Son malos tiempos para la lírica

El cambio climático es el principal problema de la humanidad, no es una broma y hay que huir de la estética

Las medidas para resolver el principal problema de la humanidad son inaplaçables | iStock Las medidas para resolver el principal problema de la humanidad son inaplaçables | iStock

Cuando se publicó la estrategia del campo a la mesa y la estrategia de la biodiversidad, formando parte del Green Deal europeo, desde Estados Unidos advirtieron de los impactos en precios y desequilibrios comerciales de tal estrategia. Simultáneamente los ministros de agricultura de la Unión Europea alertaron del riesgo que las propuestas más sostenibles de la Unión Europea se convirtieran simplemente en importaciones insostenibles. Ahora un estudio de la Universidad holandesa de Wageningen concluye que la aplicación de las medidas de la estrategia del campo a la tabla supondrán una reducción del 15% de la producción y el incremento de un 22% del precio de los alimentos.

En otro sentido, la Unión Europea acaba de decir que se considerará sostenible la energía nuclear y la proveniente de la combustión de gas natural. Es decir, una energía altamente peligrosa, cómo la nuclear, tal como ya se ha demostrado, con una problemática no resuelta sobre sus residuos, y un combustible fósil, emisor neto de gases efecto invernadero, ahora se considerará energía verde. Green Peace ya ha posado el grito al cielo

Complejidad y dificultad

¿Qué está pasando? ¿Que la lucha contra el cambio climático es una broma? ¿Que no hay que hacer nada porque de momento ya estamos bien? No, no es una broma. Al contrario, actualmente es el principal problema de la humanidad. Estas dudas y cambios de criterio significan, simplemente, la gran dificultad para avanzar en las medidas contra el cambio climático. Estamos ante un problema complejo. Podríamos decir, como símil, que es la misma complejidad de un trasplante de corazón: hay que hacer el trasplante de manera técnicamente correcto pero mientras tanto el paciente tiene que seguir vivo. Y esto no es fácil.

Somos aprendices de brujo, y ya sabemos que a veces las aguas se desbordan y no sabemos cómo reconducirlas o dominarlas

En la agroalimentación, esta complejidad se expresa a partir de tres vectores. En primer lugar, la producción se tiene que realizar de manera sostenible. En segundo lugar, tiene que ser suficiente para atender la demanda. En tercer lugar, tiene que ser asequible para todo el mundo. Son tres objetivos que no están alineados y su resolución es compleja. Por lo tanto, es posible que se tengan que dar pasos atrás y también es posible que objetivos inicialmente propuestos tengan que ser revisados. Esto no contradice la relevancia del objetivo, más bien al contrario. Somos aprendices de brujo, y ya sabemos que a veces las aguas se desbordan y no sabemos cómo reconducirlas o dominarlas. Estamos al frente de una gran transformación pero los caminos no siempre transitan por paisajes delicados.

Huyendo de los dogmas

La lección que nos sugieren estas dos informaciones es que hay que huir, como de la peste, de los dogmas, de las verdades absolutas que solamente tienen el valor que se los otorgan sus promotores. Hay que huir de los ideologismos, los grandes productores de falsas verdades, que bajo eslóganes simples y generalmente estéticos esconden los principales obstáculos para avanzar. Por ejemplo en agroalimentación preocupan las propuestas que bajo la etiqueta de sostenibilidad se olvidan de las otras dos partes del trilema: la suficiencia y la accesibilidad general de la alimentación. Hay que huir de las propuestas meramente estéticas. La estética del momento es mitigar el cambio climático y recuperar los equilibrios medioambientales, pero teniendo en cuenta que, mientras tanto, la población mundial tiene que comer. Atendida la complejidad del embate hay que abrir las mentalidades y buscar las mejores respuestas científicas con los datos reales. Atendida la gravedad y urgencia hay que avanzar rápidamente sin desviarse del objetivo central.

