Agnès Ensesa es una viajera infatigable, gran conocedora y enamorada de África, que promueve una manera diferente de viajar. Hace más de 10 años que viaja por tierras africanas y ha vivido un año en Sudáfrica. Conoce de primera mano algunos de los países más pobres del mundo, como son la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, y es una de las primeras mujeres que ha hecho la travesía por la selva del Parque Nacional de Ivindo.
En el año 2020 fundó Travel with conscience, una agencia de viajes ecológica desde la cual invita a descubrir la magia de las tierras africanas de Santo Tomé y Principe, de una manera muy concreta: con conciencia, desde un rol activo, para encontrar -o reencontrar- "lo que realmente importa: la esencia de uno mismo".
¿Cuál fue tu primer viaje a la África negra?
Lo hice en 2012, y fue un punto de inflexión en mi vida. Apenas venía de sufrir una ruptura con una pareja con la que siempre viajaba. Y, con mis padres, que desde siempre han sido muy viajeros, decidimos ir a Etiopía.
Aquel viaje me sacudió totalmente. Me emocioné, lloré, exploré. Nada me dejó indiferente. Y, desde entonces, no he dejado de viajar a este continente.
Más de una década.
Y durante estos años he sentido que las tres semanas al año que pasaba en África eran mi momento más feliz. Sin darme cuenta, estaba haciendo viajes espirituales, de autodescubrimiento. Y en cada viaje, he cambiado como persona, me ha transformado.
"Siempre pongo la intención de viajar con el corazón abierto, con inocencia en los ojos y con curiosidad, sin juicios ni expectativas"
¿Qué es para ti viajar?
Viajar es redescubrirse a uno mismo. Es decir, yo en cada viaje conozco una parte de mí que desconocía. Para conseguirlo, es muy importante tanto la intención como la atención que ponemos en el viaje. Yo siempre pongo la intención de viajar con el corazón abierto, con inocencia en los ojos y con curiosidad, sin juicios ni expectativas.
Cuando voy a un destino, no espero nada. Y así, el destino me lo da todo.
¿Y sobre la atención?
Un viaje te cambia la vida, si tienes un rol activo y no pasivo. Es decir, si no vas a consumir un viaje y a huir, que es lo que mucha gente hace, para desconectar de la ansiedad del trabajo y huir de los problemas. Pero cuando vuelven, la realidad no ha cambiado: los problemas son los mismos.
"Cuando voy a un destino, no espero nada. Y así, el destino me lo da todo"
Es cuando somos activos que el viaje nos enriquece, cuando ponemos la atención en el presente, cuando hacemos actividades educacionales, donde aprendamos, sostenibles, y en las que haya una interacción real con la gente.
¿Actividades sostenibles?
Sí, como por ejemplo, ver las tortugas poner huevos en la playa, con una ONG o fundación. Y así, además de pagar un dinero a la ONG, puedes tomar conciencia sobre la situación en la que viven las tortugas, que están en peligro de extinción debido a la cantidad de plástico que hay en los océanos.
O hacer actividades con guía locales, o que aporten un impacto positivo en la economía local de ahí donde viajamos. Tenemos que viajar pensando en aportar un impacto positivo en el país que visitamos. Apostar por hoteles ecológicos y locales.
¿La África negra es un viaje apto para todo el mundo?
Lo es. Yo invito a la gente a que la descubra porque es una explosión de vida. Todos venimos de la África negra; son nuestros orígenes. En los latidos de la tierra africana el ser humano se reconcilia con la naturaleza, el silencio, el misterio y encuentra sus raíces. Además, es el continente más desconocido de todos, el más impactante. Es difícil que te deje indiferente.
"En los latidos de la tierra africana el ser humano se reconcilia con la naturaleza, el silencio, el misterio y encuentra sus raíces"
Ahora que los viajes son más asequibles económicamente, parece que para las generaciones actuales viajar sea una prioridad que se tiene que hacer, como mínimo, una vez al año, y tiene que incluir un avión. ¿Es ético? ¿Es sostenible?
Depende de cómo se viaje. Es decir, no es sostenible que a Barcelona lleguen 26 millones de turistas al año, cuando en la ciudad viven 1,6 millones de habitantes. Pero si el turismo es responsable y sostenible, puede crear un impacto positivo muy fuerte en un territorio. Como turistas, podemos contribuir al desarrollo de un país, de maneras en las que un gobierno no lo puede hacer.
Ahora bien, un turismo low cost, que busca el precio más bajo en todo, y que no tiene un interés en aportar, no es sostenible.
¿Por qué decidiste fundar la agencia Travel with conscience?
