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¿Cómo tenemos la salud pública? En el quirófano

Nuestra salud pública goza de una alta consideración por parte de la ciudadanía, pero tiene amenazas y problemas actuales identificados y de diferentes orígenes

    El Hospital Vall d'Hebron es uno de los más importantes de Catalunya | iStock
    El Hospital Vall d'Hebron es uno de los más importantes de Catalunya | iStock
    David Garrofé es empresario y secretario general de la patronal catalana Cecot desde 1988 hasta 2021 | Mireia Comas
    Empresario
    03 de Junio de 2025

    Creo que todos podemos coincidir en estar bastante satisfechos con el sistema sanitario catalán. Me atrevería a decir que la calidad de los profesionales que tenemos y las tecnologías disponibles nos sitúan en una posición muy alta en el ranking de la calidad sanitaria, y somos plenamente conscientes cuando puntuamos con un 8,5 sobre 10 nuestra satisfacción. Los datos lo avalan con la esperanza de vida más alta de Europa, que alcanza los 79,5 años en los hombres y 85,3 años en el caso de las mujeres.

     

    Catalunya destina un 6,7% de su PIB a la sanidad, inferior al 9,7% de media que destina España y al 10,4% que dedica Europa. No son buenos datos, que se concretan en que cada catalán tiene una inversión sanitaria de 1.192 euros anuales, frente a los 1.478 euros que reciben el resto de españoles, fruto de la endémica mala financiación catalana por parte del Estado, que nos penaliza sistemáticamente y que afecta de forma directa a la salud pública. El problema es que, como decimos popularmente, "con la salud no se juega", pero parece que no lo tienen demasiado en cuenta.

    Por otro lado, y como destaca el informe Panorama de la Salud: Europa, publicado por la Comisión Europea y la OCDE, nuestro continente tiene unos retos muy grandes que hay que atender y resolver cuanto antes. Por un lado, el envejecimiento de la población y el creciente número de enfermedades crónicas, que son altamente demandantes de servicios sanitarios y generan un incremento de gasto muy importante. Difícilmente esto tiene una corrección, ya que los fenómenos demográficos son los que son, y su evolución es lenta y, por tanto, permite saber y planificar a décadas vista los medios necesarios para dar cobertura.

     

    El envejecimiento de la población y el creciente número de enfermedades crónicas, que son altamente demandantes de servicios sanitarios y generan un incremento de gasto muy importante

    Por otro lado, tenemos la necesidad de inversión tecnológica permanente para aprovechar todos los avances exponenciales que se generan en el ámbito de la salud y que aportan importantes mejoras en la calidad de vida de las personas. Es necesario, sin embargo, ponderar siempre los costes de inversión con los beneficios incrementales reales en la salud pública. Ser innovadores es vital, pero es necesario maximizar el rendimiento de la tecnología existente para no entrar en una carrera competitiva de acumulación de hardware médico infrautilizado por uso o conocimiento.

    El informe nos alerta también de la escasez de personal sanitario presente y futuro. Se destaca que en Europa faltan 1,2 millones de profesionales de la salud y que, en 10 años, se habrá jubilado el 33% de los médicos y el 25% de las enfermeras actuales. Un drama si no encontramos solución. Algunos países nórdicos que hace años que sufren esta situación ya han optado por hacer una política migratoria inteligente para su ciudadanía y han creado un modelo de atracción de profesionales de otros países para que vayan a trabajar a sus hospitales, hasta el punto de que el 50% del personal médico o de enfermería que disponen se ha formado en otros países. En este capítulo, hay mucho que hacer, sin dejar de lado la importancia del factor humano en el cuidado de las personas. Es evidente que el contacto visual y físico del personal sanitario es imprescindible, pero hoy la IA, por ejemplo, diagnostica y/o revisa 60 veces más rápido un informe clínico que un ser humano, y podríamos seguir con muchas otras innovaciones que podrán hacer que nuestros profesionales sanitarios se dediquen a tareas de mayor valor añadido.

    Tal y como ya estamos viendo cada día, la incorporación de profesionales de otros sectores como los ingenieros será creciente e imprescindible. Todas estas mejoras tecnológicas deberán venir acompañadas de una mayor movilidad del personal y de unas políticas salariales atractivas que estimulen a los jóvenes a optar por estas profesiones. La competencia es global y juega en todas las direcciones, y dependerá de la estrategia de atracción de cada país y de cada centro de salud para tener los mejores equipos sanitarios.

