¿Traspaso de Rodalies (de Renfe)? Póngase cómodos

Parece que el proceso de la tan reclamada transferencia del servicio de Rodalies (de Renfe, coletilla que todo el mundo obvia, de forma totalmente errónea) ha empezado a andar. Hace un tiempo el hecho habría causado una cierta euforia. No es el caso hoy. Las razones son diversas. La sociedad catalana se ha puesto en guardia. Está insensibilizada ante la propaganda oficial. Ha aprendido, finalmente muy bien, que de la palabrería oficial a la realidad va una distancia tan grande que, de costumbre, equivale a no menearse de donde estábamos.

De entrada, el jarrón de agua fría inicial llegó en forma de puntualización del gobierno español ante la excitación injustificada promovida por el pacto entre el PSOE y ERC. No será la Generalitat quien gestionará Rodalies (de Renfe), sino una empresa mixta. ¡Pocas empresas han gestionado los que firmaron este pacto! Todos sabemos -bien, todos los que no vivimos del erario público- que las empresas mixtas sin una clara mayoría y unos pactos de accionistas escrupulosamente redactados, son un bonito método de encallar temas y dejarlos en manos de una permanente negociación que acostumbra a hacer el proyecto tan ineficaz como caro.

"No será la Generalitat quién gestionará Rodalies (de Renfe), sino una empresa mixta. ¡Pocas empresas han gestionado los que firmaron este pacto!"

El segundo jarrón de agua fría -y por eso quiero mantener la coletilla "de Renfe"- vino de los sindicatos de Renfe. Sobre esta empresa -heredera con, orgullo propio, del franquismo- ya escribí un artículo aquí mismo. Los señores de Renfe amenazaron con una huelga si eran traspasados a la Generalitat. Faltó tiempo para garantizarles que no desesperasen que, en cuanto a ellos, nada cambiaría. Uno se pregunta: ¿si no cambia el personal que es el responsable mayoritario -no nos engañemos, por favor- del mal servicio que ofrece Rodalies de Renfe, qué es lo que cambiará? Digo yo que el pésimo servicio solo cambiaría si la automatización del sistema hace innecesaria la acción humana. En cierto modo, es lo que se ha conseguido en los Ferrocarrils de la Generalitat (FGC).

Més info: Dos reservas de la biosfera franquista

Y aquí es donde entran en escenario los jarrones de agua fría propios, quiero decir los que se tiran, aunque no se diga, desde nuestro bando, el catalán. Cuando la Generalitat recibió el traspaso del llamado "Tren de Sarrià" recibió una empresa infrautilitzada y gestionada como un metro y del cual nadie esperaba gran cosa. Pero el gobierno de la época recibió una empresa que venía de manos privadas y que había quebrado -bien, temporalmente, dos años, la gestionó Madrid- y que, por lo tanto, no formaba parte del "cocidito madrileño" que domina el sector público español desde el siglo XIX.

Rápidamente, y este es el mérito, se nombró al señor Antoni Vilalta presidente de la empresa FGC. Es de dominio público que de la mano de aquel reusense viajaba siempre la eficacia y la modernidad. Y, por lo tanto, la revolución a los FGC fue un acontecimiento fenomenal. Yo, como Barcelonés, desde los catorce años usaba el Ferrocarril de Sarrià y, a partir de los treinta, como sancugatense, continué. Nunca he visto una evolución positiva de un servicio público como el que yo, como tanta otra gente, pude contemplar en un periodo de tiempo tan corto. El cambio fue radical. Es una de las consecuciones que, en la época, hacían pensar que los catalanes éramos capaces de hacer más cosas de las que nos habían dejado hacer hasta entonces. No hay que decir que esta agradable sensación se ha disipado ya hace años.

Vista como va la gestión de la cosa pública catalana, la pregunta es inevitable. ¿Gestionará la Generalitat Rodalies (de Renfe) con eficacia? Lo dudo. Las trabas son grandes. Y nosotros formamos parte de éstas.

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