Desde Ámsterdam: el elefante rojo en la vitrina

Se calcula que el Distrito Rojo de Ámsterdam acoge a unas 900 trabajadoras sexuales en más de 200 vitrinas

El Distrito Rojo de Ámsterdam es uno de los más famosos de la ciudad | iStock El Distrito Rojo de Ámsterdam es uno de los más famosos de la ciudad | iStock

Si por algo es famosa la capital de los Países Bajos es por su Distrito Rojo, un tema que entre sus habitantes no deja de generar discrepancias y tensiones. La prostitución en la ciudad es el elefante en la habitación (cogiendo la metáfora inglesa) de los amsterdameses, un tema del que todo el mundo prefiere no hablar. Hace unos meses la alcaldesa de la ciudad, Femke Halsema, expresó su voluntad de convertir el barrio en un sitio mucho más centrado en sus residentes, pero la presión del turismo y también de las personas que trabajan a raíz de estos negocios ha generado grandes resistencias. Entre algunas de las medidas, el gobierno de Halsema proponía instalar una zona de prostitución legal en otra área de la ciudad, pero también ha sido gravemente criticado por parte de los grupos activistas por invisibilizar la situación de sus trabajadoras y blanquear este modelo de negocio.

El tema no deja de ser una discusión persistente entre aquellos actores que consideran que esta es una profesión histórica, defendiendo que la mayoría de trabajadoras del distrito trabajan de forma consentida, y otro sector considera que es un trato denigrante de la zona y perpetúa sistemas de opresión y consumición del cuerpo femenino que debería ser abolida. Estamos hablando, evidentemente, de la eterna confrontación sobre el trabajo sexual entre las posiciones regulacionistas y abolicionistas. Se calcula que el barrio acoge a unas 900 trabajadoras sexuales en más de 200 vitrinas, pero estos datos también están sujetos a una sospecha de lo que se esconde en todo lo que no sabemos. Y este problema cada vez inquieta más a las activistas, no solamente por su condena de este modelo de negocio, sino también por su sospecha de que el Distrito Rojo sea un espacio de blanqueamiento de prácticas de tráfico de personas o prostitución forzada.

Estamos hablando, evidentemente, de la eterna confrontación sobre el trabajo sexual entre las posiciones regulacionistas y abolicionistas

Desde hace unos años se han prohibido algunas de las prácticas más habituales de este tipo de turismo, como las visitas guiadas por el barrio, y se ha reducido enormemente la capacidad de adquirir alcohol o consumir marihuana en estos espacios, para evitar las conductas ofensivas o despreciantes que podían ejercer contra las personas del barrio. En este sentido, el Ayuntamiento de la ciudad llevó a cabo una campaña que ha recibido un gran reconocimiento por todo el mundo, pidiendo a los turistas, concretamente grupos de hombres que venían a Ámsterdam con el único fin de consumir drogas, alcohol y prostitución (principalmente, pero no solamente originarios de Inglaterra) que no vinieran a la ciudad. Don’t come to Amsterdam se ha hecho famoso como eslogan de la ciudad, y ha reafirmado la discusión de que Ámsterdam debe repensar su modelo turístico y preguntarse por qué quiere ser conocida en todas partes.

Está claro que en un escenario donde las ciudades quieren dejar de ser parques turísticos y volver a ser espacios de bienestar para su población local, Ámsterdam debe reformar en serio su centro. Los activistas lo tienen claro: esta transición no puede realizarse sin justicia social y, por tanto, las soluciones no solo deben ser adecuadas a un modelo de ciudad, sino también proteger a las poblaciones vulnerables ante las posibles alteraciones. Sin embargo, hay dos puntos de realismo que debemos tener en cuenta. El primero es la gran capacidad de presión que tienen algunos de los negocios que más se lucen de estas actividades, que será determinante para las soluciones y posibles consensos que surjan de aquí. El segundo es que este no es un debate nuevo, ya que la ciudad lleva años preguntándose si el Distrito Rojo debe existir y cómo. Por tanto, es poco probable que la situación cambie demasiado en los próximos meses, así como también es poco probable que se llegue a una situación satisfactoria para todas las partes. Sin embargo, en retos así, una sociedad democrática debe tener clara una cosa: la protección del más desprotegido (o la más desprotegida) debe ser siempre el objetivo principal.

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