"El cooperativismo es el modelo de negocio ideal para tiempos de crisis"

El académico y activista Trebor Scholz reivindica el potencial del cooperativismo de plataformas como agente transformador del mundo del trabajo y de las relaciones sociales

El académico y activista Trebor Scholz, en la sede de la cooperativa Suara | Cedida El académico y activista Trebor Scholz, en la sede de la cooperativa Suara | Cedida

Pocas cosas hay menos nuevas que el cooperativismo. Las iniciativas más antiguas de trabajo cooperativo, de negocios propiedad de sus trabajadores, tienen cerca de 200 años, talmente como los primeros sindicatos. El advenimiento de nuevas caras del modo de producción capitalista –la digitalización, la plataformització, la sharing economy– también empujan, a menudo, a que iniciativas sociales movidas por el bienestar y no el beneficio espoleen su creatividad. Tanto es así que el modelo de cooperativismo de plataformas ya tiene sus propias instituciones. El activista y académico Trebor Scholz, profesor en The New School, el Centro Berkman Klein de Harvard o la Mondragon Unibersitatea, es también director y fundador del Platform Cooperativism Consortium, un hub con sede en Nueva York dedicado a asistir y acelerar la fundación de nuevas cooperativas de plataformas en todo el mundo. Scholz aterriza aenBarcelona en el marco de la jornada Las cooperativas de plataforma pueden beneficiar la economía social de Catalunya? organizada por uno de los principales representantes locales del movimiento, Suara. El profesor se sienta con VIA Empresa en la sede de la cooperativa barcelonesa para reflexionar alrededor del movimiento a escala global, la cooperación entre agentes sociales emancipadores y el futuro del cooperativismo y la economía social en el contexto de una triple crisis: económica, climática y social.

"El capitalismo de plataformas no hace la misma sensación que el capitalismo al uso". ¿Qué le extraña de este modelo?

Cuando miras los mercados de trabajo en internet, te los encuentras completamente desregulado. Si bien la legislación laboral se tendría que aplicar, de alguna forma no se consigue imponer. Los trabajadores ganan dos o tres dólares la hora, claramente ilegal, pero no se ha podido impedir. Viven en una zona gris donde las regulaciones no acaban de funcionar. En aquellos sectores que denominan sharing economy, la ley se rompe cada día. Los ayuntamientos simplemente se rindieron –no tanto Barcelona, pero sí muchas ciudades alrededor del mundo–.

¿Cree que las instituciones han cedido su rol como regulador a estas plataformas?

La implantación de las plataformas en muchas ciudades del mundo se ha hecho mediante operaciones altamente coordinadas; y muchas empresas han llevado término estrategias de intimidación de los reguladores. El discurso los acusa de estar anticuados, de ser dinosaurios. Y los legisladores, incluso los críticos o escépticos con el modelo, no tenían los datos de las compañías –porque no los hacen públicos– y, por lo tanto, no sabían exactamente lo que pasaba. Incluso si hubieran querido intervenir, no podían hacerlo de acuerdo con informes regulatorios que mostraran claramente las prácticas internas.

Las empresas también han penetrado los mercados con grandes cantidades de dinero. En Nueva York, cuando hace unos años la ciudad intentó limitar el número de VTCs en la ciudad, Uber organizó manifestaciones, pagando a personas para que participaran. Hasta incluyeron una pestaña en su aplicación para que los usuarios pudieran enviar quejas directas al Ayuntamiento. Consiguieron encender a su base, y esto metió el miedo en el cuerpo a los legisladores. Estuvieron cerca de deponer al alcalde, hasta este punto tienen acceso a recursos; y son insidiosos.

¿Hay algo del modelo de plataformas que se pueda reaprovechar?

