Alimentar a Catalunya en tiempos de guerra

Los precios de las primeras materias alimentarias están hoy al mismo nivel de las burbujas especulativas de 2007-08 y de 2010 con resultados de grave crisis alimentaria, hambre y guerra

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La guerra de Rusia contra Ucrania es sin duda un hecho de una gravedad extrema. El grave conflicto surge justo cuando nos pensábamos que vivíamos en un país y una Europa de postal. Me ahorraré los comentarios morales y de impacto social de esta nueva crisis humanitaria, pero comparto, con la máxima contundencia, los llamados a favor de una paz justa y el fin del horror que vemos estos días.

El artículo habla de alimentos, pero el marco de incertidumbres es tan grande que hace difícil hacer predicciones sobre impactos y sobre soluciones o alternativas. Un elemento clave sobre los problemas que devendrán es la duración del conflicto en su fase más aguda. Atendida la personalidad de la autòcrata ruso Vladimir Putin cualquier escenario es posible, pero no todos tienen el mismo grado de probabilidad. El desenlace menos doloroso, tal como sugería John Carlin, por el cual Ucrania cediera Donbasss-Crimea está lejos de la probabilidad cero. Seguramente, si se concretara un compromiso en este sentido, Rusia exigiría el fin de las medidas económicas y la recuperación de las dinámicas comerciales. Entonces divisaríamos un relativamente rápido regreso a los equilibrios. La guerra es sangrienta para Ucrania, pero no es gratis para Rusia y las sanciones económicas le están haciendo daño. De lo contrario, en el supuesto de que el escenario menos doliendo no acabara concretándose nos acercamos a una verdadera dificultad en los mercados de la alimentación y de la energía, los próximos años.

¿De que estamos hablando?

Tal como informa Tomas Garcia Azcárate, hoy, Rusia y Ucrania en conjunto, exportan el 26% de la cebada mundial, el 34% del trigo, el 17% del maíz, el 24% de las pipas de girasol y el 73% del aceite de girasol. En resumen, el 12% de las calorías que se exportan en el mundo vienen de estos dos países. A esto le tenemos que sumar las exportaciones de gas (con su impacto directo en el coste de los fertilizantes y de los transportes), en los cuales Rusia (junto con Bielorrusia) representa el 20%, el 40% si nos limitamos a las importaciones europeas, las de fertilizantes nitrogenados (15%) y potásicos (17%).

En cuanto a Catalunya, Ucrania aporta el 20% de los cereales importados y Rusia el 2%. Al contrario las importaciones de oleaginosas provenientes de estos dos países son exiguas (0,14%). Con la excepción de Ucrania, Catalunya ha priorizado el abastecimiento de cereales desde la propia UE (por ejemplo, Francia aporta el 25%). Por otro lado, en oleaginosas las importaciones proceden de Brasil (56%) y Estados Unidos (20%). Por lo tanto podríamos decir que el problema de abastecimiento alimentario se ciñe al 20% de importaciones de cereales provenientes de Ucrania, pero esto sería un error al no valorar la extraordinaria fuerza desestabilitzadora de lo que está pasando a mucho varios niveles.

Los precios de los alimentos, conjuntamente con otros precios de la energía y minerales, se vieron afectados por las distorsiones que provocó la Covid. Tomando de referencia el día 29 de febrero de 2020, justo al empezar la pandemia, después de un año en Chicago los precios del trigo se habían incrementado un 44%, al cabo de dos años (28/02/22) un 75%, pero siete días después (momento de redacción del artículo) los precios ya se desbordaban hasta el 169%, había empezado la guerra. Los incrementos de precios de origen covid eran resultado de las distorsiones en el abastecimiento que la pandemia había producido y, no lo olvidamos, con un papel muy importante del oportunismo especulativo. Lógicamente los precios de Chicago, como referente del mercado mundial, acaban repercutiendo por todas partes, pero si tomamos de referencia los precios del Grupo Guissona observamos cómo en el primer año solamente se incrementaron un 16% y hoy el incremento era del 75%, bien lejos del 169%. De alguna manera esta diferencia explica el resultado de una gestión cuidadosa que puede amortiguar situaciones coyunturalmente agudas a partir de políticas de abastecimiento propio y stocks preventivos. A la vez hay que tener en cuenta que los futuros de Chicago están influidos por movimientos forzados de operadores que se tienen que cubrir con ventas comprometidas con anterioridad, un hecho que hace pensar que esta locura de precios puede tener una cierta corrección a corto plazo. Aun así, una vez más hay que denunciar el papel desestabilitzador de los mercados de futuros con graves repercusiones cuando hablamos de alimentos, un producto que, tal como dice Olivier de Shutter, "hay que dejar de tratar los alimentos como una mercancía y tratarlos como un bien común".