Hay que huir de los ideologismos, los grandes productores de falsas verdades, que bajo eslóganes simples y generalmente estéticos esconden los principales obstáculos para avanzar

Nos hemos acostumbrado a imaginar caminos sencillos, hijos del miedo y la dificultad. A veces nos hemos puesto a soñar utopías cuando los caminos reales son difíciles y complejos. Hemos idealizado la naturaleza y la hemos hecho más vulnerable al impedir su mejor defensa: una gestión efectiva del bosque, donde quepa también un mosaico de agricultura y pastos. Hemos impedido soluciones en la dinámica del no a todo, los molinos molestan, las placas fotovoltaicas también, las granjas son feas, los campos hacen mal olor, de los centros de tratamiento de residuos ni hablar, del regadío tampoco. Siempre con argumentos estéticos o pretendidamente ecológicos, pero lejos de los caminos, más grises pero necesarios, para abordar la gran transformación verde. Tenemos que poner en cuestión las falsas verdades, dogmas de una cultura que no nos lleva en ninguna parte. Pondré un ejemplo actual muy representativo: la negativa de emplear zonas ZEPA (zonas de especial protección por las aves) por instalaciones fotovoltaicas en una Catalunya falta de forma grave de tierra agrícola. Se nos ha dicho que las zonas protegidas no se tocan. Aun así, ¿esta posición tiene alguna base científica, aparte de estética?. ¿Alguien puede explicar en que afectarían a la vida de los pájaros unas superficies fijas, sólidas y opacas como son las placas solares? Mientras tanto aceptamos sin excesiva preocupación la destrucción del muy escaso recurso suelo agrícola, crítico para hacer frente a la emergencia alimentaria.

El coste de la transformación verde

Volvemos al estudio de la Universidad de Wageningen. Dice que tendremos menos producción y más precios. Para cubrir la demanda de alimentos habrá que buscar soluciones inteligentes e imaginativas, a la vez, quizás habrá que modificar algunas rutas propuestas. Pero los precios subirán. ¡Está claro que subirán!. Razón por la cual el control de la especulación es crítico. De una manera urgente hay que regular los mercados de futuros, la herramienta preferida de los especuladores. En uno en torno a fuerte volatilidad de precios hace falta no dar facilidades en beneficio de unos pocos arquitectos de la desigualdad.

Aun así, todas las medidas de la gran transformación verde, por más necesarias y urgentes que sean, no son gratis. La sostenibilidad no es barata, dejar de contaminar requiere inversiones, dejar de emitir gases efecto invernadero requiere producir de otro modo, más costoso (si fuera a la inversa ya se habrían adoptado los procesos más sostenibles). Hay que ser conscientes. Es importante que gobernantes y medios de comunicación se hagan eco de la parte desagradable de la gran transformación que hay que hacer. Hace falta pedagogía de la dificultad. Hay que explicar que los mayores costes que hay que asumir sueño en realidad la parte pequeña de los costes que vendrán si no nos esforzamos urgentemente a frenar y mitigar el cambio climático. Las futuras generaciones no tienen que recibir las dificultades que acontecerían como mala herencia nuestra. La transparencia informativa quizás no hace ganar elecciones pero prepara a la sociedad para entender, aceptar e implicarse en las soluciones.

Hay que avanzar en la reducción de la desigualdad y la defensa de la democracia, algo imprescindible para la justicia y la equidad, pero también para que las transformaciones puedan ser aceptadas y no generen tensiones sociales incontrolables

El problema al que nos enfrentamos es planetario y la respuesta solo puede ser global. Se han dado pasos importantes, impensables hace poco tiempo. Ciertamente, las evidencias han movido conciencias. Pero estamos lejos de consolidar un camino efectivo y bien articulado. Una de las herramientas que tienen que facilitar la gran transformación es el impuesto al carbono. Hace falta, sin embargo, generalizar su aplicación y afinarla para que sea más efectiva. Hay que avanzar en las energías realmente renovables. Hay que eliminar los agrocarburantes, responsables de gran parte de la deforestación. Hay que eliminar – y es posible- las emisiones de metano y óxido nitroso de ganadería y agricultura. Hay que repensar con urgencia el sistema de transporte aéreo. Hay que dar la palabra a la ciencia y, sin dogmatismos, recuperar los valores de la agroecología y, con humildad, aprender de la naturaleza. Pero, sobre todo, como objetivo imprescindible, hay que avanzar en la reducción de la desigualdad y la defensa de la democracia, algo imprescindible para la justicia y equidad pero también para que las transformaciones puedan ser aceptadas y no generen tensiones sociales incontrolables.

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