Medio ambiente desde la complejidad

¿Crear o no crear un Departamento de Medio Ambiente separado de Agricultura?

Hay que separar la agricultura del medio ambiente? | iStock Hay que separar la agricultura del medio ambiente? | iStock

¿Recuperar en Catalunya el Departamento de Medio Ambiente? Estos días se está hablando mucho y la argumentación a su favor es tan contundente que sería muy atrevido contradecirlo. Finalmente el mundo ha despertado o, mejor dicho, está empezando a despertar ante las evidencias y consecuencias del cambio climático. Los hechos y la ciencia han hecho cada vez más indefendibles las posiciones negacionistas. Nos hemos puesto a hacer inventario de los destrozos, con el ánimo de cambiar el rumbo de nuestro sistema económico, y hemos podido observar que las pérdidas en nuestra calidad medioambiental eran ingentes, en contaminación, en pérdida de suelos, en deforestación y en pérdida de biodiversidad. Sin duda hay que actuar para reorientar nuestra actuación verso a la sostenibilidad y parece tener todo el sentido que encarguemos esta tarea a una unidad administrativa, Departamento o Ministerio, que gestione los esfuerzos verso la gran transformación global hacia la sostenibilidad.

Aun así, a pesar de las argumentaciones aparentemente incontestables, la creación de un Departamento de Medio ambiente, tal como se está definiendo, es un error. Buena parte de los argumentos ya los expuse en el artículo Una sola voz para gestionar el territorio, pero vale la pena insistir en algún aspecto. Cuando hablamos de la gran transformación global estamos hablando de un reto que incluye en el núcleo del problema y de las soluciones, como aspecto clave, el mundo agroalimentario. Por eso que la gestión de esta gran transformación tiene que realizarse de forma integrada, donde medio ambiente y agricultura formen parte, de tal manera que las decisiones en uno u otro sentido tengan el contrapeso de voluntad y realidad a la vez.

Desde 1991, con diferentes nombres (Territorio, Medio Ambiente...), la gestión medioambiental ha estado mayoritariamente separada de Agricultura. Ahora, parece que simplemente se pretende reforzar esta separación. La sociedad urbana, sobre todo la catalana, ha invisibilizado el hecho alimentario. A pesar de las lecciones que ha ofrecido la pandemia, no se ha asumido bastante la criticidad del abastecimiento alimentario. Más grave todavía, teniendo en cuenta las carencias evidentes de nuestro país en este aspecto, con una muy alta dependencia de los mercados globales.

¿Encontrar al culpable?

La separación entre agricultura y medio ambiente ha propiciado el ideologismo, convirtiendo la etiqueta medioambiental en un axioma desde el cual se puede justificar cualquier actuación. Esta etiqueta incluso ha servido como argumento poderoso a la multitud de movimientos NIMBY (en mi casa no) que proliferan por todas partes contra cualquier actuación en la vía de las soluciones sostenibles (energía eólica, plantas de biogás, plantas de compostaje, regadío, etc).

En nombre de la ecología se están defendiendo posturas insostenibles que nos llevan a la pérdida de recursos esenciales y estratégicos para nuestro futuro sostenible

Ante la complejidad del reto, se buscan respuestas simples y moralitantes y se niega el análisis de los múltiples vectores interdependientes. La respuesta se centra en el esquema causa-efecto y la mejor manera de resolver un problema bajo este esquema es encontrar a un culpable. Y la sociedad urbana ha encontrado al culpable: la agricultura convencional, la que aporta aproximadamente el 95% de la producción de alimentos.

Se ha deformado totalmente el concepto de sostenible para sustituirlo por valores absolutos, curiosamente insostenibles. Desde la distancia es fácil imaginar paraísos, pero en el mundo real la seguridad alimentaria, el acceso a una nutrición adecuada para todo el mundo, no admite ideologías, sólo requiere soluciones, sostenibles pero soluciones. En nombre de la ecología se están defendiendo posturas insostenibles que nos llevan a la pérdida de recursos esenciales y estratégicos por nuestro futuro sostenible.

(In)sostenible

No es sostenible la intocabilidad de los espacios naturales sin una gestión productiva que los defienda. No se puede criminalizar per se al regadío cuando es claramente una herramienta contra el cambio climático. No se puede equiparar intensivo a insostenible, cuando la propia FAO habla de intensificación sostenible como lema de futuro. Ni se puede mantener un recelo excesivo en relación a las alternativas tecnológicamente avanzadas para la producción bioeconómica. La actuación desde esta mirada miope está haciendo perder capacidades que nos son imprescindibles para tener éxito ante este gran reto medioambiental. Las consecuencias son la mayor dependencia alimentaria en un momento en que los alimentos estarán en la frontera de la crisis climática. Las tensiones internacionales en vacunas, EPIs, respiraderos y mascarillas de esta pandemia nos tendrían que hacer reflexionar.

Hablar de biodiversidad, de naturaleza, de paisaje, es confortable. Pero la realidad es más compleja. Hace falta, pues, salir de la zona de confort

Recientemente hablaba con una profesional vinculada a la defensa de la biodiversidad y en un momento me expresó - en positivo- que aquella conversación la hacía salir de la zona de confort. Hablar de biodiversidad, de naturaleza, de paisaje, es confortable. Pero la realidad es más compleja. Hace falta, pues, salir de la zona de confort. La raza humana es naturaleza y vive del uso de la naturaleza. Hasta ahora habíamos hecho un uso depredador sin mirar el día siguiente.

La naturaleza, sin embargo, nos ha advertido de una forma tan clara que nos hemos visto obligados a abrir los ojos. Por lo tanto, no podemos rehuir la complejidad, de forma que tenemos que poner en la misma ecuación los alimentos, las energías renovables y la biodiversidad. Los tres ámbitos son la línea del frente contra el cambio climático. Pero la criticidad del hecho alimentario es tal que sería irresponsable tomar decisiones sobre el medio ambiente sin el condicionante o la responsabilidad de alimentar a la población.

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