Podríamos decir que el problema de abastecimiento alimentario se ciñe al 20% de importaciones de cereales provenientes de Ucrania, pero esto sería un error en no valorar la extraordinaria fuerza desestabilitzadora de lo que está pasando

Los precios de las primeras materias alimentarias están hoy al mismo nivel de las burbujas especulativas de 2007-08 y de 2010 con resultados que tenemos que acordar de graves crisis alimentaria, hambre y guerra. Las guerras norteñas de África tuvieron como detonando el incremento del precio del pan. "Pan y libertad" fue el grito de una revolución con consecuencias que todavía vivimos. Pero este golpe añadimos más leña al fuego. Si se prolonga muy más la guerra habrá carencias en el abastecimiento de cereales para cubrir las necesidades de alimentación mundial sea por dificultades logísticas o, simplemente, por pérdida de futuras cosechas destruidas por un escenario de conflicto y éxodo de la población.

Un escenario de riesgo en el abastecimiento alimentario básico genera, tal como la historia más reciente nos recuerda, insolidaridad en defensa del abastecimiento propio. En respuesta al riesgo alimentario se cierran fronteras o se dificultan los movimientos comerciales. Estamos a las puertas de esto. En estas circunstancias las víctimas preferidas son los países más dependientes de las importaciones y con menos recursos, tal como pasó al Norte de África.

A todo ello hay que añadir la energía. Además de las serias consecuencias derivadas del alta dependencia europea del gas y petróleo ruso, las repercusiones al sector agroalimentario es doble. Por un lado los altos costes de la energía es un coste añadido a la producción agroalimentaria propia que repercutirá en su competitividad en relación en los países que en menos dependientes de aquella. Pero, por otro lado, los precios altos del petróleo son un llamamiento al incremento de producción de agrocarburants, los cuales tensionaran todavía más los mercados alimentarios, al si de un pernicioso círculo vicioso.

En resumen, riesgo de carencia de abastecimiento, precios desbocats, especulación sin aturador, probable insolidaridad, hambre previsible y guerra presente. Hace falta una urgente solución, probablemente una mala solución , pero siempre mejor a las consecuencias que pueden acontecer.

¿Qué hacer en Europa?

Las desviaciones comerciales serán importantes y habrá que encontrar nuevos mercados de abastecimiento. Estados Unidos puede suministrar gas proveniente del fracking rechazado por Europa. América, en general, puede aportar cereales, muchos de ellos producidos con plantas transgénicas. Europa ha despertado de golpe de sus sueños naif. De hecho, las propuestas del Green Deal europeo en relación a la agroalimentación, articulada por las estrategias farm to fork y la de la biodiversidad, fueron criticadas por los propios ministros de agricultura europeos advirtiendo del riesgo que las nuevas políticas sostenibles comportaran el riesgo de importaciones insostenibles. Al mismo tiempo desde Estados Unidos el estudio de de Jayson Beckman et. al. Economic and Food Security of Agricultural Input Reductions Under the European Union Green Deal Farm to Fork and Biodiversity Strategies advertía de los serios impactos en producción, precios, comercio internacional, renta agraria, inseguridad alimentaría, etc. Hace poco el mismo mensaje procedía de la Universidad holandesa de Wageningen. Obviamente no se trata de ceder en la lucha del cambio climático, más bien al contrario, se trata de hacerlo mejor, prescindiendo de idealismos no realistas y sin dogmatismos. Esta lucha solamente se podrá ganar si se respeta la triple y compleja condicionalidad por la que hay que producir de manera sostenible, pero producir suficiente y, en tercer lugar, garantizar para todo el mundo la asequibilidad de la alimentación.

Hoy, después de un baño de realidad la Unión Europea se plantea una revisión del Green Deal desde esta perspectiva más realista, no en relación a los objetivos medioambientales de fondo sino en relación a la efectividad de las medidas. Aun así hacen falta medidas de urgencia, algunas de ellas en frontera para defender la producción propia u otras para ampliar la producción. Por ejemplo, la medida, ya establecida, de permitir el cultivo de leguminosas en los barbechos. La revisión de la posición sobre los OGN (organismos genéticamente modificados) podría ser una opción en el marco de una posta al día del Green Deal. A nivel global habrá que establecer mecanismos de regulación y medidas solidarias que eviten que esta situación acabe comportando una crisis humanitaria muy grave.

¿Qué hacer en Catalunya?

