El canal Segarra-Garrigues es, después de la línea 9 del metro de Barcelona, la infraestructura más importante de Cataluña de las realizadas los últimos años. Aun así es una infraestructura de la que se habla con voz queda. Podríamos decir, ahora que está de moda la puesto-verdad, que esta ha conseguido trasladar a la sociedad catalana una opinión negativa sobre uno de los proyectos más transformadores para la Cataluña del siglo XXI. Para hacerlo se han dicho muchas falsedades y exageraciones sobre este regadío moderno y eficiente. Ha habido un exceso de ideología, con una concepción simplista de la realidad, esta ha quedado reducida a unos valores absolutos medioambientales en relación a unas aves sin ninguna otra consideración socio-económica u otros medioambientales. En mi opinión, ha habido ingenuidad o irresponsabilidad.
Pero los embates contra el canal no se han limitado a la opinión, sino que han sido decisivos al comprometer los resultados esperables de una obra de tal envergadura. A guisa de resumen de todo, después de múltiples modificaciones y después de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el proyecto tiene que destinar el 42% de su superficie a "zonas de especial protección de las aves" (ZEPA) con exclusión del riego o con severas restricciones a este.
"El canal Segarra-Garrigues es, después de la línea 9 del metro de Barcelona, la infraestructura más importante de Cataluña de los últimos años"
Sin duda, para llegar aquí se tienen que haber hecho mal algunas cosas. Además, al proyecto no le faltaron adversarios especialmente activos, entre ellos entidades ecologistas, entidades conservacionistas, grupos NIMBY (no en casa mía) y competidores territoriales del agua. Pero, seguramente, el más problemático fue la división al si de la Generalitat en el momento más decisivo del proyecto. De alguna manera, para no comprometer alianzas políticas, se prescindió de un buen liderazgo y se prefirió cerrar los ojos ante la divergencia de las actuaciones entre los principales gestores del proyecto. Quienes creían en el proyecto se dedicaban a las obras y quienes no creían en el proyecto curiosamente eran los responsables de defenderlo en Bruselas.
Potencialmente el Segarra-Garrigues, entre otros resultados, puede incrementar cerca de un 25% la producción agrícola catalana, puede dar riqueza en una región donde se está abandonado el campo por carencia de rentabilidad (tal como en su tiempo propiciaron los regadíos históricos de Lleida) y puede crear unos 20.000 puestos de trabajo. Sin duda hay una gran desproporción entre el objetivo de defensa de unas aves, que ocupan en la zona considerada una posición absolutamente marginal, y los importantes impactos positivos en el ámbito económico, social y otros medioambientales.
"La infraestructura puede incrementar cerca de un 25% la producción agrícola catalana y crear unos 20.000 puestos de trabajo"
El Segarra Garrigues es la mejor herramienta que dispone nuestro país para mejorar el autoproveïment alimentario, para garantizar el consumo de proximidad, para reducir importaciones y, por lo tanto, emisiones de CO2. El regadío multiplica la producción por unidad de superficie, con lo cual nos posibilita alimentar además personas sin tener que desforestar, siendo la deforestación una de las fuentes importantes de emisiones de gases efecto invernadero. Pero entre todos juntos hemos decidido que podemos desaprovechar este recurso imprescindible.