Unión Europea, prepararnos para la deuda de guerra

La guerra de Ucrania hará que empezamos a utilizar términos económicos que nos parecerán nuevos, pero que son tan viejos como el concepto de guerra mismo. No se acostumbra a tener en cuenta que una guerra se tiene que financiar. Los antiguos reyes de la Edad Media lo sabían. Se rodeaban de nobles que los nutrían de dinero, a cambio de favores posteriores. Después, las monarquías aprendieron a cobrar impuestos, que eran más elevados en tiempos de guerra, claro. Los recomiendo un film que se titula La favorita. Habla de la reina Anna de Gran Bretaña (1665-1714). Viéndola, uno se da cuenta de que los británicos se retiraron de la Guerra de Sucesión -y por eso los catalanes nos quedamos sin su apoyo- porque la mencionada reina no quiso subir los impuestos para continuar financiando el conflicto. Sencillo, según cómo se lo miren.

El caso es que de unos días acá la Unión Europea (UE) -es decir, nosotros- hemos entrado en una economía de guerra. Por dos razones. La primera es porque hemos impuesto sanciones. Yo no creo demasiado en estas sanciones. Pero ya veremos. La realidad es que las sanciones económicas tienen el componente del regreso. Como en todas las actividades económicas. Y el regreso por nosotros es negativo. Si nuestras empresas no pueden vender a Rusia, entonces los rusos tienen menos productos que comprar. Y nosotros ingresamos menos. Hace poco se ha anunciado que grandes empresas europeas paran las actividades en Rusia. Además, como respuesta, es muy posible que Putin nos acabe castigando usando los recursos energéticos que su país posee. Resumiendo, entre las pérdidas que las empresas europeas tendrán que sufragar y la subida de precios de la energía, las familias europeas tendrán menos dinero para gastar. Todo será más caro. De esto ya hemos empezado a sufrir las consecuencias.

Ya se sabe que, si hubiera sido por nosotros, hoy en día el desembarco de Normandía nunca tendría lugar: somos pacifistas

Pero hay otro lado menos conocido del que los gobiernos no hablan mucho, por impopular. Me refiero al gasto militar. Aunque tarde, los gobiernos de la UE están financiando al ejército ucraniano. Se han apuntado todos, como corresponde. Renqueando los españoles, como corresponde al estilo toca tambores que caracteriza la política ibérica. No sé si los catalanes ni tan solo lo hubiéramos hecho -ya se sabe que, si hubiera sido por nosotros, hoy en día el desembarco de Normandía nunca tendría lugar: somos pacifistas. La realidad es que los gobiernos de la UE tendrán más deuda porque el dinero y el material que se envía no volverán nunca. Estaremos en una situación que, en España, no hemos sufrido nunca desde la Guerra Civil: estaremos financiando directamente una guerra.

Como en la UE hay gente que piensa, y actúa, por nosotros -gracias a Dios- este próximo fin de semana -los días diez y once- tendrá lugar en Versalles una cumbre propuesta por el presidente de turno del Consejo de la UE, Emmanuel Macron. Este consejo, importantísimo, tiene por objetivo tratar los aspectos que he mencionado más arriba. Porque, según cómo vayan las cosas, si la guerra se alarga, las consecuencias económicas podrían ser equivalentes a las del Covid. Una recesión de gran envergadura. Y, claro, apenas saliendo de otra, podríamos decir que no estamos para romances.

Lo más importante de este encuentro será la discusión de unos fondos que tendrían que servir para continuar estimulando el gasto. Y en dos vertientes. Una sería la pura financiación de las actividades militares. Las de corto plazo -ergo, financiar a Ucrania- y las de largo plazo: creación de una fuerza pan-europea de intervención militar. No dejarlo todo en manos de la OTAN puesto que, como expliqué la semana pasada, y como se ha demostrado en este conflicto, nuestros intereses ya no son tanto anglosajones como lo habían sido. Y el presidente Macron y el canciller Scholz han salido escaldados al evidenciarse impotentes a la hora de intentar evitar el conflicto armado. La otra parte del dinero que se tienen que recaudar tendría que servir para diversificar las fuentes de energía de las que se alimenta la UE -tanto en características como en proveedores- y acelerar la transición hacia las renovables.

Buena parte de los frugales están a tocar de Rusia, y una defensa común y solidaria les interesa, evidentemente - le han visto las orejas al lobo

Se habla, otra vez, de cantidades multimillonarias. De aquellas que hacen dar vueltas a la cabeza. Y esto requerirá, una vez más -y será la segunda-, que se tenga que hablar de mutualizar la deuda. Es decir, no se trata que los miembros de la UE aporten dinero, sino que la UE emitiría deuda del que serían garantes todos los miembros solidariamente. Como ya sucedió con los fondos NextGen. Ahora las discusiones pueden ser largas, como siempre. Pero el escenario ha cambiado. Buena parte de los frugales -el nombre que reciben los estados que no quieren estirar más el brazo que la manga- están a tocar de Rusia geográficamente: Suecia, Finlandia, las Repúblicas Bálticas, Austria, etc. Y una defensa común y solidaria los interesa, evidentemente -le han visto las orejas al lobo. Si se suman Francia y Alemania, es probable que el tema avance. Poco a poco, como todo en la UE. Pero que avance. El hecho consolidaría un aspecto de la financiación europea que era tabú hasta hace poco: la emisión de deuda europea. Un hecho que puede empujar a la UE a una financiación federal normalizada como laque Hamilton impulsó en los recién nacidos Estados Unidos.

Será cuestión de irlo siguiendo. El tema es importantísimo. Va de aumentar la unidad de la UE, aproximándonos a un estado federal que, al contar con herramientas militares de defensa comunes, podría llevarnos a pensar en cómo defender mejor nuestros intereses ante el mundo. Veremos cómo se nos informa. De momento, nuestra prensa ni pía.

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