Deutsche Bank, el tambaleo eterno del gigante

La larga relación del banco alemán con Catalunya

La central de Deutsche Bank en Frankfurt | iStock La central de Deutsche Bank en Frankfurt | iStock

Si hace años que los mercados hablan de la mala salud de hierro del Deutsche Bank, uno de los principales bancos alemanes, que además tiene una destacada presencia en Catalunya. A diferencia del Credit Suisse, los germánicos (a los que a partir de ahora llamaremos simplemente DB) parece que van conteniendo la situación y no dan el paso de pedir el rescate. Con la crisis financiera del 2008, en la que el DB fue sancionado por haber contribuido a embadurnar el planeta con las malditas hipotecas subprime, ya estuvo a punto de flaquear, precisamente por el importe de las sanciones, que subían hasta los 14.000 millones de dólares. Por suerte para ellos, al final (2017) la cifra quedó reducida a la mitad y pudieron hacerle frente. La resolución definitiva del caso afirmaba que el DB "era responsable de una conducta ilegal y de prácticas irresponsables en el ámbito del crédito que habían causado unos daños graves y prolongados a los inversores y al público americano". Añadía que el banco "contribuyó directamente a la crisis financiera internacional". De los 7.200 millones de dólares que finalmente abonaron, 3.100 eran multas y el resto indemnizaciones a afectados. En todo ese proceso también fue acusado su director de trading, Paul Mangione, que acabó pagando medio millón de dólares en sanciones. Hay que tener presente que el DB, además de ser el banco comercial que todos conocen, también es un gran operador del sector de la banca de inversión, terreno donde se produjeron estas malas prácticas.

De los 7.200 millones de dólares que finalmente abonó el Deutsche Bank, 3.100 eran multas y lo demás indemnizaciones a afectados

Las secuelas de la crisis financiera del 2008 dejaron tocado al banco alemán, que a pesar de todo podía haberse recuperado del golpe si no hubiera sido por dos factores que contribuyeron a debilitarlo aún más. El primero, un asunto puramente de mercado, como fue la larga época de tipos de interés cercanos a cero que siguió a la crisis. Como sabemos, los bancos se alimentan del espacio que existe entre el tipo de los depósitos y el tipo de los créditos, de forma que cuanto más altos estén los intereses, mayor posibilidad de ensanchar este diferencial. En caso contrario, cuando los tipos están extremadamente bajos, la brecha se estrecha y los bancos se quedan sin apenas oxígeno para respirar. El otro factor es de gestión: como ya ocurrió en el caso de Credit Suisse, los gestores del DB consiguieron pisar todos los charcos que se encontraban en el camino, una circunstancia del todo imperdonable. Quien más quien menos recordará el escándalo del Euríbor, cuando un grupo de bancos conspiraron (¡las conspiraciones existen!) para manipular el interés del mercado interbancario, que tiene una gran trascendencia porque es lo que sirve de referencia para los préstamos hipotecarios (y por lo general, para los créditos a largo plazo). Pues en este escándalo también estaba el DB, que tuvo que abonar una multa millonaria, junto con las demás entidades implicadas (Royal Bank of Scotland, Société Générale, JP Morgan, Citigroup y RP Martin), además de sufrir un descrédito importante, nunca mejor dicho.

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Pero con el escándalo del Euríbor no se cierra el currículo del DB, porque en estos años los hemos visto implicados en asuntos oscuros de Donald Trump, Jeffrey Epstein, Irán o los oligarcas rusos. Este último caso tiene relación con una gran trama de blanqueamiento de capitales que provocó que el temible Fincen norteamericano (Financial Crimes Enforcement Network, aquellos que asesinaron a la BPA andorrana) les pusiera el ojo encima, con operaciones sospechosas por un importe de un billón de dólares. En este asunto es importante hacer una reflexión pausada: cada día se generan en el mundo ingentes cantidades de dinero en actividad ilegales, que por definición son dinero negro porque una actividad perseguida por la ley no puede declararse a Hacienda. Es un hecho que toda esta masa de dinero vuelve a la economía y que no lo hace en cuentagotas blanqueada a través de tiendas de souvenirs que tienen una facturación desproporcionada respecto al volumen de clientes. Por tanto, cabe suponer que de manera sistemática el dinero negro entra de nuevo a la economía regulada por alguna tubería de mayor capacidad que la tiendecita de souvenirs.

