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Ciudades, naturaleza, personas y las relaciones que nos hacen ser quienes somos

La exposición 'Simbiòpolis' lleva las reflexiones posthumanistas al Palau Robert en un diálogo entre experiencias tecnológicas y obras artísticas

    La cúpula digital de Tigrelab, inspirada en la sala hipólita del Park Güell | Cedida
    La cúpula digital de Tigrelab, inspirada en la sala hipólita del Park Güell | Cedida
    Marc Vilajosana, periodista de VIA Empresa | Mireia Comas
    Periodista
    Barcelona
    24 de Julio de 2025 - 05:30

    “Siempre nos estamos preguntando quiénes somos las personas, y ahora toca preguntarnos con quién estamos”. Con esta afirmación posthumanista, la comisaria Rosa Pera define el propósito de Simbiòpolis, la exposición organizada por la Fundació Mobile World Capital Barcelona (MWCapital) en el Palau Robert de Barcelona hasta el 31 de agosto. Una muestra que, inspirándose en el concepto de Sociedad 5.0 ideado por el gobierno japonés en 2016, busca esclarecer “qué diferentes relaciones podemos identificar o, incluso, fomentar, promover o imaginar entre todos los agentes que intervienen ahora mismo en la realidad, donde la tecnología es un agente importante”.

     

    Esta experiencia no nace de la nada, sino que encuentra sus raíces en la muestra que la MWCapital organizó en la pasada edición del Mobile World Congress (MWC), como bien explica el director de innovación de la entidad, Eduard Martín: “Es el tercer año que la Fundació tiene presencia en el MWC con una exposición. El primer año fue un viaje por los sentidos a través de la tecnología; el segundo estuvo dedicado a la industria 5.0 y a la evolución de la industria desde el siglo XIX; y el tercero, a la relación de la tecnología con las ciudades”. Tomando como referente estético la sala hipóstila del Park Güell, la exposición presentaba bajo una recreación de plaza porticada cinco experiencias tecnológicas elaboradas por diferentes entidades que pensaban sobre cómo interactuamos con los entornos donde vivimos.

    Esta propuesta inicial era capaz de captar la atención de los congresistas del MWC y actuar como un espacio de distensión, relajación y reflexión entre los intensos pasillos de Fira de Barcelona. Pero para conseguir que atravesara la capa de los profesionales y llegara al conjunto de la sociedad, era necesario repensar su presentación. Simbiòpolis es la respuesta: una muestra que recupera el concepto de los simbiontes ideado por la científica teórica Lynn Margulis para ligarlo a una reflexión posthumanista sobre las ciudades.

     

    Lo hace incorporando una serie de obras de arte tecnológico de autores nacionales e internacionales, ligado a través de un trayecto orgánico en tres fases que rehúye la definición tradicional de exposición museística, como detalla Pera: “Normalmente, cuando entramos en un museo hay diferentes habitaciones con materiales y obras que están reseñadas. Aquí es diferente. Lo que tenemos aquí no son diferentes salas, sino que es un objeto expositivo a través del cual podemos viajar e ir descubriendo las partes de la exposición”.

    Esta sensación se consigue gracias a un espacio diseñado específicamente para promover esta idea: lejos de las estéticas frías y metálicas asociadas al futurismo y la ciencia ficción, Simbiòpolis apuesta por un entorno recubierto de pesadas cortinas onduladas de colores marrones cálidos, dividido internamente por muros en formas curvas que guían al visitante a través de un camino sinuoso. “Es como si estuvieras dentro del vientre de una ballena y fueras descubriendo los diferentes órganos”, compara acertadamente Pera, asociando esta idea a la identificación de la ciudad como un organismo vivo con el que hay que convivir y cuidar.

    Los flujos que definen las ciudades

    La ciudad es, de hecho, la primera de las tres protagonistas de la exposición, que parte del ámbito más general para acabar en los momentos más íntimos. Prueba de ello lo encontramos en la primera instalación con la que topamos, una de las originales de la muestra del MWC: Mind your delivery!. Esta experiencia interactiva, desarrollada con EIT Urban Mobility, presenta un gran mapa virtual de Barcelona en el cual los visitantes pueden observar cómo difiere el uso de diversas metodologías de transporte, como los patinetes, los vehículos eléctricos o los de combustión, en la logística de establecimientos HORECA (hoteles, restaurantes y cafeterías).

    El usuario puede seleccionar diferentes zonas de la ciudad y, para cada una de ellas, se muestra qué velocidad, consumo energético o eficiencia presentan los diferentes medios de transporte. “Hablamos del nuevo petróleo que tenemos en el siglo XXI, los datos”, destaca Martín. Unos datos que, sin embargo, por sí solos no nos dicen nada: “Para que los datos sean válidos, los tienes que convertir en información. Y cuando esta información la proyectas al futuro y la tienes en el pasado, tienes el conocimiento”.

