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Mas Alta, la pasión belga que echó raíces en el corazón del Priorat

La bodega Mas Alta es un proyecto nacido por el impulso de dos familias belgas en 1999 y que reivindica el Priorat como región vitivinícola en todo el mundo

La bodega Mas Alta, situada en la Vilella Alta | Cedida
La bodega Mas Alta, situada en la Vilella Alta | Cedida
Bernat Bella
Periodista
15 de Septiembre de 2025 - 05:30

En 1999, dos familias belgas (Lambrecht y Vanhoutte) escogieron el Priorat para impulsar un proyecto vitivinícola arraigado al territorio y que explicara al mundo esta región tan especial del prelitoral catalán. "Ellos veraneaban aquí; vieron mucho potencial y una zona muy virgen para crear un proyecto que querían basar en viñas y vinos", explica Manel Subirà, responsable comercial de Mas Alta.

 

Así es como nació la bodega Mas Alta, en una masía y una finca de la Vilella Alta y con la voluntad de "explicar la región y su historia" a través de los vinos. Todo empezó cuando Michel Vanhoutte se jubiló y tenía la ilusión de crear un proyecto alrededor del vino. No tenía claro qué lugar del mundo elegiría, pero finalmente se sintió atraído por la magia del Priorat: "Era una zona que emergía con fuerza".

Una pequeña bodega

Después de cinco años de pruebas, en 2004 salen a la venta los primeros cuatro vinos de Mas Alta, producidos en catorce hectáreas de viña propia. Veinte años después, gestionan más de 70 hectáreas y elaboran 14 vinos.

 

En aquellos inicios, por los lazos en el extranjero de los impulsores, Mas Alta tenía una gran presencia internacional y exportaban casi el 95% de sus botellas. "Para ellos, era lo más cómodo y conocían a muchos clientes", destaca Subirà. En aquellos primeros años, la producción era pequeña y se vendía muy bien.

La ambición de hacer crecer el proyecto

En 2011 llega un momento crucial para Mas Alta. Michel se jubila y su yerno se pone al frente del negocio. Una sucesión que da un impulso y un añadido de ambición a la bodega. Así, se empieza a aumentar la producción y a crear nuevos vinos. Pero siempre, con el territorio muy presente.

Manel Subirà enfatiza la apuesta por la agricultura ecológica desde los inicios: "Estamos dentro de un parque natural y creímos oportuno que debíamos ser lo más respetuosos posible con el entorno". Esto se traduce en una intervención mínima en las viñas, por ejemplo descartando el riego artificial.

El enólogo Damià del Castillo se suma al proyecto en 2018 y supone un nuevo empuje para una bodega que ya buscaba más arraigo en el territorio. La producción es cada vez mayor y empiezan a buscar espacio también en el mercado nacional. De hecho, ahora ya consiguen más del 40% de las ventas en el Estado. Aun así, también están presentes en más de una treintena de países, donde destacan Suiza, Alemania, Bélgica y, hasta ahora, Estados Unidos.

Del Priorat al mundo

Una presencia internacional que no es nada sencilla. Ni por la competencia española con regiones mucho más conocidas y más productoras, ni por la competencia de territorios cercanos como Francia. "Somos una zona pequeña y poco conocida", reflexiona Subirà, aunque destaca la calidad de los vinos: "Estamos orientados a un público pequeño, por los precios y por el perfil".

Subirà: "Hemos creado un proyecto muy honesto basado en viña, uva y tierra"

Esta realidad no ha impedido que el Priorat sea cada vez más valorado por el consumidor, tanto local como internacional. En el caso de Mas Alta apuestan por vinos gastronómicos y no es de extrañar que alrededor del 80% de sus ventas en el Estado sean a través del canal Horeca.

Y lo han conseguido manteniendo y reforzando la identidad con el territorio. "Hemos creado un proyecto muy honesto basado en viña, uva y tierra", recalca Subirà, que pone en valor el hecho de ofrecer vinos tan diferentes elaborados en un mismo pequeño pueblo. "Nuestro punto fuerte es la diversidad dentro de un mismo valle", insiste. Una apuesta que también han impulsado recuperando viñas centenarias abandonadas, algunas de las cuales del siglo XVIII.

Un proyecto enamorado de la tierra

Con estas bases elaboran una quincena de vinos, algunos con producciones limitadas a 600 botellas y otros hasta 60.000, y que quieren representar cada finca y cada viña. Su techo actual son 150.000 botellas al año, aunque está muy condicionado por el clima. Ahora, el objetivo es seguir expandiéndose internacionalmente y reivindicarse como región en el mercado local.

Subirà hace la comparación con otras denominaciones españolas como Albariño, Verdejo o Rioja, donde los restaurantes y clientes de la zona pueden elegir entre muchas opciones. "En Galicia hay pocos Priorats y aquí está lleno de Albariños. A menudo me dicen que con un Priorat en la carta ya tienen suficiente", lamenta Subirà. Por eso, acaba con un mensaje reivindicativo: "En Catalunya y en el Priorat se hacen vinos espectaculares y tenemos que proteger lo nuestro".