Desde sectores profesionales del sector agroalimentario se ha venido insistiendo, desde tiempo ha, en la fragilidad de los abastecimientos críticos de Catalunya, donde energía y alimentación ocupan un espacio preferente. Aun así la sociedad catalana y la propia Administración Pública ha sido bastante refractaria a esta problema. En energías renovables Catalunya es la comunidad autónoma más atrasada. En alimentos se han tomado decisiones especialmente desafortunadas que han supuesto la pérdida de potenciales productivos necesarios (Segarra-Garrigues, por ejemplo). Se ha dificultado la gestión forestal, poniendo en riesgo los mismos bosques. En fin, se han tomado decisiones que ni han hecho avanzar la lucha contra el cambio climático ni han resuelto los problemas estratégicos de país. Todo envuelto por un eco-esteticismo dogmático.

Pero los problemas han llegado y ahora nos damos cuenta de lo que teníamos que haber hecho y no quisimos hacer. Hay que recordar que Catalunya tiene la mitad de superficie agrícola per cápita que la europea media y su tasa de autoabastecimiento se sitúa entre el 40 y 50%. Dedo en otras palabras, dependemos de fuera para poder alimentarnos. Atendida esta dependencia hay que observar que el mejor activo estratégico con que cuenta Catalunya es la pertenencia a la Unión Europea, algo igualmente válido por España. Se en esta dirección donde merece la pena reforzar vínculos y complicidades.

Habrá que reducir dependencia y reforzar el consumo local, dos opciones que difícilmente serán posibles sin una regulación europea ad hoc a la altura de la gravedad de la situación

En el supuesto que el conflicto se alargue, habrá que estar muy atentos a las constantes disrupciones de los mercados vía abastecimiento o precios. Será importante la tarea de información y orientación sobre estos. Los sectores exportadores, principalmente la carne, pueden tener problemas de competitividad a la tener que hacer frente a los nuevos costes en relación en países productores menos dependientes del precio de las materias primas. Aún así el sector cárnico ganadero es un sector bien organizado y eficiente que sabrá adaptarse a la nueva situación. En general la productividad, con la ayuda de la tecnología, pasará a ser una prioridad. En relación al consumo alimentario los precios altos llevarán a una reducción de demanda de forma selectiva. Posiblemente obligarán a variar las dietas en función de aquellas más asequibles y a la vez nutricionalmente adecuadas, algo que hará falta vigilar.

Con la mirada más dilatada en el tiempo habrá que reducir dependencia y reforzar el consumo local, dos opciones que difícilmente serán posibles sin una regulación europea ad hoc a la altura de la gravedad de la situación. Pero, sobre todo, se debe hacer todo aquello que se tenía que haber hecho y o no se hizo o se hizo mal. En primer lugar seguir impulsando la transformación tecnológica del sector. En segundo lugar, abordar con toda energía el tema del regadío, una herramienta que también lo es contra el cambio climático y que multiplica nuestra capacidad para producir alimentos. El regadío es nuestra trinchera contra la crisis alimentaria. Hay que modernizar los canales de Urgell y otros regadíos antiguos, hay que avanzar con el Xerta-Senia y hay que replantear ante Europa la revisión de la localización de las ZEPA que hoy ahogan el Segarra Garrigues cuando hay tierras equivalentes no regables. Avanzar, en general, en la aplicación de las mejores tecnologías para generalizar la agricultura de precisión. En tercer lugar, hay que hacer una reflexión sobre los potenciales productivos de la primera franja de costa. En Catalunya hemos puesto las casas a tocar del mar y con esto hemos destruido buena parte de las mejores tierras agrícolas. Tendría mucho sentido hacer una opción valiente hacia el impulso productivo de las áreas periurbanas. Haría falta, sin embargo, romper los prejuicios urbanos sobre las modernas instalaciones de invernaderos, desde donde se podría incrementar por mucho la producción. En cuarto lugar poner a trabajar la bioeconomíaa a partir de los bosques y de los residuos biológicos animales o humanos, una doble riqueza hoy poco tenida en cuenta. En quinto lugar, impulsar la demanda de los productos del mercado local, de proximidad. Así mismo habría que dar facilidades para recuperar cultivos y pastos en un momento de precios altos, en cuanto que desde la Unión Europea se encuentren mejores instrumentos para equiparar rendimientos económicos entre áreas productivas con diferentes grados de dificultad.

Finalmente lo que no se tiene que hacer es poner en competencia los dos abastecimientos más básicos y escasos para nuestra vida y bienestar, es decir, alimentos y energía. No tiene ningún sentido mejorar un aspecto con las pérdidas en el otro, igualmente crítico. Hay terrazas, canales, polígonos industriales, tierras baldías suficientes. Y, si hace falta más espacio, tenemos las áreas ZEPA para instalar placas solares. No he encontrado nadie que pueda explicarme en que puede afectar a los pájaros unas superficies planas, opacas y sólidas. Ya es hora de dejar atrás los dogmas y pensar en el futuro sostenible en un mundo con recursos escasos.

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