    Martín: “Para que los datos sean válidos, los tienes que convertir en información. Y cuando la proyectas al futuro y la tienes en el pasado, tienes el conocimiento”

    Es este conocimiento, basado en información real de la ciudad de Barcelona, el que se transmite en la instalación de EIT Urban Mobility, y también es el que se transmitirá al futuro gemelo digital de la capital catalana en el que trabaja el Barcelona Supercomputing Center (BSC). El estado primerizo del proyecto hace que todavía no se pueda visualizar ninguna demostración en la exposición, pero sí que se dedica un espacio para hablar sobre una de las aplicaciones más esperadas de esta tecnología, los gemelos digitales. “Se aplican ya a muchos sistemas, sobre todo a la salud, pero los gemelos digitales de la ciudad es lo que todo el mundo sueña”, considera el director de innovación de la MWCapital. “Todavía no está a punto el tema, pero la buena noticia es que ahora ya no es un problema informático. Tenemos datos, sabemos cómo obtenerlos, y aquí en Barcelona tenemos potencia de computación”, continúa Martín, “el problema es gestionar la manera de relacionar estos datos para que se obtenga información que sea transversal, que valga para todo el mundo”.

    La dificultad de sacar adelante un proyecto como el gemelo digital de Barcelona surge de la misma complejidad de las ciudades, que según Martín se ha disparado desde la segunda mitad del siglo XX. Los cambios que han experimentado las urbes han multiplicado y diversificado los flujos de movimiento de las personas y vehículos, unas relaciones que el artista británico Stanza muestra visualmente en Toxicity. Esta obra, formada por una serie de placas electrónicas con todo tipo de componentes, tiene integrada dentro de sí las datos ambientales de 120 ciudades de todo el mundo, que a su vez alimentan un sistema de aprendizaje automático. Esta información es representada visualmente a través de una serie de leds de diferentes colores conectados a las placas, que evocan la imagen de las calles nocturnas de una ciudad iluminadas por los coches que circulan.

    Dos visitants interactuen amb la instal·lació 'Mind your delivery!' d'EIT Urban Mobility | Cedida
    Dos visitantes interactúan con la instalación 'Mind your delivery!' de EIT Urban Mobility | Cedida

    Una influencia mutua

    Una segunda obra de Stanza y una pieza audiovisual del también británico Thomas Thwaites completan la primera etapa de la exposición, que continúa el trayecto por la “ballena” de Simbiòpolis reflexionando y admirando la relación que mantenemos con la naturaleza y los ecosistemas que la forman. De la misma manera que el “nudo” que une el planteamiento y el desenlace de una historia, esta etapa actúa como conector entre los dos extremos de la muestra, y lo hace también espacialmente, con una sala circular en forma de bisagra -o de rodilla- y un largo pasillo -o tibia- hacia la parte final. 

    Pero esta transición no resta peso al contenido de la segunda fase, que comienza, nuevamente, con una de las instalaciones tecnológicas originales de la exposición en el MWC. Se trata de un simulador de la huella de carbono individual, elaborada conjuntamente con CaixaBank, quien ofrece este simulador en su aplicación para móviles. Con un simple formulario, la herramienta analiza nuestras costumbres en movilidad, alimentación o reciclaje y nos devuelve una valoración en forma de semáforo cromático. “Cualquier acción que haces tiene unas consecuencias sobre el ecosistema, porque van en cascada hacia el mundo globalizado. Cuando compras una camisa, antes tenías claro que venía de este telar o el otro, pero ahora…”, comenta Martín.

    Después de este autoanálisis crítico, Simbiòpolis da paso a las dos piezas con más impacto visual que la conforman. En primer lugar, Cascade, una obra de Marc Villanueva instalada en un pasillo completamente a oscuras que consta de una serie de hilos lumínicos dispuestos en forma de cortina. “Villanueva se dio cuenta de que las rutas de las aves migratorias se habían modificado. A veces llegan tarde, a veces a otro lugar… Después de estudiarlo, vio que se guían por el ruido que hacen las grandes cascadas del planeta, que circulan a unas bajas frecuencias que no son audibles por los humanos. Y entre la alta temperatura, que hace que haya menos agua, y el ruido de los campos eólicos de los humanos, inciden en los viajes de las aves”, explica la comisaria Rosa Pera.

    Es de aquí de donde nace el concepto de “cascada digital” de la obra, que a través de sonido, vibración y luz, representa los sonidos registrados de los 12 grandes saltos de agua de la Tierra.