Esto es en lo que llevamos trabajando en los últimos ocho años. Un ejemplo: en la región de Sao Paulo hay una ciudad en que el Ayuntamiento se da cuenta de que los taxistas no podían permitirse la gasolina durante la pandemia. Entonces crea una cooperativa para agruparlos y solucionar el problema; y empieza a trabajar con una compañía de software para constituirse como plataforma cooperativa. La tech acepta que los trabajadores se queden el 95% de los ingresos. Este es el paradigma de colaboración publicoprivada, en que la ciudad ocupa un rol principal en la cooperativa.

Estas iniciativas marcan el camino para Barcelona, y por ciudades de todo el mundo. La relación entre municipalidades y mundo cooperativo es muy importante. Ahora, solo tendría que tener efecto durante la fase de startup; la corporación municipal tendría que asistir en la fundación de estas cooperativas, pero después dar un paso al lado. Nos encontramos con varios ejemplos de cooperativas que fracasan porque los trabajadores no se sienten autónomos; trabajan para el gobierno.

Podrían crear aceleradoras, incubadoras... Hay muchas maneras en que cooperativas y administraciones locales pueden trabajar juntas. Se podría imaginar a la ciudad de Barcelona invirtiendo en una cooperativa de plataformas pero renunciar al voto. Justo es decir que muchas cooperativas tradicionales estarían en contra de esto, porque amenaza su total autonomía. Pero mientras esta propiedad no implique decisión, puede funcionar; se puede ir hacia un modelo de cooperativas multi-stakeholder que abren la propiedad a otros agentes de la comunidad.

Scholz: "Lo más eficiente en el cooperativismo de plataformas es buscar a quien tenga un modelo pareciendo al tuyo e intentar replicarlo"

En su experiencia, ¿están los ayuntamientos dispuestos a invertir en iniciativas cómo las que propone y después retirarse?

En Bruselas, la ciudad ha creado una incubadora de plataformas cooperativas. Incluso a Barcelona, el Ayuntamiento ha hecho muchas declaraciones en este sentido. Hay muchos ejemplos, muchas corporaciones municipales quieren participar.

¿Y otros niveles de la administración?

Depende. En los Estados Unidos puedo decir que es algo que definitivamente no saltará en el gobierno federal o en los estados. El problema, creo, es que a niveles más elevados de la administración hay demasiada disfunción. Quizás esto no se aplica tanto en algunos países, Alemania por ejemplo, o España, pero por experiencias como el Reino Unido, Brasil, Hungría, Polonia, los mismos EE.UU.... No lo parece.

El actor principal sigue siendo la corporación municipal. El municipalismi, cómo las ciudades pueden trabajar conjuntamente. Lo mismo pasa con las cooperativas como tal. ¿por qué no encontrar iniciativas similares en todo el mundo y trabajar conjuntamente para llegar además mercados y además ahorrar centenares de miles; quizás incluso millones de euros? Se podría crear algo espectacular. En mi clase en la Universidad Mondragón hay alumnas de todo el mundo, y mucha gente comparte las mismas ideas. Y todo el mundo intenta crear las iniciativas desde cero, porque piensan que nadie ha hecho lo que su cooperativa de plataformas intenta hacer. En vez de hacer el más eficiente, que es buscar a los que ya lo han hecho e intentar replicarlos. La colaboración es mucho más barata y eficiente, y genera muchas más probabilidades de éxito.

A menudo estas cooperativas son un mundo dentro del mundo, operan por sí y hacia sí mismas.

Es un debate que se puede rastrear hasta Rosa Luxemburgo. La crítica clásica a las cooperativas, sin embargo, es muy anterior a estas cooperativas multi-stakeholder. Se puede aplicar a las cooperativas de trabajadores –a muchas, quizás–. En el modelo de propiedad abierta aparecen ejemplos como pequeñas ciudades a la montaña italiana, donde la despoblación amenaza la continuidad de los servicios, y se constituyen cooperativas que gestionan toda la villa representando a toda su población.

