Desde Baden-Baden: huéspedes de calidad

El eje conformado por Karlsruhe y Baden-Baden entra dentro de la tradicional capacidad de colaboración germana

Baden-Baden es una de las principales ciudades del sur de Alemania | iStock Baden-Baden es una de las principales ciudades del sur de Alemania | iStock

La vida nos enseña que cuando se repite una cosa con una frecuencia excesiva es que es falsa o engañosa. Sobre todo cuando se divulgan, permanentemente, mensajes anunciando aquello que se hará. Ya hace años que capté que la distancia que hay entre lo que los catalanes decimos que haremos y lo que después hacemos es enorme. A veces esta distancia es fatigante y, entonces, aparece la frustración. Un ejemplo clásico lo constituye la permanente cancioncilla del turismo de calidad. Ignoro si nunca disfrutaremos de un turismo de calidad -sobre todo si no tenemos, antes, empresarios turísticos de calidad-. La calidad se espera de los servicios recibidos y también de aquello que se contempla a la hora de viajar. Nosotros no tenemos ni pueblos guapos -al contrario, son horripilantes- ni un gusto bastante refinado para satisfacer las demandas de este presunto turismo del cual hablamos. Si quieren saber lo que, quizás, se aproxima al turismo de calidad, visiten Baden-Baden. Se darán cuenta de que, al ser de calidad, deja de ser turismo. Y esta es la gracia.

Baden-Baden es una ciudad termal situada en el estado de Baden-Wurtemberg, en el sur de Alemania. Como salen aguas calientes, a los romanos les pareció que instalar un asentamiento no sería una mala idea. La gente fue para curarse de aquellos males que, decían, que el agua caliente cura. Pero fue a finales del siglo XVIII que empezó a ir la gente chic, que en aquella época eran la realeza y la aristocracia. Este hecho, el de la realeza yendo a remojarse en aguas termales, ha sido una característica muy europea. Como que España siempre ha funcionado con los muebles alquilados, la monarquía española solo se remojaba los pies con agua fría e iba a San Sebastián. Bien, el caso es que Baden-Baden aconteció una ciudad con unos hoteles y unos palacios termales de una gran categoría.

Ya hace años que cogí que la distancia que hay entre lo que los catalanes decimos que haremos y lo que después hacemos es enorme

La ciudad tiene unos 55.000 habitantes y es tranquilamente agradable. Se puede llegar por muchos lugares, puesto que está muy bien comunicada por tren y avión. Si estás en un país donde el ferrocarril es predominante, la conexión ferroviaria es buena y de gran tradición. De lo contrario, se llega en avión al aeropuerto que la ciudad comparte con Karlsruhe, un aeropuerto que no es nada más que una antigua base militar que la abundancia de vuelos ha convertido en aeródromo internacional. En Karlsruhe tiene la sede en el Tribunal Constitucional alemán, pero también una serie de polígonos industriales y científicos de una calidad que a nosotros nos sorprende. El eje conformado por Karlsruhe y Baden-Baden entra dentro de la tradicional capacidad de colaboración germana (servicios, industria y gobierno), que es aquello que los convierte en imbatibles. Y es que no solo se vive de los servicios, en Baden-Baden.

¿Baden-Baden una ciudad turística? Cuando la he visitado, que han sido varias veces, nunca he tenido la sensación. Y este es el secreto. La gente que va se transforma en un huésped de calidad. Un viajero que está alojado en una ciudad termal europea. Nada es estridente. Los parques y los paseos son espaciosos y de una parsimonia que sorprende. Si bien la ciudad era conocida como la capital de verano de Europa, la prostitución urbanística y comercial es inexistente. ¿Es lo que nosotros concebimos como turismo de calidad? No necesariamente. Hay hoteles caros, carísimos, y otros muy asequibles. ¿Baratos? Ninguno. Una ciudad con capacidad de atracción de visitantes foráneos con hoteles baratos acaba siendo como Lloret. Entonces todo se pone en línea: restaurantes baratos, alcohol barato, etc. Los hipódromos dejan paso a los parques acuáticos, y los auditorios por filarmónicas son ocupados por múltiplos tablaos flamencos. Con todo esto quiero significar que Baden-Baden nos recuerda permanentemente que los actos tienen consecuencias y que cuando uno es burro lo más probable es que se vea obligado a comer paja.

Una ciudad con capacidad de atracción de visitantes foráneos con hoteles baratos acaba siendo como Lloret

La ciudad tiene dos momentos estelares al cabo del año. Las vacaciones estivales para la gente que ama la tranquilidad y toma baños. Otra es en mayo, cuando en la región se cosechan -abundan los temporeros del Este- una cantidad de espárragos que, literalmente, hace bailar la cabeza. En todas partes, restaurantes de lujo, cervecerías típicas o restaurantes. En todos los lugares se anuncia la noticia: han llegado los espárragos. Blancos y gruesos. Y se comen al gusto del cliente: vinagreta, mantequilla o salsa holandesa. Cualquier preparación, pero a centenares. Y hablando de salsas no está mal recordar al abogado y escritor francés Bernard Le Bouyer de Fontenelle, amante de los espárragos, a la flamenca –con mantequilla y huevo duro rallado-. Su amigo, el abad Jean Terrasson, los prefería a la vinagreta. Un anochecer, cenando los dos en casa del primero, decidieron que, vista la disparidad de criterios, el cocinero prepararía los espárragos de las dos maneras, mitad y mitad. Desgraciadamente, antes de que les llevaran el plato a la mesa, el abad sufrió un ataque de heridura. Fontenelle, sin perder la calma, tuvo tiempo de decir a su criado: ¡Los espárragos, que sean todos a la flamenca!

Y hablando de Francia, conviene recordar que Baden-Baden se encuentra en la cuenca del Rin, de una anchura exuberante y que durante muchos siglos fue motivo de disputa derivada de la obsesión francesa por las fronteras naturales. Al atravesar esta histórica frontera -el Rin- y ya en territorio francés, los pueblos nos muestran tercamente que el idioma preferido es el alemán y la bicefalia lingüística es evidente. La gente pasa del francés al alemán como nosotros lo hacemos del catalán al español. La visita a Baden-Baden nos lleva a los tiempos cuando la gente viajaba. Nos vuelve a la época donde el curioso, sin tenerlo todo programado y con una cierta soledad, se embarcaba en un tipo de aventura. De riesgos controlados, es verdad. Pero incierta. Como bien decía el recordado editor Vallcorba, viajar y hacer turismo son cosas no solo diferentes, sino contrapuestas. El viajero tiene un motivo que le impulsa a desplazarse con curiosidad. Y Baden-Baden es un lugar adecuado para estar un cierto tiempo-.

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