y el poder los confundimos a menudo con el amor, pero son otra cosa. Como dice la autora, para vivir es necesario un cerebro y un corazón, pero tienen dos funciones diferentes. Pero ni el poder ni el deseo se encuentran en el primero o en el segundo, a pesar de que siempre se manifiesten estrechamente asociados. Mientras leía este libro me resonaba otra lectura que hice hace unas semanas: Pura Pasión, de Annie Ernaux. Los corazones rotos, los encuentros extraños con señores en el autobús, el deseo desenfrenado que se convierte en una especie de subyugación consentida y encarcelada o la comodidad con la que, en esa subyugación y dejándose llevar por el deseo, la mujer evita su poder. En palabras de Beauvoir, Pazos recuerda que “el hombre la protege (a la mujer) materialmente y le ahorra el riesgo metafísico de una libertad que debe inventarse sus propios fines sin ayuda” (Beauvoir 1968b: 28). Recordando a Ginzburg, el ansia por encontrar al compañero definitivo es un proceso exaltado de prueba y error. Un ansia furiosa por rendirse a algo. Así, existe una cierta ambivalencia en quien será el desgraciado definitivo que recibirá la subyugación definitiva, aquel que ejercerá un poder que, por un lado, deriva del deseo femenino y, por otro, la retiene y la coharta.

Més info: Baila, Nana

Hay algo que me gusta, de cómo escribe Anna Pazos: reconoce abiertamente las contradicciones de la mujer moderna. Y no reniega de ellas. Lejos de aquellas autoras que procuran sólo centrarse en las cosas buenas o malas, en las cosas que debemos cambiar, en las cosas a las que debemos renunciar o las cosas que debemos reclamar, ella exuda entre líneas que, a fin de cuentas, hacemos lo que podemos. Que debemos aceptar que, por mucho que nademos a contracorriente, no dejemos de ser salmones y la corriente del agua, a veces, nos puede superar. Y tampoco ocurre gran cosa, si nos supera. No se acaba el mundo. Recitando a Beauvoir, "toda persona es una combinación de facticidad y trascendencia, de restricciones y posibilidades". Y no hay mejor manera que haciendo resonar este mensaje para terminar este artículo con las palabras de la autora:

Estar despierta es reconciliarse con la ambivalencia y evitar caer en el piloto automático o pensamientos prefabricados. Ser consciente de las inclinaciones y el propio temperamento. Mantener vivo, y con toda honestidad disponible, el diálogo interior. Aceptar también que no podemos vivir como si el resto de la gente no existiera y que, como finalmente concluye Beauvoir, la única manera de ser verdaderamente libre es buscando a la vez la libertad de los demás.

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