Tenemos ejemplos de cómo esta relación con la comunidad podría ser diferente. Incluso los tenemos en el mundo digital, con experiencias como la de FairBnb, que se está transformando en una cooperativa multe-stakeholder para incluir no solo los trabajadores sino también los propietarios de los inmuebles que se alquilan, y potencialmente también los usuarios.

¿Cómo se adaptan las plataformas para estas iniciativas?

La tech es lo que hagas con ella; si diseñas un software que se adapta a las necesidades de los trabajadores, tiene una presencia muy diferente que el que intenta dominar su actividad. Algo que he encontrado por todas partes, por ejemplo, es un rechazo por parte de los trabajadores a una feat propia de las plataformas cómo son los sistemas de reputación. Porque saben que cuando hay evaluaciones individuales se enfrenta los trabajadores entre ellos, mientras que si la evaluación es conjunta –como Up Go, una plataforma cooperativa de trabajo doméstico a Nueva York– las reviews afectan el conjunto de la cooperativa. En algunas experiencias de aplicaciones de trabajo doméstico, las trabajadoras rechazan que los usuarios puedan pedir una persona en concreto, para evitar sufrir acoso sexual; o envían siempre dos trabajadoras.

"En las plataformas cooperativas, la tecnología es una herramienta, no un opaco jefe algorítmico que hace cosas que nadie entiende"

Una gran diferencia, pues, es que la vida de los trabajadores de plataformas es completamente imprevisible. En Starbucks, un algoritmo genera horarios cambiantes para los trabajadores; predice cuándo no hay nadie en la tienda y te hace marcharte. No saben cuándo trabajarán, cuánto dinero ganarán, cuando podrán tener vacaciones, recoger los hijos... Cuando los trabajadores tienen control de la plataforma, conocen y tienen control sobre todo lo que tiene que hacer. La tecnología se convierte en una herramienta, y no en un opaco jefe algorítmico que hace cosas que nadie entiende.

¿Implica esto algún tipo de relación entre cooperativas de plataformas y la comunidad de software de código abierto?

En teoría, sí. A la práctica, las cooperativas no confían en el software abierto. Tienen miedo de que alguien otro coja su programario y creen competencia. Hay instancias que esto ha pasado, para ser justos. Están mucho más abiertos a usar licencias de peer production; se ofrecen licencias creative commons de una aplicación concreta que solo se pueden dedicar a usos comerciales si la empresa es una cooperativa.

Volviendo a la crítica al cooperativismo, esto ayuda a que las cooperativas salgan de sus fronteras. Es muy importantes que estos proyectos puedan colaborar o crecer más allá de las ciudades donde funcionan, a todo un estado, o incluso a escala internacional.

¿Piensa que un cooperativismo escalable puede ser una chispa para implementar cambios económicos más estructurales?

Podría ser, siempre que se trabaje conjuntamente. Hay experiencias que no son reproducibles, pero hay ecosistemas que favorecen trascender el aislamiento del cooperativismo. Barcelona es perfecta para eso. A menudo se intenta esconder que las cooperativas de plataformas forman parte de todo un fenómeno, un movimiento internacional, que pueda incluso amenazar el capitalismo.

Para trascender el modelo económico se tienen que generar ecosistemas, una suerte de comunes pluralistas, que tienen que incluir a las cooperativas, pero también centros de trabajo sindicalizados, el sector público... El problema es que a menudo hay una suerte de tribalismo, la idea que un modelo es claramente mejor que el otro. En los Estados Unidos hay quien defiende que el único modelo es el del sindicalismo tradicional, y es cierto que los sindicatos tienen un rol importante en estos ecosistemas, pero también lo tienen las cooperativas, las empresas employee-owned, los profesionales públicos... Si se ve todo esto como una red, se puede cambiar la sociedad.