No estaba dentro de mis planes, pero como pasa muchas veces: el propósito no lo buscas, sino que te encuentra. Y a mí me encontró, en el 2019, en una expedición de 12 días en la selva, en el Congo y Gabón. Sentí miedo antes de hacerla, pero tenía una intuición y la tenía que seguir; a lo largo de la vida he aprendido a hacer las cosas, aunque tenga miedo.
"Como turistas, podemos contribuir al desarrollo de un país, de maneras en las que un gobierno no lo puede hacer"
Recuerdo perfectamente el momento antes de entrar a la selva. Una vez entras, ya no puedes echarte atrás. Y yo que soy muy espiritual, de alguna manera, hablé con los espíritus del bosque, y les pedí que, por favor, me protegieran y que, a cambio, haría cualquier cosa que me pidieran. Fue una entrega y rendición total a la vida.
Parece que la expedición fue bien.
Estuvo cargada de retos emocionales y físicos, pero fue muy bien. No es fácil andar 16 kilómetros al día por la selva, en un camino lleno de obstáculos, lianas, agua, barro, que a veces te llega hasta medio cuerpo… Cuando llegas al lugar, tienes que preparar el fuego, las tiendas… Y te encuentras todo tipo de bichos e insectos, y otros animales. Es un lugar hostil.
Cuando acabamos la expedición, los exploradores que nos acompañaban nos dijeron que era la primera expedición en la que no se habían encontrado ningún animal salvaje peligroso. Miré al bosque y le agradecí. Sabía que me había protegido y conectado.
En el avión de vuelta, desde Gabón, estuve mirando mapas sobre países africanos. Y vi que delante de Gabón había unas islas muy pequeñas de las que nunca había oído hablar. Y no sé por qué, pero me obsesioné con ellas. Y más todavía cuando, al llegar a Barcelona, vi fotografías de su paisaje.
¿Cuánto tardaste en viajar hasta Santo Tomé y Príncipe?
Pocos meses. Y fue el primer viaje que hice sola. Y, al llegar, el país me enamoró. Era el paraíso que siempre me había imaginado. Además, era uno de los países menos turísticos del mundo y el más seguro de África: era como descubrir un tesoro.
En este pequeño paraíso, organizas viajes con conciencia. Ponme un ejemplo banal de esta conciencia que promueves en los viajes.
Cuando llegamos a un lugar local, muchos clientes me preguntan: "¿Puedo hacer fotos?". Y, por ejemplo, si estamos en el mercado, les recomiendo que primero hablen con la señora de la parada, que pregunten qué vende, qué precio tiene, que incluso le compren cuatro bananas… que hayan tenido una interacción y un interés en la persona. Y entonces, que le pregunten si le pueden hacer una foto, y seguramente, les dirá que sí. Es más enriquecedor si hay un interés y un intercambio de cultura. Y recordarán mucho más lo que hablaron con la señora, que no la foto.
"En la África negra es difícil sentirte solo"
¿Podrías desmentir algún tópico de África?
El más mítico de todos es que la gente pobre de África es feliz. Pero no es exactamente así. Los valores son diferentes, y especialmente tienen un sentido de la comunidad que nosotros no tenemos. En la África negra es difícil sentirte solo: las familias son numerosas y las comunidades que se generan son muy próximas.
¿Tiene cabida en una ciudad como Barcelona un turismo más consciente y sostenible?
Sí. Con un modelo que tenga interés educacional, de aprender y enriquecer. Por ejemplo, el modernismo es un patrimonio único que tenemos en el mundo. Y, como turistas, en vez de querer consumir, se tendría que buscar vivir una experiencia, conscientemente, como, por ejemplo, ir a un restaurante modernista. Y buscar momentos más reales para interactuar con la gente local, con menos masificación. Buscar actividades típicas o locales, como ir a ver sardanas.
"Yo pondría una tasa de turismo de 25 euros la noche, y con estos 25 euros, haría cosas para la ciudad"
¿Y visitar la Sagrada Familia?
Es cierto que la Sagrada Familia se ha podido construir tan rápidamente gracias a la aportación del turismo, pero realmente tendría que haber una cuota máxima de gente al día. Y, si hace falta, para reducir el número de visitantes, se tienen que subir los precios. La gente, además, lo pagaría.
Me acuerdo cuando, hace muchos años, se puso la tasa del turismo a los hoteles. Los hoteleros se llevaron la manos a la cabeza. Pensaban que, por aquellos dos o tres euros la noche, los turistas dejarían de venir. Pues yo pondría una tasa de turismo de 25 euros la noche, y con estos 25 euros, haría cosas para la ciudad. La tasa de turismo puede ser una contribución económica útil para la ciudad. Puede ser este impacto positivo que tiene que aportar quien visita un territorio.