    Los retos del modelo de salud europeo están claros, pero ¿qué ocurre en Catalunya más allá de la mala financiación que sufrimos? Pues hay que leer el último informe que ha hecho la Sindicatura de Comptes para extraer algunas conclusiones muy interesantes y que nos deben llevar a hacer algunas correcciones urgentes.

    El empuje de la sociedad civil catalana ha tenido un papel crucial en el desarrollo de instrumentos de mejora social colectiva, como lo ha sido el asociacionismo en todas sus vertientes, que se ha proyectado en el modelo educativo y sanitario. Por ello, el modelo catalán, a través del CATSALUT (Servei Català de la Salut), reconoce un modelo mixto: la red pública (ICS), que en 2023 recibió el 25% del presupuesto sanitario para financiar sus infraestructuras mediante un contrato programa, y la red concertada, compuesta básicamente por consorcios y empresas públicas, entidades privadas sin ánimo de lucro (mutualidades, fundaciones y entidades religiosas), y muy residualmente entidades con ánimo de lucro, que recibe el 57% del presupuesto de compra y servicios a hospitales y centros concertados, gestionando el 77% de los equipos de atención primaria y el 88% de los hospitales. Este modelo ha sido muy exitoso, pero actualmente presenta ineficiencias y discriminaciones que la auditoría de la Sindicatura ha aflorado este mayo de 2025.

    Destaca, en primer lugar, la incoherencia entre los objetivos definidos en el Plan Salud y los objetivos que persigue el sistema de contraprestación de la atención hospitalaria y especializada de agudos. Además, destaca que algunos servicios, dispositivos o programas necesarios se asignen sin criterios claros a determinadas entidades, excluyendo a otras potenciales. También aflora elementos de discrecionalidad a la hora de asignar contraprestaciones por consultas externas, que no respetan los principios de igualdad, transparencia y de interés general.

    Los convenios entre los centros del CATSALUT y la Consejería contienen problemas graves de legalidad que hay que corregir. Fijaos bien qué está pasando: el ICS no dispone del contrato programa que establece la ley para desarrollar su actividad, y sobrevive con convenios ad hoc, como lo hacen con los centros del SISCAT, con el agravante, para éstos, de que estos convenios se firman de forma extemporánea y, por tanto, son actos nulos de pleno derecho.

    Muchos hospitales hacen más actos médicos de los que prevén los convenios para no dejar desatendida a la población

    Para decirlo claro, cada año, todos los operadores del sistema trabajan sin poder planificar, ya que no disponen de contratos programa que den claridad y garantía a los centros. Los convenios que se firman son orientativos, y sobre la marcha van sabiendo los recursos reales de que disponen. Muchos hospitales hacen más actos médicos de los que prevén los convenios para no dejar desatendida a la población, y deben esperar a ejercicio vencido para saber si el CATSALUT se lo compensará económicamente o no. Un disparate.

    No termina aquí el informe, sino que, además, constata aquello que los centros hace años que sufren, como es una fijación de precios que no cubre los costes reales de los servicios de los centros proveedores, como la estructura, la casuística atendida o la atención urgente (deficitaria en todo el sistema de salud). En definitiva, el CATSALUT paga por debajo del coste real del servicio, y por lo que respecta a los centros del SISCAT, comparado con los del ICS, no incorpora las inversiones en infraestructuras para renovar el equipamiento y poder tener una red de atención en igualdad de condiciones.

    Fijaos, pues, en el panorama: discrecionalidad de la administración respecto a la contratación de servicios, falta de programas marco para dar tranquilidad y previsibilidad de atención al paciente y estabilidad laboral a los equipos profesionales, fijación de precios por debajo de los costes y falta presupuestaria para renovar y actualizar los hospitales.

    Para finalizar, y como hemos podido ver, nuestra salud pública goza de una alta consideración por parte de la ciudadanía, pero tiene amenazas y problemas actuales identificados y de diferentes orígenes: una mala financiación catalana, el inevitable envejecimiento de la población, la falta de profesionales y un modelo de gestión del CATSALUT que debe pasar por el quirófano, ya que es arbitrario, poco transparente, sufre inequidad, es imprevisible y, por tanto, poco eficiente para el interés general. Quien lo sufre es nuestra excelente red hospitalaria y, de rebote, el conjunto de la ciudadanía. ¿Cogemos el bisturí?