Esto pide una cierta agencia, ser movimiento

El cooperativismo ya es un movimiento. En cuanto al cooperativismo de plataformas, estamos intentando impulsarlo. Ayudaría, para los cooperativistas, saberse parte de algo más grande que ellos mismos. Que cuando una empresa social en Indonesia, o Uganda, o en Costa de Marfil, hable con su alcalde, o con un posible inversor, no la vean solo como un proyecto individual, sino que les ofrezcan fondos porque su iniciativa ya funciona en Barcelona, o en Nueva York. Por eso este movimiento es crucial.

"Para trascender el modelo económico se tienen que generar ecosistemas, una suerte de comunes pluralistas"

El consorcio de plataformas cooperativas, que funciona en Nueva York, tiene socios en Indonesia, en Alemania, Mondragón, en Reino Unido, en Hong Kong... Se está construyendo en definitiva un sentido de red, de conectividad.

¿Puede encontrar el cooperativismo de plataformas conexiones con el sindicalismo social y las nuevas organizaciones del trabajo?

Hay una larga historia de relaciones entre los sindicatos y las cooperativas, y esto se traslada al trabajo en plataforma. Hay ejemplos preciosos. En los Estados Unidos, en el sector de los cuidados, hay una plataforma que trabaja con enfermeras que ofrecen sus servicios a los hospitales para servicios de curas. La plataforma es una cooperativa organizada por el sindicato del sector de la salud, y tiene unas 2.000 trabajadoras registradas.

También hay experiencias donde la colaboración entre cooperativas y sindicatos ha servido para hacer presión. En la India está la experiencia de la federación SEWA, que representa a un millón de mujeres trabajadoras por cuenta propia, entre las que cuentan unas 300.000 que forman parte de una red de 115 cooperativas. Si se tienen que hacer actuaciones contra un empresario que no ofrece a sus trabajadoras las condiciones necesarias, el sindicato puede amenazar con fundar una nueva cooperativa en la red y competir con la compañía. Y los ejemplos son infinitos: cooperativas ofreciendo formación a sindicatos, aportación de beneficios sociales...

Para todo esto hace falta una gran base sindical, algo no muy presente en España

¡Aún así, aquí en Barcelona hay grandes ejemplos! RidersxDerechos se añadió a la Intersindical Alternativa Catalunya, e implementaron un proceso vaguístic contra Deliveroo.

"La idea es la coordinación global; cooperativas trabajando juntas globalmente"

Ninguno de estos procesos es perfecto. Cuando la gente visita Mondragón, se queda decepcionada, porque no es el paraíso. Hay un montón de contradicciones. Pero es la cooperativa más grande del planeta, con 81.000 personas. ¿Cómo no va a representar una vida mejor?

Qué proyecciones hace en este campo para el futuro próximo?

Hay muchos experimentos que hacer, especialmente en el mundo tecnológico. La tecnología blockchain, las DAOs, pueden cambiar la forma –es un gran quizás– en que se gobiernan las cooperativas, o facilitar el intercambio de datos... Nos encontramos ante una triple crisis: económica, climática y de salud. Aquí es donde las cooperativas históricamente han prosperado. Las cooperativas se fundan para cubrir las necesidades de sus miembros, es una forma de negocio ideal para los tiempos de crisis. Es mucho más difícil que acaben en quiebra que otros tipos de empresas.

En Barcelona está Wifinet, que lleva internet a lugares donde las grandes telefónicas no tienen intención de llegar; o Som Mobilitat que ofrecen vehículos eléctricos en zonas rurales de Catalunya. La esperanza, o la proyección, es que estos modelo trabajen juntos, hagan franquicias de sus negocios fuera de sus ubicaciones originales. Recientemente, hablaba con unos taxistas de Ciudad del Cabo que me explicaban la dificultad de diseñar una página web, o un logo para su cooperativa. Si hay una gran cooperativa que ya funciona en otro lugar que les ofrece un plan de negocio, una infraestructura... Es otra historia. También complicada, pero mucho más efectiva. La idea, pues, es la coordinación global; cooperativas trabajando juntas globalmente.

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