Nivel de vida y cultura de terraza

Una de las cosas que siempre me ha sorprendido -enfurecido, de paso- es la constante palabrería sobre lo que, de manera popular, conocemos como nivel de vida. Cuando estableces conversación con alguien sobre este tema, el ejemplo acostumbra a ser el mismo: "¡Ve a un bar y tómate una cerveza en París! ¡Ya verás lo que te clavan!". A mí, este prototipo de conversación -que no me negarán que todos ustedes conocen y que han escuchado más de una vez- me enerva por dos razones que no dicen nada a favor del país.

De entrada, pensar que el coste de la vida se mide por la cerveza del bar me parece de analfabetos. Cómo que, ya hace años, ya estaba más que harto de esta canción, y tenía que hacer un viaje por Europa, decidí hacer un experimento: comparar los precios de un producto de consumo comercializado en toda Europa. Cogí Actimel que, entonces (año 2007) se vendía en aquellas botellitas de plástico que siempre te dejaban ganas de más. Cómo que ya teníamos el euro como moneda única, el ejercicio era relativamente fácil. No tengo los datos de Venecia -ciudad que incluí en el experimento-, pero sí que guardo las de Baden Baden (estado de Baden-Wurttemberg, Alemania).

Lo más alucinante es que la gente acostumbra a sacar conclusiones a partir de viajes de turismo y de la cultura de bar

Un Actimel en un supermercado de aquella ciudad -que, cómo pueden suponer, no es una ciudad barata- valía entonces 1,59 euros. En Sant Cugat del Vallès valía 2,29 euros en una cadena discount de supermercados que todos conocemos. Desde entonces, cuando alguien me dice que una ciudad es cara, le pregunto: "¿Has mirado lo que vale un litro de leche o un kilo de carne?". Desde la implantación de supermercados cómo Lidl o Aldi, la gente empieza a entender que sobrevivir en Berlín o en Múnich no es más caro que hacerlo en Barcelona si tenemos en cuenta que la renta per cápita en Alemania es bastante superior que aquí.

Lo más alucinante, pero, es que la gente acostumbra a sacar conclusiones a partir de viajes de turismo y de la cultura de bar que, antes, yo pensaba que era más propia de la España cañí, pero que nos ha contaminado hasta la médula. Personalmente, me da vergüenza tener que escribirlo.

En Catalunya las cafeterías se fueron al garete hace años. No hay cafeterías cómo se entienden en Europa -aquellas que, según Stefan Zweig, han configurado el Continente. En Catalunya hay bares con unas características que los definen claramente. De entrada, los bares tienen un tratamiento fiscal que, hasta unas determinadas medidas, favorece la irregularidad. La salubridad no parece que esté sometida a inspecciones, de lo contrario la mitad tendrían que estar cerrados. Las autoridades han cedido al lobby de las terrazas y el cáncer se extiende de forma metastásica. El mobiliario es lamentable y, aquello que en Europa son sillas y mesas decentes, aquí están patrocinadas por proveedores de bebidas. Los camareros gastan unas maneras y unos atuendos generalmente alucinantes. ¡Además, no conocen el idioma del país...! ¡Buf!

En Catalunya nadie aspira a estar en una terraza muchas horas leyendo, o siendo atendido por un camarero profesional

Por coletilla, una gran mayoría de ciudadanos de Catalunya se han hispanizado y consideran que ir a un bar a charlar es más interesante que practicar hobbies o asistir a actividades culturales o, simplemente, quedarse en casa cómo hacen la mayoría de europeos (incluidos los italianos que, de vivir bien, saben más que nosotros). Todo ello ha conformado una sociedad que piensa que la terraza es un derecho social. Y por eso se pregunta a los candidatos a las elecciones cuánto vale un café -porque esta es la vara de medir el bienestar que tiene un catalán mediano.

En Catalunya nadie aspira a estar en una terraza muchas horas leyendo, o siendo atendido por un camarero profesional (al cual se le paga convenientemente), ni estar sentado en un mobiliario confortable, en un entorno de buen gusto... Por eso una cerveza cuesta mucho menos entre nosotros que en la mayoría de las ciudades europeas. Porque la situación nuestra es aberrante.

¿Alguien se piensa que me mueve cualquier tipo de subjetivismo? Pues bien, miren lo que dice el Idescat sobre la Distribución del valor añadido bruto del sector de servicios por ramas de actividad en Catalunya y su entorno (2019)

Subsector Catalunya España Alemania Francia Italia
Servicios de alojamiento, comida y bebidas 9% 8,6% 2,3% 3,7% 5,4%

 

Más detalles aquí. Ya hemos sobrepasado España y vamos por el camino de duplicar Italia, triplicar Francia y cuadruplicar Alemania. Claro que su nivel de vida no lo aguanta. Aquí se vive muy bien. ¿Total, quién quiere ir allá? ¡Solo quieren ir nuestros hijos a encontrar un trabajo que no sea de camareros!

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