Aquí y en África, ofrecer un producto especial nunca falla

Egipto, Mozambique, Sudáfrica y Eswatini, cuatro destinos que han reinventado el turismo con la pandemia

Cuatro destinos africanos han reinventado el turismo con la pandèmia | iStock Cuatro destinos africanos han reinventado el turismo con la pandèmia | iStock

Durante estas vacaciones de verano, he tenido la oportunidad de hacer una pequeña ruta por África. En concreto, he visitado cuatro países –Egipto, Mozambique, Sudáfrica y Eswatini (la antigua Suazilandia)– en los que he podido ver la evolución en el ámbito turístico de la presente crisis de la covid-19. Cada nación me ha mostrado sus peculiaridades y, sobre todo, sus lecciones para llenar la maleta y volver más rico de lo que llegué. Como decía Kavafis, "sabio como bien te has hecho, con tanta experiencia, ya habrás podido comprender qué quieren decir las Ítacas".

En primer lugar, visité Egipto, un destino que ya conocía pero que, ciertamente, ha vivido una clara transformación: la oferta de una experiencia mucho más personalizada. Remontándome a mi primera visita en el país, en 2010, los cruceros por el Nilo rozaban los 350 por semana. Poco tiempo después, en un segundo viaje y pasada la primavera árabe, el número se rebajó hasta los 270 pero, aún así, se supieron adaptar. En la actualidad, circulan entre cinco y 10 cruceros semanalmente, hecho por el que había que optar por una política de renovarse o morir. Ante esta situación, las agencias locales decidieron reducir el número de pasajeros por embarcación, pasando de juntar grupos heterogéneos de turistas a dividir los trayectos por familias o amigos, configurando una experiencia a medida de sus expectativas. ¿No es más bonito llegar en coche a Abu Simbel, en vez de hacerlo en un autocar con medio centenar de desconocidos? ¿O poder hacer una meditación con amigos en el interior de la Gran Pirámide?

La segunda parada fue Mozambique, un sensacional destino por el submarinismo y, durante el verano –es decir, su invierno–, para disfrutar de las ballenas jorobadas que dan a luz. En este viaje, pude sumergirme con las iubartes, los tiburones ballena, los delfines e, incluso, con un tiburón blanco. Las playas de Tofo o Barra son espacios adaptados al turismo, sin masificación pero con una buena oferta gastronómica y de alojamiento. Durante los tiempos de pandemia, sin embargo, esto ha cambiado. El toque de queda, las dificultades para acceder al país a pesar de estar vacunado, con incontables tests y trámites de visado, hacen que la experiencia solo quede abierta para los más valientes o tenaces. Pero, una vez pasada esta barrera, el resultado es perfecto, con una atención al cliente multiplicada por 100. Menos barcas –o solo una– en los puntos de inmersión, más guías que clientes y una fauna más relajada que se acerca a jugar con los submarinistas. ¿No es especial zambullirte en el océano Índico acompañado solo por el compañero de inmersión y que dos ballenas y una cría te rodeen?

La pandemia ha cambiado el mapa del turismo, como tantos otros acontecimientos lo habían cambiado antes, y en próximas temporadas se podrá comprobar si los cambios han persistido o han sido flor de un día

La experiencia más exclusiva fue en Eswatini, un pequeño país que, hace un par de años, cambió su nombre para evitar lo influencia anglosajona. Esta localización ofrece algunos de los mejores safaris de África con opción de ver en libertad rinocerontes blancos y negros e, incluso, hacer con ellos un recorrido a pie sintiendo su rebufo en la piel. Los parques del país siempre han llevado la exclusividad por bandera, así como su firme apuesta por una experiencia sostenible. Así pues, ni el parque nacional de Hlane ni Mkhaya tienen luz eléctrica en los campamentos y, dentro de las cabañas, solo se ilumina de noche con luces de parafina. La Game Reserve de Mkhaya, que ya antes tenía numerus clausus de acceso de 30 personas, ahora ha quedado reducida a un único coche todoterreno con una única familia visitándolo y alojándose. ¿No es curioso volver del safari al atardecer, con negra noche, y encontrar unas lámpara iluminando el camino en la cabaña? O, mejor todavía, ¿disfrutar del silencio y las estrellas cuando venimos de ciudades donde la contaminación y el constante ruido nos privan de este privilegio?

Por último, Sudáfrica, el destino más masificado, turísticamente hablando, gracias al público interno. El parque Kruger, uno de los clásicos del sur de África, no ofrecía las cifras de visitantes que habíamos visto en la Navidad de 2019 en nuestra última visita, pero sí eran más que razonables. ¿Cómo lo consiguieron? Abriendo la puerta al turismo interno y, más concretamente, a los jubilados del país que querían pasar unos días alegres y sosegados en los campamentos de la reserva. Al público local se lo podía atraer por el precio. ¿Y al internacional? Pues, una vez más, con la seductora propuesta de la calma y el silencio. La reducción del número de vehículos y público permitía una mayor presencia y acercamiento de los animales, pudiendo ver grupos considerables de elefantes, los famosos leones blancos de Timbavati o una cacería de los licaons o del leopardo. ¿No es, todo ello, una película única para guardar en la retina?

Han sido cuatro pequeños viajes, cuatro experiencias diferentes, cuatro grandes lecciones y una conclusión final sobre la importancia de saber reinventarse y avanzar con los nuevos tiempos. Los cuatro destinos han sabido jugar su carta para ofrecer un producto diferente y adaptado a su cliente. Es cierto que la pandemia ha cambiado el mapa del turismo, como tantos otros acontecimientos lo habían cambiado antes, y en próximas temporadas se podrá comprobar si los cambios han persistido o han sido flor de un día, pero lo que está claro es que ofrecer un producto especial y diferenciado no falla nunca.

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