    'Cascade', de Marc Villanueva a l'exposició 'Simbiòpolis del Palau Robert | Cedida
    'Cascade', de Marc Villanueva, en la exposición 'Simbiòpolis' del Palau Robert | Cedida

    Una vez cruzada la cascada, aparece a la vista del visitante Renaturalizació urbana, una gran cúpula digital diseñada por el estudio barcelonés Tigrelab que cubre y ocupa en solitario toda una sala. Es en esta instalación, protagonista del “efecto ‘uau’” de Simbiòpolis, donde mejor se percibe la inspiración en la sala hipóstila del Park Güell, transmitida a través de la forma de bóveda de crucería de la pieza, pero recubierta no por un trencadís de cerámica, sino por un “trencadís digital”. Es decir, por 148 pantallas led flexibles de última generación que permiten visualizar una serie de obras visuales que buscan “expresar el dinamismo de las ciudades, los datos y la naturaleza”, en palabras de Marín.

    De observadores a participantes activos

    Después de agraciar con las composiciones digitales de la cúpula, los visitantes entran en el tercio final de Simbiòpolis, una etapa en la que aumenta el énfasis en las relaciones más personales a través de experiencias más interactivas. Así, llegamos a una sala diáfana a la que nos da la bienvenida un robot obra de la china Unitree Robotics, originalmente de forma humanoide, aunque en el momento en que hicimos la visita se encontraba en reparación -o "enfermo", en palabras de Martín- y había sido sustituido por uno de cuadrúpedo, en forma de perro.

    Sea a dos o cuatro patas, la exposición invita al visitante a interactuar con el robot en una experiencia diseñada por la empresa leridana Invelon para reflexionar sobre el papel que estos nuevos agentes tienen y tendrán en nuestra vida cotidiana. “La reflexión sobre los lazos afectivos que generan esta nueva sociedad es importante”, remarca Martín, una idea que se combina con una segunda instalación en la que, a través de un dispositivo Kinect, el usuario puede hacer ciertos movimientos delante de una pantalla que serán replicados por un robot digital.

    De entre los diversos usos que se prevén para los robots del futuro, las tareas asistenciales son unas de las que más se están estudiando, a la vez que también son de las que generan más incógnitas morales. Es sobre este campo que versa Somoure, la nueva obra de la artista electrónica y programadora creativa Mónica Rikić desarrollada conjuntamente con científicos del Institut de Robòtica i Informàtica Industrial (IRI UPC-CSIC) de Barcelona, pero también con la visión de varios especialistas en artes y humanidades, diseñadores industriales y representantes de sindicatos de trabajo doméstico.

    La obra es protagonizada por una versión octogenaria de Rikić creada con IA, a quien un dispositivo tecnológico colocado sobre su cabeza, en forma de diadema, le sirve la comida mientras ella recita una proclama sobre el futuro de esta tecnología. “Ella reclama la empatía de los robots asistenciales, y sobre todo hacia las mujeres”, explica Pera. Un mensaje en el que se pide que “que las tecnologías sean individualizadas para cada persona” y que tiene una idea clara: “Vivir mejor no es sólo alimentarte para que el cuerpo funcione, sino también que estés bien anímicamente”.

    L'obra 'Somoure', de Mónica Rikić, reflexiona sobre el futur dels robots assistencials | Cedida
    La obra 'Somoure', de Mónica Rikić, reflexiona sobre el futuro de los robots asistenciales | Cedida

    De este modo, Simbiòpolis guía al visitante desde el componente más neutro e informativo de los datos convertidos en conocimiento, hasta las relaciones más físicas y directas que los humanos establecen con las máquinas. Pero también a las relaciones que establecemos con otras personas gracias a -o mediante- la tecnología. Lo vemos en la penúltima obra de la exposición, una experiencia que ofrece Vueling, que consiste en una actividad de realidad virtual con la que se entrena al personal de cabina de los aviones. Una demostración de una técnica que ya se usa para entrenar conductores de trenes o cirujanos en entornos seguros.

    Una vez superado el examen a profesional de cabina de vuelo, un camino como el que propone Simbiópolis debía concluir de manera intimista y cercana, y así lo hace gracias a Peaceful Places, una experiencia diseñada por las coreógrafas italianas Marguertia Landi y Agnese Lanza. En esta pieza, la organización de la exposición invita a los asistentes a ponerse unas gafas de realidad virtual, destensar los músculos y tratar de simular los abrazos y movimientos de confort que se muestran de manera audiovisual. “La empatía ya la llevas tú incorporada, y la tecnología quizás te puede ayudar a proyectarla hacia fuera, con las otras personas”, reflexiona Pera. Porque, al final, “la naturaleza, las personas y la tecnología no están separados, y aquí las autoras te demuestran que el paisaje también eres tú”.