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Hacer noche en el barco y navegar hasta el infinito

A pesar de que la regulación actual de los barcos depende de la autoridad portuaria, en un futuro no demasiado lejano, acabarán colándose entre los artículos de la ley de turismo

En el Caribe, el negocio de alquiler de barcos lleva más de 50 años | iStock
En el Caribe, el negocio de alquiler de barcos lleva más de 50 años | iStock
Barcelona
19 de Septiembre de 2023

Se quejan estos días los hoteleros del País Valenciano del uso de los barcos como alojamiento. Antes lo hicieron los de las Islas. Dentro de poco, estallarán los de todo el Mediterráneo. Dicen que les hacen la competencia porque venden las habitaciones más baratas y los turistas se abocan. Se trata de un sistema de hospedaje, como el hotel, el apartamento turístico, la casa rural o cualquiera de las cinco tipologías de interior que se han inventado los franceses: en definitiva, todos forman parte de la misma categoría de producto, el alojamiento. Es la competencia.

 

Los barcos no están regulados por la Ley de Turismo de Catalunya, pero en un futuro no demasiado lejano, si cumplen la misma normativa que el resto de la oferta alojativa, poca gente duda de que se acaben ofreciendo como una buena alternativa a los hoteles. La regulación actual les coloca bajo la autoridad portuaria, pero en la medida en que avance su uso turístico, acabarán colándose entre los artículos de la ley de turismo.

Sorprende esta protesta, porque hace tiempo que los hoteleros se han acostumbrado a competir con otras ofertas potentes de alojamiento, como por ejemplo los apartamentos turísticos. Cuando se los encontraron, en el comienzo, reaccionaron de muy mala forma; ahora, se soportan. La competencia es dura, pero sana, y unos y otros han salido bastante bien. Si la figura del hotel mantiene su prestigio urbano y vacacional, podrá sin duda medirse con un nuevo competidor. Cuando ellos eran emergentes, a mediados del siglo XIX, las casas de huéspedes, los hostales, los bed & breakfast, los campings, los lodges y otros formatos preexistentes también lucharon contra los hoteles modernos, porque les quitaban la clientela y ninguno de ellos ha desaparecido.

 

Si la figura del hotel mantiene su prestigio urbano y vacacional, podrá sin duda medirse con un nuevo competidor

En el Caribe, el negocio del alquiler de barcos lleva más de 50 años. Entre las ofertas alentadoras la más arraigada es la de dormir en el puerto, en algún Cayo en alta mar, a la espera de pescar un gran pez, mientras los tiburones atacan, emulando El Viejo y el Mar, de la novela de Hemingway. En las estaciones náuticas de París se ofrecen desde hace muchos años pequeños cruceros para pernoctar bajo la Torre Eiffel. En los Juegos Olímpicos del 92, habilitaron cruceros en el puerto de Barcelona al servicio de los visitantes, aunque la apuesta no salió nada brillante. Y en torno al 1 de octubre, muchos policías que fueron enviados a Catalunya desde el resto del país para reprimir la situación fueron alojados en cruceros italianos inactivos; vaya, que iban a dormir. ¿Hay tanta diferencia entre estas propuestas y ofrecer dormir una o varias noches flotando? De hecho, distintas plataformas invitan, escondiéndolas más o menos, de forma que cualquier que quiera pernoctar en un barco lo hace desde hace tiempo.

La fórmula progresará dependiendo de si la estancia nocturna se convierte en algo memorable, de calidad, con los servicios, confortabilidad y precio adecuados para competir con los hoteles. Muchos de los 20.000 propietarios que han matriculado su barco de recreo en los últimos diez años en España confirman que se trata de una experiencia simpática.

El horizonte

Los negocios se pueden contemplar desde dos visiones. La estática, que busca conservar lo que se ha recibido de familia o se ha creado por si mismo, planteando estrategias defensivas, para evitar que otras ingresen al mercado o les sustituyan; esta estrategia excesivamente conservadora conduce a menudo a acabar perdiéndolo todo cuando, por ejemplo, se vive en una etapa de cambio tecnológico radical. Y la dinámica, que consiste a conservar también, pero añadiendo una dosis importante de innovación. Todo se mueve. Se abren enormes oportunidades en el mismo sector, en los periféricos o más allá; aprovechar las nuevas tecnologías y, desde la posición de cada cual, tomar los riesgos convenientes para abrirse a nuevos negocios, a nuevos clientes, en nuevas ciudades y adquiriendo una mayor dimensión, representan el ADN de la visión empresarial.

Ahora no sabemos si en diez años los principales flujos turísticos se continuarán dirigiendo hacia el Mediterráneo, o se irán hacia el Cabo Norte o se trasladarán hacia el Atlántico, o la playa empezará a ser desplazada como primera motivación de ocio. Hemos disfrutado cinco o seis décadas de un producto nuevo para un mercado nuevo, el turismo vacacional, y ahora todo se puede girar bruscamente. Los fenómenos meteorológicos que han tenido lugar como consecuencia del cambio climático, que hace tiempo se ha desatado, obligan a replantear de forma radical qué hacer con el millón ochocientas mil plazas hoteleras que forman parte de la patronal CEHAT. Mientras asistimos desamparados a los cambios radicales de humor del tiempo, aparecen un par de oportunidades. La primera, aprovechar la ocasión para ampliar la temporada en los destinos y buscar usos alternativos del litoral más allá del verano. Y la segunda, probablemente la más importante, interpretar los escenarios posibles de futuro para crear nuevos negocios aquí y, en otros lugares, expandirse. La experiencia adquirida por el turismo español en 50 años le permite esto y mucho más, como lo han demostrado quince o veinte empresas que se han globalizado, muy pocas con sede en Catalunya.

El Comité Colbert está compuesto hoy en día por 93 firmas, de las cuales tres cuartas partes son empresas globales

No me sé avenir del hecho que solo sean quince o veinte. Por las mismas fechas que en Catalunya y España iniciaban el negocio turístico, Francia empezaba a ligar su marca con la moda, la gastronomía y el lujo. El Comité Colbert está compuesto hoy en día por 93 firmas, tres cuartas partes de las cuales son empresas globales; de aquellos tallercitos a marcas multinacionales: ¿dónde se han quedado nuestros hotelitos?

En vez de derrochar esfuerzos en defender posiciones numantinas que no conducen a nada, parece más rentable luchar para reforzar la posición, pero contemplando a la vez otros nuevos negocios y nuevos territorios. No sea que malgastando energías en temas menores, se pierdan las oportunidades del futuro, que, como decían Hamel y Prahalad  (Competing for the future, 1996), acaban siendo las mejores y las más rentables.