La escritora Rosa Montero descubrió la figura de Marie Curie casi de casualidad. Sorpresa por la brutal historia personal y profesional de una de las científicas más importantes de nuestro tiempo, la convirtió en protagonista de su novela La ridícula idea de no volver a verte (Seix Barral, 2013), un libro absolutamente recomendable, por otra parte. La experiencia de Montero es similar al que le ha pasado a la ilustradora Sandra Uve con su libro Supermujeres superinventoras (Lunwerg Ediciones, 2018) cuando descubrió Curie y, como ella, otras 90 mujeres excepcionales que han inventado aparatos, innovaciones y tecnologías que nos han cambiado la vida. El que pasa es que nosotros no lo sabemos.
El libro de Sandra Uve presenta las mujeres con una pequeña biografía explicando qué es su gesta, no profundiza en su vida personal. Es así como descubrimos Ada Lovelace, la creadora del lenguaje de programación; Josephine Cochran, la creadora del primer lavaplatos de la historia; Beulah Louise Henry, que diseñó el primer paraguas plegable o Anna Connelly, responsable de idear el puente para escapar de los incendios que enlaza un edificio con otro, en Nueva York. Y como ellas, la catalana Sandra Uve presenta otras muchas a las cuales también dibuja junto con una reproducción de su patente original.
Con su compilación ofrece referentes femeninos, tan reclamados para normalizar la situación de la mujer en el imaginario colectivo como creadoras y responsables otros ámbitos más allá del hogar y la familia.
La historia detrás el libro de Sandra Uve empezó a su cuenta de Instagram, donde la ilustradora se animó a compartir perfiles de diferentes inventoras allá por el 2015. El proyecto, en que se zambullió totalmente, cogió impulso y la Diputación de Barcelona ha desarrollado este 2017 una exposición en que se presentan 25 de estas mujeres acompañadas de ilustraciones y patentes.
Uve explica el ingente trabajo de contrastar la información, escasa, sobre estas mujeres inventoras, averiguar si los inventos eran de sus maridos o de ellas porque, como apunta la autora, las inventoras empezaron a poder registrar sus inventos a su nombre sólo a finales del siglo XIX.
Con este libro, la autora pretende divulgar el legado de científicas y tecnólogas, innovadoras de su tiempo que han sido escondidas por su condición de mujer. A la introducción afirma Uve que le fascinaba este "grupo fantasmagórico y desconocido de mujeres, el único estandarte popular del cual parecía ser Marie Curie". Como Montero, y a muchas de nosotros, Marie Curie también le abrió los ojos.