Adiós a lo espeluznante

El escritor Mark Colquhoun recopila uno de los últimos cursos del malogrado crítico cultural Mark Fisher en el homónimo 'Postcapitalist Desire'

El escritor y crítico cultural Mark Fisher El escritor y crítico cultural Mark Fisher

Poco antes de la publicación de su última obra, The Weird and the Eerie –un enorme trabajo de análisis cultural en torno a las nociones de extraño y escalofriante en diferentes instancias de la literatura, la música y el audiovisual desde Twin Peaks hasta The Fall pasando por Lovecraft o H.G. Wells– Mark Fisher se quitó la vida a la edad de 48 años. Años antes de la pandemia de la covid-19, que ya ha sido un golpe devastador para la salud mental colectiva, Fisher, una de las mentes más brillantes de su generación, ya argüía que "la gran pandemia de salud mental que golpea nuestro tiempo no podrá ser tratada, mucho menos curada, si se piensa como un problema privado que afecta exclusivamente a individuos echados a perder".

Cerca de media década después, el fotógrafo Matt Colquhoun, autor del ensayo Egress: On Mourning, Melancholy and Mark Fisher, recopila y publica lo que tenía que ser la continuación -La sombra- de su obra fundacional, Capitalist Realism, en torno a un seminario ofrecido a sus alumnos de Goldsmith, en Londres, bajo el título Postcapitalist Desire. En su ensayo de 2009, Fisher exploraba los límites de la realidad que el modo de producción capitalista había establecido. La definición del realismo capitalista de Fisher era, según afirmaba, "la atmósfera por la que el capitalismo es el único sistema económico viable y, por lo tanto, no hay alternativa", en una línea similar a la famosa reflexión del esloveno Slavoj Zizek, cuando afirmaba que "es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo".

Mark Fisher: "No se puede entender la economía más que lo que se podía entender la Iglesia Católica en la Edad Media. La economía es teología"

La aproximación del curso que ahora recoge Colquhoun está muy relacionada con los mecanismos –aunque no lo parezca, profundamente económicos– por los que Fisher estimaba que se había construido el realismo capitalista: el deseo. En su primera obra, el británico defendía que este realismo se basaba en la afirmación de que el deseo humano, por naturaleza, es solo compatible con la competición y el mercado, y por lo tanto con el modo de producción capitalista. En Postcapitalist Desire va, de hecho, más allá. Alrededor de un análisis de la publicidad de grandes empresas que se apropiaron del imaginario contracultural de los años 80 –como Apple– Fisher llega en su simposio a la conclusión que, de hecho, lo que se había conseguido no era asimilar el deseo humano con el sistema capitalista, sino establecer que cualquier alternativa era incompatible con la idea misma de deseo.

A pesar de las profundas consideraciones económicas que se hacen en Postcapitalist Desire –en torno al consumo, el trabajo o los objetivos mismos del capital– Fisher aclara, en su sesión sobre la clase trabajadora en la economía del siglo XXI, una visión del hecho económico que es central para su pensamiento. Mientras discute sobre la producción de zapatos con sus alumnos -"los zapatos solo son interesantes en cuanto que son realizables como capital"- el británico llega a una conclusión profunda sobre el concepto mismo de economía y su inteligibilidad. "No se puede entender la economía más que lo que se podía entender la Iglesia Católica en la Edad Media. La economía es teología", afirma Fisher.

Producción y libido

"El trabajo requiere una subordinación del deseo", piensa Fisher –work, y no labour; es decir, trabajo remunerado, y no actividad transformadora. La concepción del trabajo que expone Fisher a lo largo de los seminarios que recoge su obra póstuma lo pone en relación –una muy explícita si se lee Postcapitalist Desire– con economistas como el canadiense Nick Srnicek, autor del Manifiesto Acceleracionista, con un cierto planteamiento reunido con una economía del postrabajo. En su texto, de hecho, Srnicek recuerda que el propio Keynes preveía una organización del trabajo en dos generaciones vista con jornadas diarias de tres horas –algo que, evidentemente, no se ha realizado.

"El trabajo requiere una subordinación del deseo"

Las alternativas al modo de producción actual, piensa Fisher, tienen que partir de las condiciones existentes –unas por las que el deseo se ha establecido como patria única del capital. La transición hacia una economía que reduzca las jornadas laborales, redistributiva, necesitan entenderse desde dentro del sistema del depredador, insostenible y explotador que ve en el capitalismo –en cuanto que "una liberación total del capitalismo sería una liberación del deseo". En una sugerente conclusión, frente a aquellos que proponen entender Marx al lado de Freud, Fisher espeta: "Para entender el capitalismo, tenemos que pensar Marx al lado de Sade".

En su comentario sobre Postcapitalist Desire, el propio Nick Srnicek alaba la habilidad de Fisher por "enfondir ideas con una vida que se lee de una manera preciosa en estos seminarios". La capacidad del profesor para tratar la relación entre deseo y economía –deseo y sistema económico, mejor dicho– de una forma alentadora que, de hecho, funciona de una manera parecida a las proyecciones del autor de unir el deseo contracultural con la economía heterodoxa. "Quien entrará en contacto con la obra de Fisher no fue Fisher mismo, sino gente que todavía está por venir", concluye un esperanzado Colquhoun, que ve en la obra de su maestro una herramienta verdaderamente transformadora.

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