Una sola voz para gestionar el territorio

Leyes contradictorias, propuestas esteticistas y derroche de recursos e infraestructuras

Alcaldes y propietarios contrarios a la Agencia de la Natura de Cataluña. | ACN Alcaldes y propietarios contrarios a la Agencia de la Natura de Cataluña. | ACN

La posible aprobación de la Llei de l'Agència de la Natura en el Parlament de Catalunya ha levantado un alud de posiciones en contra de entidades sectoriales y de ámbito territorial. El conseller Damià Calvet, en declaraciones recientes, afirmaba que la génesis del malestar eran los precios de los productos agrarios, malestar que habría buscado una válvula para expresarse contra la nueva Llei de l'Agència de la Natura. Pero no parece acertado reducir el tema a un problema sectorial fuera de contexto. Desde otro ángulo un titular de diario afirmaba: "La Agència de la Natura hace estallar el territorio contra el centralismo barcelonés." En mi opinión es un titular desenfocado o, cuanto menos, insuficiente. Estamos ante un problema en la organización (en la mala organización) de la gestión del territorio desde la Generalitat de Catalunya.

La ley de la Agència de la Natura es una muestra, una muestra más, de la costumbre de hacer lo contrario de lo que haría falta, que no es otra cosa que gestionar de manera consensuada el territorio. Medio ambiente (territorio) y Agricultura tenían que tener una sola voz y esta ley, como ya va siendo habitual desde hace muchos años, hace lo contrario. Esta manera de actuar crea serias disfunciones, entre otras: leyes contradictorias, desconcierto para quien tiene que cumplirlas y derroche de recursos y de infraestructuras.

"La llei de la Agència de la Natura es una muestra, una muestra más, de la costumbre de hacer lo contrario de lo que haría falta, que no es otra cosa que gestionar de manera consensuada el territorio"

El mundo se nos está quedando pequeño. Por un lado hay más presión sobre los recursos: más población (casi 10.000 millones de habitantes en 2050) y más desarrollo, con un consumo más exigente. Por otro lado, prácticas inadecuadas han comportado daños medioambientales severos (contaminación de suelos, pérdida de biodiversidad, etc.) y, como resultado de las alegrías en el consumo de combustibles fósiles, el cambio climático pone en serias dificultades el futuro. Las cifras son alarmantes. No es fácil resolver la ecuación de atender unas necesidades crecientes con recursos menguantes. No es un tema teórico, detrás de estas tensiones hay el sufrimiento social, el hambre, la guerra, las migraciones y la emergencia de movimientos políticos xenófobos en el mundo y, también, en nuestra casa.

Los caminos de la sensatez nos hablan de la necesidad de compartir los recursos, priorizando, especializando y poniendo límites a opciones inadecuadas. Esto exige ​​también una apuesta por la solidaridad, la cooperación, la flexibilidad y la tolerancia. Pero, a finales de la ecuación hay que cuadrar los números: se tiene que alimentar toda la población, se tienen que producir diferentes productos que conforman nuestro bienestar, desde ropa, viviendas o smartphones, necesitamos medios de transporte y vías para utilizarlos, hay que luchar contra el cambio climático, hay que defender nuestros paisajes, tenemos que impulsar las energías renovables destinando espacios a instalaciones fotovoltaicas o molinos de viento, es esencial que conservemos la biodiversidad de la naturaleza, que es nuestra principal biblioteca de oportunidades y, en general, hay que defender el medio ambiente. Es decir, estamos ante un problema complejo que solamente puede resolverse con respuestas complejas. Las soluciones óptimas, las mejores decisiones, siempre dejarán un regusto insuficiente, en cuanto que serán resultado de consensos razonables en el si de una escalera flexible de prioridades.

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Aun así, la Generalitat de Catalunya ha organizado de manera separada la defensa del medio ambiente y la gestión productiva de los activos biológicos del territorio. Así no hacen falta los consensos. Se ha dotado los servicios de medio ambiente de una poderosa capacidad de decisión desvinculada del "inconveniente" de atender las necesidades de la producción bioeconómica y se lo ha dotado así de una capacidad de bloqueo no consensuado frente a iniciativas en el ámbito de la producción. La Llei de l'Agència de la Natura es un nuevo ejemplo. A diferencia de Catalunya, el Gobierno español hasta ahora había agrupado los dos ámbitos de agroalimentación y medio ambiente, pero el nuevo gobierno de coalición PSOE-Podemos ha separado nuevamente los dos ámbitos, lo que probablemente será uno de los focos de tensión en esta coalición.

La gravedad cierta de los impactos medioambientales ha generado respuestas a la defensiva. Respuestas a veces muy simplistas, articuladas con unos pocos eslóganes y a veces con exageraciones interesadas que o bien tratan de reinventar el pasado o bien establecen algunos objetivos que resultan "incuestionables" pero difíciles de compatibilizar con otras necesidades igualmente importantes. Se trata a veces de propuestas esteticistas, utópicas y, como tales, insostenibles. Pero este tipo de formulaciones están teniendo una creciente influencia en la cultura urbana y han encontrado en el espacio de la gestión del medio ambiente una potente forma de expresarse. Desde la distancia es fácil imaginar paraísos. Y a la vez es sencillo identificar los culpables. Así en la agricultura y los agricultores, desde esta mirada idealizada, se les ha tratado como culpables y se les ha señalado como objetivo de desprecio social. Se ha preferido la confrontación entre buenos y malos en vez de buscar soluciones. Al contrario se ha alimentado la falta de respeto con una serie de tópicos, fake news e incoherencias.

"Las elecciones no se ganan prometiendo realidades complicadas y en Catalunya el relato del paraíso no tan sólo ha encontrado acogida sino que se ha dotado de un espacio de poder, financieramente muy dotado"

Este simplismo puede resultar una hipocresía cuando se dispone de la nevera llena sin necesidad de preguntarse cómo han llegado allí los alimentos. De hecho, en un entorno político y culturalmente inmaduro, los paraísos son de mejor vender. Las elecciones no se ganan prometiendo realidades complicadas y en Catalunya el relato del paraíso no tan sólo ha encontrado acogida sino que se ha dotado de un espacio de poder, financieramente muy dotado. Desde este espacio se pueden defender las propuestas sin contraste con la realidad, sin tener que consensuar con los reales gestores del territorio que nos alimentan y sostienen nuestro bienestar.

No es sencillo producir alimentos suficientes y asequibles para todo el mundo. Pero hay un camino presente de avance hacia formas más sostenibles con la ayuda de la tecnología y la agroecología, es un camino complejo y que requiere tiempo para transitarlo. Es un camino liderado por la Unión Europea y que nuestros agricultores siguen escrupulosamente. Hay que apoyar desde los diferentes ámbitos sectoriales y culturales. Por el bien del país, para el impulso de una economía sostenible, por la defensa del medio ambiente y por la dignidad de quienes garantizan nuestra alimentación hace falta una sola voz en el Govern de la Generalitat de Catalunya entre medio ambiente y agricultura.

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