Sanidad, la descomposición del sistema (II): los médicos

Hace unos meses estuve hablando con un amigo libanés, hombre de negocios. Tiene un problema de oído y, comentándolo con amigos y conocidos, extranjeros todos ellos, estuvieron de acuerdo que el mejor lugar para tratar el problema era Barcelona. "Tiene muy buena fama en el tema médico", me decía. El caso es que vino y le han planificado un tratamiento que dura dos meses y es presencial una vez cada semana. Como vive lejos no se trata de viajar a Barcelona semanalmente. Ha esperado un tiempo y ahora se ha instalado aquí por dos meses. Teletrabajará y viajará por trabajo por Europa, donde tiene parte de los negocios.

El caso es que Barcelona tiene una larga tradición de médicos y centros médicos de renombre internacional: Barraquer, Puigvert... solo son dos de una larga lista. También los grandes hospitales tienen renombre. El Hospital Clínic y el Vall d'Hebron también son muestras. La colaboración pública-privada ha dado, y da todavía, muchos buenos resultados. Todo este sistema que, a lo largo de los años, ha ido superando revoluciones, guerras, regímenes políticos, etc. y que la Generalitat acabó de enmarcar óptimamente en su día, está ahora en peligro por la simple mala administración de los sucesivos gobiernos que sufrimos.

Barcelona tiene una larga tradición de médicos y centros médicos de renombre internacional

En un artículo anterior (Sanidad, la descomposición del sistema) alertaba de cómo se estaba degradando un sistema que había tenido una gran reputación. No solo en el extranjero, sino también entre los usuarios -que es lo que cuenta-. De aquel artículo he recibido comentarios de profesionales. Ninguno me lo ha desmentido, más bien al contrario: se mantienen en el principio que nuestro sistema sanitario está en caída descontrolada. Y por culpa de una mala gestión.

Uno de los problemas que tenemos -consecuencia de un mal gobierno, insisto- es la carencia de médicos. Se forman, pero después desaparecen. Quizás deberíamos de mirar las potenciales razones. Porque formar un médico no es una tarea fácil ni barata. No lo es para el futuro médico. Tampoco para la sociedad.

Més info: Sanidad, la descomposición del sistema

Una vez acabados los estudios preuniversitarios, el candidato tiene que pasar la selectividad. Las notas de corte de la universidad pública son elevadísimas. Los que no la pasan no quiere decir que no sirvan -recuerden que Einstein era un pésimo estudiante- y muchos optan por universidades privadas de las cuales tenemos un par o tres en Catalunya. El futuro médico hace seis años de estudios y, después, aquellos que quieren pueden entrar en un sistema de, podríamos denominar, "prácticas de alto nivel" y que dura unos cuatro años. Es el llamado MIR. Y, en el caso catalán, da un prestigio real -quiero decir que no es simple verbosidad inflamada- reconocido internacionalmente. Como con otros estudios, si el médico quiere dar clases en la universidad se tendrá que sacar el doctorado, además.

Una vez acabada la formación, el ya médico pasa a ejercer como adjunto. No le faltará trabajo en el sector público -ya se sabe que vamos cortos-. Después de diez años de estudios cobrará, con guardias y otros complementos, alrededor de unos tres mil euros, aproximadamente. ¿Dónde se presentan los problemas?

Lo primero es que están mal pagados. Y, como con otras profesiones, un mal pagado con muy buena formación tiene oportunidades fuera de casa. Y se marcha. Hoy en día, instalarse en la Unión Europea es tan fácil como cambiar de población. Quedamos cortos de médicos que son sustituidos por foráneos que, en general, no tienen la formación adecuada. Y quien quiera gastar eufemismos, allá él. Además, como sí que se requiere saber castellano, el catalán es desterrado por unos malos gestores que son los que, como ya he mencionado, están hundiendo el sistema. Y la lengua de paso.

Un mal pagado con muy buena formación tiene oportunidades fuera de casa

Algunos dirán que gastamos dinero público y privado para formar a gente que después no utilizamos. Acierto. Y que los sustituimos por personal de peor calidad, ¡acierto otra vez! Pero hay más cosas. Por los múltiples tratados internacionales del Reino de España con países latinoamericanos, muchos estudiantes de médicos vienen a hacer el MIR. Después marchan, porque en su país ser médico con un MIR europeo es como haber estudiado tecnología en el MIT y allí, donde la medicina es un lujo, se puede ejercer de médico de prestigio. O sea que, también, financiamos la formación de extranjeros que van de paso.

Ya lo ven. El periodista Julio Camba (1884-1962) escribió sobre algunos políticos españoles de la República: "Son capaces de hundir el Banco de Inglaterra". Los nuestros, los de ahora, son capaces de hundir el sistema sanitario. Lo han demostrado con creces.

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