¿La contaminación de los cruceros, realidad o ficción?

En Barcelona, partidarios y detractores mantienen posiciones completamente alejadas sobre el impacto de la actividad

Imagen de archivo de un crucero en el Port de Barcelona | Ajuntament de Barcelona Imagen de archivo de un crucero en el Port de Barcelona | Ajuntament de Barcelona

Una de las escenas más recurrentes de Barcelona, especialmente en verano, es la llegada de un crucero al Port. No es extraño que, durante muchos años, desde puntos emblemáticos de la ciudad como el castillo de Montjuïc y sus proximidades se han llegado a observar hasta ocho cruceros aparcados en los muelles.

La realidad actual es que partidarios y detractores de este negocio mantienen posiciones alejadas, aunque en algunos ámbitos sea con la boca pequeña. En el año 2019, la última referencia antes del estallido de la pandemia, Barcelona recibió 3,1 millones de turistas procedentes de los cruceros.

Esta solo es una de las muchas cifras que generan una gran satisfacción en el mundo empresarial y una cierta contradicción tanto en el mundo político como los movimientos anticruceros. ¿La razón? Los detractores de esta tipología son plenamente conscientes que sus reivindicaciones chocan con la realidad de un negocio (el de los cruceros) de 1.000 millones de euros anuales.

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Imagen de un grupo de turistas en el Port de Barcelona | Ajuntament de Barcelona

Liderazgo de Barcelona por la parte cualitativa

La Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) recuerda que Barcelona es un destino internacional de referencia por la parte cualitativa y su condición de puerto base. "Hay que tener en cuenta el gasto y actividad generada antes y después de un crucero", apunta Alfredo Serrano, director del organismo en España.

Según un estudio de la Universitat de Barcelona, de media, los turistas que bajan del barco a la ciudad gastan unos 230 euros por persona y día en una horquilla de 4 a 8 horas. Un discurso que choca de pleno con los mensajes de los movimientos en defensa del medio ambiente.

La plataforma Stop Creuers aboga por eliminar completamente el tráfico de cruceros en Barcelona. "Hablamos de una afectación directa a la salud y tenemos que tener presente que un crucero es cuatro veces más contaminante que hacer un viaje en avión y estar en un hotel", advierte Dídac Navarro, ambientólogo y miembro de Ecologistes en Acció.

Modelo de turismo "en contra" de la emergencia climática

Los contrarios a los cruceros toman de referencia los datos del Ajuntament de Barcelona que recogen como la actividad vinculada al Port y el aeropuerto generan un total de 12,9 millones de toneladas anuales de CO2, cifra equivalente a cuatro veces las emisiones totales de toda la ciudad.

"¿Qué impacto real tiene en la economía de la ciudad?", se pregunta Navarro. El representante de Ecologistes en Acció considera que el pequeño y mediano comerciante "no se ve directamente beneficiado" del turismo de cruceros. El ambientólogo critica un modelo que "va en contra" de la emergencia climática.

Los turistas que bajan del crucero en Barcelona gastan unos 230 euros por persona

Ecologistes también vincula los cruceros a fenómenos como la insalubridad o la expulsión del ciudadano. "No hay ninguna necesidad de tener un hotel que flota por el mar Mediterráneo, un turismo restringido a las capas más altas de la población", denuncia Dídac Navarro. La asociación apunta como el Port de Barcelona es la quinta instalación de Europa con más emisiones de CO2.

El factor de la desestacionalización

En un intento de revertir el mensaje de los contrarios, la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros puntualiza que los picos de cruceros en Barcelona son en abril y el octubre. "Los datos confirman que no necesariamente se tiene que relacionar el movimiento de cruceros con la masificación", expone Alfredo Serrano.

El Port de Barcelona y las empresas del sector defienden que, "en la línea de buscar un equilibrio", se está trabajando en acciones de sostenibilidad como la electrificación de los muelles y otras acciones de las líneas o proveedores para minimizar el impacto de los cruceros en la naturaleza.

Imagen del buque de suministro de GNL | <apertium-notrans>Puerto de Barcelona</apertium-notrans>
Imagen de un barco de gas natural licuado | Port de Barcelona

"El objetivo de los cruceros es trabajar con fuentes de energía como el gas natural licuado, pero no solo depende de nosotros porque no diseñamos los barcos y es una cosa que tendrá que ser progresiva", describe el alto cargo de CLIA. Por su parte, Stop Creuers exige que las autoridades cumplan la normativa y relacionan futuras conversaciones con la aparición de nuevas legislaciones que traten la electrificación, combustibles o el establecimiento de zonas de exclusión.

Una inversión de 110 MEUR para la electrificación

Hasta el 2030, el Port de Barcelona tiene previsto ejecutar una inversión de 110 millones de euros para electrificar sus instalaciones. Concretamente, estos cambios se implementan en las áreas de movimiento de los portacontenedores (Muelle Prat), los ferris (Muelles Sant Bertran y Costa) y los cruceros (Muelle Adossat).

Desde el Port se asegura que la electrificación permitirá una reducción del 38% de toneladas de CO2 y óxido de nitrógeno. Casi la totalidad de la aportación corresponde a los equipos tecnológicos para que los barcos se puedan conectar, de una forma sostenible, en la red eléctrica.

El proyecto de electrificación en la zona marítima contempla la instalación de 240 kilómetros de cable y 20 kilómetros de canalizaciones. En paralelo, el Port de Barcelona tiene el objetivo de ser una instalación climáticamente neutro en el año 2050.

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