Tenemos que crecer para competir

Estas últimas semanas el debate sobre los efectos de la situación política catalana sobre la economía ha sido notorio. Un debate arraigado en la incertidumbre de los últimos meses y las casi 1.800 empresas que han trasladado su sede social fuera de Cataluña y el millar que han trasladado tanto la sede social como la fiscal. Entre las 2.800 empresas que desde el pasado 9 de octubre han tomado la decisión del traslado, muchas ellas movidas por actuaciones mimètiques más que por un análisis cuidadoso de riesgos, hay de varios tamaños y sectores. Si bien es prematuro cuantificar y calificar el impacto real sobre la economía catalana a futuro, también es cierto que las más grandes de las que han marchado aportaban casi un 5,5% del total del volumen económico y entre ellas hay 6 de las 7 empresas catalanas de la Ibex.

Hoy en día, una gran parte de las empresas catalanas exportan, de hecho sumando las ventas de Cataluña al resto del Estado y al resto del mundo el año pasado se llegó casi a los 104.000 millones de euros. Una cifra muy importante lograda mercedes al incremento continuado de las exportaciones, que han sido la palanca para afrontar los enormes problemas de la gran crisis iniciada el 2007, de hecho un 70% de nuestro PIB depende del mercado exterior. Una enorme capacidad de la economía catalana, que aporta un 19% del PIB español, por un dinamismo que se adentra en el fin del siglo XVIII, cuando interiorizó el proceso industrializador, que entonces se iniciaba al continente en el marco del textil.

No obstante este dinamismo de las empresas catalanas, siguen teniendo una fuerte dependencia de los mercados españoles, un hecho que se demuestra en qué alrededor del 40% de las ventas exterior se efectúan al resto del Estado. En consecuencia, unas cifras de exportación muy condicionadas tanto por las transacciones con la UE28 como con el resto del Estado, un hecho constatado en que el 80% de las operaciones exteriores catalanas se efectúan en estas dos áreas.

La marcha de empresas tiene un impacto potencialmente negativo a futuro más que de presente. Ahora bien, los impactos negativos no son sólo los arraigados a las decisiones de estas grandes y medianas empresas, la situación creada y en especial la creciente animadversión hacia Cataluña o sus productos, empieza a tener un impacto real sobre empresas catalanas con una fuerte dependencia del resto del Estado. Una dependencia que no se puede menystenir. La amenaza en cuanto a la pérdida de mercados españoles con su impacto sobre el crecimiento y la ocupación es una amenaza real que no se puede ignorar, como se comprueba escuchando a pymes catalanas, que explican cómo han visto disminuir los pedidos en este trimestre, poniendo en peligro los resultados del año. Una nueva amenaza que llega sobre tejido empresarial, industrial, que a lo largo de los últimos años ha evidenciado saber reaccionar con rapidez al ajustar su capacidad productiva, al ser audaz al llegar con éxito a nuevos mercados internacionales para compensar la carencia de demanda interna y también valiendo cuando lograr modelos de actividades más competitivos.

"La amenaza en cuanto a la pérdida de mercados españoles con su impacto sobre el crecimiento y la ocupación es una amenaza real que no se puede ignorar"

Una transformación notoria que no ha permitido a muchas emprendidas superar algunos problemas que limitan su capacidad, como la carencia de dimensión de las empresas pequeñas y medianas, un hecho que dificulta innovar y llegar a mercados alejados.

Por otro lado las empresas siguen sufriendo de insuficiencia de fondos propios y no disponen de los instrumentos financieros adecuados. La situación actual, los problemas que se dibujan el horizonte cercano de las empresas pequeñas y medianas, que son mucho dependientes del mercado español, ha puesto nuevamente en evidencia los que se detectaba en la penúltima edición de las jornadas de economía industrial que organiza la Fundación por la Industria: "Las empresas que configuran la economía catalana requieren ganar medida, especialmente a las empresas medianas, dado que hay muchas evidencias que la dimensión trae a una mayor productividad, a una mejor incorporación de la innovación, a la contratación de trabajadores mejor formatos y de mayor resistencia ante los ciclos recesivos".

Haría falta pues aceptar que acontece requerido incrementar la medida de las empresas, desarrollando políticas incentivadores, para poder competir en los mercados internacionales y entomar las inversiones imprescindibles en I+D para competir con valor e innovación. Herramientas existen, sólo hace falta determinación y recursos para hacerlo.

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