La síndrome de la Pitufina

Cuando era más joven, a veces me sentía especial cuando era la única mujer de la sala. Me sentía elegida, como si fuera diferente al resto de mujeres y hubiera ganado una competición ficticia en la que, de todas nosotros, era yo la que representaba mi mitad poblacional en aquella ocasión. El resto, los hombres mediocres, necesitaban muchísima representación, pero por parte de las mujeres era suficiente con una. Era un sentimiento que combatía con fuerza, porque sabía que no era verdad y que no debía sentirme así, que era poco feminista por mi parte. Lo que no sabía era que ese sentimiento contradictorio tenía un nombre: el síndrome de la pitufina.

Este síndrome se conoce como el efecto que se produce cuando una mujer es la única representante de su género en un grupo predominantemente masculino. El nombre sale de la serie Los Pitufos, donde hay un ejemplar de cada carácter y sólo una mujer en todo el poblado, haciendo entender que su rasgo característico es, exactamente, ser una mujer. El concepto fue introducido por primera vez por Katha Pollitt en el New York Times Magazine en 1991, bajo el título “The Smurfette Principle” (en castellano, “el síndrome de la Pitufina”).

"Este síndrome se conoce como el efecto que se produce cuando una mujer es la única representante de su género en un grupo predominantemente masculino"

Uno de los principales atributos de este síndrome es que la mujer seleccionada encarnará a todos los atributos femeninos posibles, ya que es la única versión representativa del género femenino, por lo que será una representación totalmente irreal y limitada de la mujer, como explica la periodista Anita Sarkeesian. Pero aún más, esta visión también refuerza la idea del masculino como norma y el femenino como excepción, lo que lleva a generar una mayor presión a las mujeres para adaptarse a los estereotipos de género cuando se encuentran en estas situaciones o sentirse diferentes o excluidas en algunos círculos, especialmente los decisorios o de poder.

Así, esta desviación psicológica afecta tanto a las personas individualmente o como a colectivo. Algunos de los ejemplos de personajes que sufren el síndrome de la Pitufa más famosos son la Princesa Leia en La Guerra de las Galaxias, Shizuka en Doraemon, Abril de Las tortugas Ninja o la Viuda Negra en Los Cuatro Fantásticos. Series y películas que toda mi generación ha visto alguna vez y que, seguro, que ha jugado a performarlas a la hora del patio, en casa a unos amigos o a una fiesta de cumpleaños. Donde la niña ha aprendido que, en algunos juegos, los que no eran de princesas, ser "la chica" era visto como un rasgo distintivo suficiente para tomar un rol en la trama del juego.

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Sobre esta cuestión creo que ya escribí hace unos años, pero vuelvo a hacerlo ahora por una razón esencial: ya no me pasa. Hace muchos meses que, si pienso en un espacio en el que he estado siendo yo la única presencia femenina, no me viene a la cabeza. Cuando veo los productos culturales que consumen los más pequeños de casa, veo un cuidado en la representación de paridad de género y raza. Un cuidado que no huye del tokenismo, pero que representa, en menor o mayor medida, un cambio. Así que, si bien todavía tenemos mucho camino por recorrer, ha habido un cambio en las dinámicas y maneras de hacer de la sociedad. Quizás ínfimo, seguro tardío. Pero lo suficientemente significativo para que una vida de menos de treinta años ya perciba algunos brotes verdes.

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