La COP27 empezó con pocas expectativas para conseguir objetivos ambiciosos. Tan sólo se ha producido un pequeño progreso en pérdidas y daños pero sin concretar aspectos primordiales y posponiéndolo a la COP28. Todo ello a pesar de que la evidencia científica nos avisa de que en 2100 no será posible reducir la temperatura y estaremos por encima de los 1,5 ºC (entre 1,7 ºC y 2,4 ºC). (Gráfico 1)
Según el estudio Loss and Damage Collaboration, 55 de las economías más vulnerables al clima sufrieron pérdidas económicas de más de 500.000 millones de dólares entre 2000 y 2020. Y podría aumentar en otros 500.000 millones de dólares en la década siguiente. Cada 0,1ºC significa mayores impactos climáticos, con pérdidas en los países en desarrollo calculadas entre 290.000 y 580.000 millones de dólares para 2030.
Otros estudios que han evaluado la evolución del PIB, estiman que la economía mundial podría perder hasta un 18 % del PIB a mediados del siglo si las temperaturas aumentaran 3,2 ºC, y las principales economías podrían perder alrededor del 10 % del PIB en 30 años.(Gráfico 2)
Con el acuerdo de "Pérdidas y Daños" hay una responsabilidad compartida entre los países y, por tanto, deben formar también parte de la solución. Se abre un reto de si todos los países están realizando el máximo de sus posibilidades para contribuir al fondo de compensación. La letra pequeña, incluida la cantidad a destinar y quién contribuirá, se discutirá en la COP28.
¿Avanzan las COPs en la lucha contra el cambio climático?
Hasta ahora, las negociaciones de las diferentes COP se habían centrado en cómo reducir los gases de efecto invernadero y cómo hacer frente a los impactos del cambio climático. Pero en esta COP27 ha dominado el tema de si los países industrializados que más han contribuido a causar el problema deberían realizar pagos a los países que reciben los impactos de forma directa.
Las tensiones geopolíticas, la crisis energética, la crisis alimentaria, el conflicto de Ucrania-Rusia, la inflación, la situación en Asia entre Taiwán-China o las fricciones entre EE.UU.-China han contribuido a que la lucha contra el cambio climático no haya sido el tema prioritario en las políticas globales climáticas y así se ha reflejado en la COP27. Sin embargo, se espera avanzar en otros foros de forma multilateral como el G20 en Bali, en el que los países ricos acordaron aportar 20.000 millones de dólares para ayudar a Indonesia a abandonar el carbón, o bien de forma bilateral, en nivel de empresas, países o regiones.
La actual crisis energética en Europa provocará temporalmente nuevos aumentos de las emisiones a medida que el gas sea sustituido por petróleo o carbón en determinadas aplicaciones y países (Gráfico 3). El texto no hace ninguna referencia a la estimación del IPCC cuando habla de que los sistemas alimentarios son responsables de entre el 21% y el 37% de las emisiones mundiales. Se ignoran las posibilidades de que "la agricultura del carbono" y el cambio de uso del suelo contribuyan a la mitigación.
Los tres pilares sobre los que debemos poner el máximo esfuerzo son: la mitigación (no superar el 1,5 °C del Acuerdo de París), mejorar la adaptación de los países más pobres y movilizar la financiación.
Por primera vez en una COP, el documento final hace un llamamiento a reformar el sistema global financiero, como el FMI y el Banco Mundial, pilares de la economía mundial. Con sus prácticas y modalidades, los países menos desarrollados no tienen acceso al capital para mitigar el cambio climático ni la adaptación. El FMI dispone de un billón de dólares para prestar a países con problemas financieros, pero solo una pequeña parte de esta cantidad se destina a la financiación de la lucha contra el cambio climático. Este apoyo a la reforma es significativo, puesto que la forma como se están financiando las acciones de lucha contra el cambio climático está comportando más deuda, complicando las capacidades de los países más vulnerables para poderse desarrollar de forma más limpia.
El IPCC nos avisa de que estamos sobrepasando puntos de no retorno. Hay regiones que no podrán adaptarse y si no se acelera en los temas de mitigación, la factura de “Pérdidas y Daños” crecerá. La urgencia está en la mitigación y adaptación. A medida que la ciencia se ha introducido en las COP, las negociaciones se han tratado a nivel sectorial. Un avance importante en la COP27 ha sido tratar la agricultura como un sistema alimentario, no sólo de producción, sino del modelo que se necesita. El Pacto por el Clima de Glasgow del año pasado no hacía mención alguna a la agricultura, la alimentación o el agua. El Globe Talk Cake de la COP es la palanca de cooperación internacional que permite a los distintos países intercambiar los avances individuales para avanzar a nivel global.
¿Cómo estamos en Catalunya respecto a Mitigación y Adaptación?
En Catalunya se ha cumplido con el Compromiso de Kioto pero, para conseguir los objetivos del 2030 y los de las siguientes décadas, se necesita una transformación acelerada de la economía hacia la descarbonización. Se prevé que las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía logren su punto máximo antes de 2030.
En nuestro territorio, los fenómenos meteorológicos extremos (Gloria o Filomena) son los que más impactan sobre la población, infraestructuras, comunicaciones o suministros. Las afectaciones son muy distintas: la tormenta Gloria supuso 518.000 millones de euros de daños en el litoral (mayor concentración de población) y Filomena, 400.000 euros afectando a 46 mil hectáreas de olivos.
La ley 4/2017, de cambio climático en Catalunya, introdujo un instrumento de financiación a través del impuesto sobre las emisiones de CO2 de los vehículos de tracción mecánica que se transfieren al Fondo Climático para focalizar la acción de adaptación y mitigación en la investigación, la empresa, los entes locales (ayuntamientos) y en el ámbito de la participación ciudadana. La recaudación de este impuesto supone alrededor de unos 50 millones de euros anuales, lo que permite desarrollar políticas públicas a través de proyectos con acción transformadora de la economía.
¿Qué se espera para 2023 en la política climática?
• Aumentar la coalición de países y acelerar el abandono de los combustibles fósiles.
• Reformar el sistema global de financiación para ayudar a los países vulnerables.
• Iniciar las transformaciones sistémicas necesarias para reducir las emisiones frente al calentamiento global acelerado y con la decisión de la creación del Fondo de “Pérdidas y Daños”.
El reto tanto para el sector público como para el privado (empresas-ciudadanos) es trabajar para reducir las emisiones mundiales de efecto invernadero y mitigar los impactos del cambio climático.
* Ana García Molina es miembro de la Junta de Gobierno y presidenta de la Comisión de Economía y Sostenibilidad del Colegio de Economistas de Cataluña