Es un hecho que toda esta masa de dinero vuelve a la economía y que no lo hace en cuentagotas emblanquecida a través de tiendas de souvenirs que tienen una facturación desproporcionada respecto al volumen de clientes

Al margen de lo que hemos explicado hasta ahora, existe un factor curioso y poco conocido, como es la relación del DB con Catalunya, una circunstancia que conviene tratar detenidamente. En primer lugar, es preciso saber que la filial española del Deutsche Bank ha tenido su sede en Barcelona durante cerca de seis décadas y no es por casualidad. En los pañales del siglo XX, los empresarios alemanes eligieron la capital catalana como base para comerciar con Latinoamérica, y lo hicieron instalando la sede peninsular del Deutsche Ueberseeische Bank, o sea, el Banco Alemán Transatlántico, que era una filial precisamente del Deutsche Bank. Mientras el DB había sido fundado en 1870, el Transatlántico lo fue en 1887. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial todo cambió, y los alemanes no solo perdieron muchos de sus negocios en beneficio de los países aliados, sino que la propia marca quedó estigmatizada. En el caso catalán, el Banco Alemán Transatlántico pasó temporalmente a manos públicas del estado franquista y su nombre fue modificado: quedó como Banco Comercial Transatlántico (Bancotrans), que sonaba parecido, pero sin palabras incómodas dentro de la marca (1950). Solo siete años más tarde, el DB ya había adquirido el 10% del Bancotrans, como forma de empezar a operar en el Estado. El DB fue incrementando su participación y, en paralelo, en 1979 logró abrir las primeras oficinas peninsulares con la marca propia. Entre finales de los ochenta y principios de los noventa, los alemanes se quedaron con la totalidad del Bancotrans y también con la propiedad del histórico Banco de Madrid, que había fundado (1954) el empresario catalán Jaume Castell Lastortras y que tenía su sede en la Plaza Francesc Macià de Barcelona, ​​en lo que hoy es el edificio corporativo del Grupo Godó. Por tanto, el actual Deutsche Bank español es el resultado de la fusión del Bancotrans y del Banco de Madrid.

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La otra vinculación del DB con Cataluña quizá sea aún más desconocida. Todo esto sucedió en 1999, en un entorno en el que “la Caixa” tenía en sus manos una liquidez considerable y muchas ganas por diversificar el negocio. A finales de ese año tomó la decisión sorprendente de invertir 150.000 millones de pesetas (unos 900 millones de euros) al comprar acciones del Deutsche Bank -de la matriz alemana- con lo que pasó a ser el tercer accionista de la entidad y el primer no alemán (solo estaba por detrás del fondo de pensiones de los trabajadores y de la aseguradora Allianz), una coyuntura realmente insólita. Ese 2,6% del capital que adquirió, con el tiempo se transformaría en un 4,2%, reforzando así su posición. La aventura duró hasta el 2005, momento en el que “la Caixa” vendió su participación con una pequeña plusvalía y cerró ese lustro en el que el DB estuvo, en cierto modo, en manos catalanas. Años más tarde, en el 2017, se especuló con la posibilidad de que la entidad de la Diagonal, ahora como CaixaBank, se quedara con la filial española del DB, pero al final la operación no se llevó a cabo.

Volviendo al presente, habrá que ver cómo evoluciona el DB, lo que es seguro que es hoy vale poco más del 25% de lo que valía hace más de quince años, señal de que ya es -pase lo que pase- un coloso caído. Veremos si terminar de poner la rodilla en el suelo y pide un humillante rescate.

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