Agrocarburantes, ¿un crimen contra la humanidad?

Los biocarburantes tienen una importancia limitada en la producción de energía primaria pero impactan directamente en los mercados agrarios

Los agrocarburants van néixer para frenar el cambio climàtic y ahora pueden agravar lo | iStock Los agrocarburants van néixer para frenar el cambio climàtic y ahora pueden agravar lo | iStock

Estos días se comenta que el azúcar aumentará de precio porque la India está derivando cantidades significativas de este producto hacia la producción de etanol. Al mismo tiempo, desde el sector ganadero se acusa a la producción de etanol del aumento de los precios del maíz, ya que es la materia prima para su producción. Estas dos noticias nos llevan a hablar de agrocarburantes.

Los agrocarburantes son biocombustibles producidos a partir de plantas de posible uso alimentario, como los cereales (trigo, maíz, etc.) o la caña de azúcar para etanol, o plantas oleaginosas (colza, girasol, palma, etc.) para biodiésel. Son los biocombustibles de primera generación, combustibles que compiten con la producción de alimentos. Por el contrario, sin concurrencia con la producción agrícola, existen biocombustibles de segunda y tercera generación como, por ejemplo, los derivados de residuos vegetales de la  agricultura, de los bosques o de las zonas verdes urbanas, de aceites reciclados o de microalgas. Al mismo tiempo, se está avanzando en nuevos desarrollos a partir de las materias primas minerales que se pueden obtener de nuestra atmósfera, hay que tener en cuenta que el etanol es una combinación de tres elementos (C, H, O) muy abundantes.  

Los biocombustibles tienen una importancia limitada en la producción mundial de energía primaria, pero sus impactos en los mercados agrícolas son muy importantes. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los biocombustibles y los residuos orgánicos aportan el 9% del total mundial. A su vez, según la Asociación Mundial de Bioenergía, los biocombustibles (etanol y biodiésel) aportan solo el 7% del total de biocombustibles (ya que la parte más importante de los biocombustibles proviene de la madera y los residuos sólidos). Sin embargo, desde principios de siglo se ha promovido desde múltiples estados la producción de agrocarburantes, un impulso que ha contado con incentivos públicos. Estados Unidos y Brasil lideran su producción, produciendo concretamente el 56% y el 28% respectivamente de la producción mundial de etanol. La producción en la UE se ha dirigido más al biodiésel, que contribuye con el 82% de la producción de agrocarburantes frente al 17,1% del bioetanol.  

¿Para qué producir agrocarburantes?

Los agrocarburantes ganan importancia al despertar la lucha contra el cambio climático. Los acuerdos de Kioto abren la puerta a los mercados de carbono y los agrocarburantes son considerados herramientas para cumplir con los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Sin embargo, bajo este objetivo se ocultan o complementan otros objetivos como la obtención de independencia energética, la mejora de la renta agrícola al presionar la demanda de cereales y la creación de puestos de trabajo en el mundo rural.

Desde una mirada positiva, los agrocarburantes son una energía renovable: sus emisiones directas son entre un 30% y un 90% más bajas que las de los combustibles de gasoil o gasolina fósil

En este contexto, los agrocarburantes se convierten en una herramienta para regular los mercados agrícolas. La relación directa entre la producción de agrocarburantes y la demanda agrícola vincula estrechamente el precio de los agrocarburantes con el precio de los alimentos. Tanto es así que el precio de los cereales pasa a tener una alta correlación con el precio del petróleo. Es decir, el incremento de precios del petróleo hace más rentable la producción de agrocarburantes con la consecuente repercusión en la demanda de los inputs para producirlos (maíz, caña de azúcar, colza, etc.) y, lógicamente, en los precios de estos productos. En este sentido, la producción de agrocarburantes favorece a los agricultores, al aumentar los precios, pero, por la misma razón, perjudica a los ganaderos

Desde una perspectiva positiva, los agrocarburantes son una energía renovable. Sus emisiones directas (no indirectas, como expondré) son entre un 30% y un 90% inferiores a las de los combustibles fósiles o la gasolina (según  el IPCC).

Precios y agrocarburantes

Negar o relativizar el papel de los agrocarburantes en la volatilidad de los precios agrícolas equivale en física a negar la ley de la gravedad. Los agrocarburantes aportan tensión a los mercados de alimentos en un mundo con serias carencias para cubrir esta necesidad básica. En algunos momentos, los agrocarburantes han sido importantes factores de inseguridad alimentaria. Cabe mencionar la grave crisis alimentaria de 2007-2008, donde el impulso público de los agrocarburantes conllevó una llamada a la especulación en las materias primas alimentarias. En ese momento, Olivier de Shutter, el relator de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, dijo que los agrocarburantes eran un crimen contra la humanidad. Llenar el depósito del coche o comer no parecen opciones equivalentes si fuese posible una.

Cambio climático y agrocarburantes

Las alarmas sobre los agrocarburantes han ganado intensidad cuando se ha sumado la variable del cambio climático. El crecimiento de la producción de agrocarburantes requiere tierras de cultivo que normalmente están ocupadas por cultivos de vocación alimentaria. Con este fin, o se deforesta la tierra o se reduce la producción de alimentos, para sostener la creciente demanda alimentaria deben buscarse tierras alternativas, lo que también conduce indirectamente a una mayor deforestación. En este sentido, hay que tener en cuenta que la deforestación es una de las causas importantes de emisión de GEI. Así se produce la paradoja de que una opción nacida para detener el cambio climático puede convertirse en una causa importante de agravamiento.  

La posición de Europa

Europa pronto fue sensible a la pérdida de tierras de calidad. Así, la Directiva 2009/28 relativa al fomento del uso de energías renovables ya excluía las tierras con altas reservas de carbono, pero no incluía el cambio directo o indirecto del uso del suelo como posible exclusión.

La deforestación es una de las consecuencias indirectas de la producción de agrocarburantes; una opción nacida para frenar el cambio climático puede convertirse en una importante causa de agravamiento

Posteriormente, la Directiva 2015/2013 -que modificaba la anterior- ya reconoce el cambio en el uso del suelo como capaz de revertir la reducción de las emisiones de GEI que pueden derivarse del uso de agrocarburantes.

Con el fin de adaptarse a los Acuerdos de París sobre el cambio climático, la Directiva 2018/2001 sobre el fomento del uso de energía procedente de fuentes renovables ya indica la necesidad de avanzar hacia biocarburantes avanzados. También señala que el cambio directo e indirecto del uso de la tierra aconsejan la limitación de los agrocarburantes. Por otro lado, establece que cualquier tipo de biocombustible debe producirse de manera sostenible, lo que implica la exclusión de terrenos de alto valor en biodiversidad, tierras con altas reservas de carbono y que no provoquen cambio indirecto del uso de la tierra.  

Sin embargo, este proceso de regulación de los biocarburantes, teniendo en cuenta la necesidad de hacer frente al cambio climático, requiere medidas más contundentes que probablemente se especificarán a partir de una modificación de la Directiva 2018/2001 que el Green Deal Europeo prevé para este año.

En resumen, una vez más las soluciones son complejas. La energía y los alimentos, dos formas de energía en las que basamos nuestras vidas y nuestro bienestar, comparten la escasez y, como son en parte sustitutos, a veces establecen relaciones competitivas. Sin duda, el progreso de la humanidad en la lucha contra el cambio climático depende en gran medida de los equilibrios y sinergias que se establezcan entre estos dos objetivos.

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