Calçotades, sartenes, morcillas, escudilla o escalivada son sólo algunos de las comidas que los clientes del restaurante Migas pueden degustar en el centro neurálgico de Sanlitun, la principal zona de ocio de Pekín. Hace cuatro años, fruto de un viaje para visitar un amigo, el cocinero Eduard Gutiérrez se quedó con la idea que la cocina catalana tenía una salida de mercado en la China. Con la experiencia de haber trabajado en el mundo de la noche en Ibiza y haber tocado los fogones en restaurantes de Barcelona y Londres, Gutiérrez se decidió a emprender y con la ayuda de un inversor abrió el Migas.
Seducir el paladar chino
La inversión inicial del proyecto fue de cuatro millones de iuans (medio millón de euros aproximadamente), y además de un restaurante de cocina mediterránea también montó un bar de copas. "El 70% de nuestros clientes son chinos pero también venden muchos extranjeros que conocen las virtudes de la dieta mediterránea", asegura el cocinero. Con unos precios elevados por un bolsillo chino pero sin ser excesivos en una ciudad donde cada vez hay más gente con dinero, el Migas se ha ido creando una reputación que ha sido recompensada. La revista Time Out Beijing lo nombró el segundo mejor restaurante de la ciudad y le otorgó el premio al mejor chef del año.
Con todos estos éxitos bajo el brazo, Eduard Gutiérrez pensó que había que ir más allá y amplió el local. "Con una inversión de tres millones de iuans más hemos construido un cóctel bar y un laboratorio gastronómico donde queremos experimentar, hacer intercambios culinarios con otras culturas y, si podemos, enseñar el concepto de cocina mediterránea", explica el responsable del negocio.
Negocio diverso
Una de las primeras decisiones que ha tomado el Migas para dar salida al laboratorio es hacer un convenio con el ex chef del restaurante barcelonés Vía Venetto, Carles Tejedor, para investigar sobre el aceite. "Es muy importante el que está haciendo el Migas en Pekín con el Oil Lab porque no sólo se produce un intercambio de experiencias sino que se ayuda a la difusión del aceite de oliva en un mercado donde este producto todavía tiene mucho camino para recorrer", mantiene Tejedor. Además de cocinar, la marca Migas también realiza servicios de consultoría gastronómica a restaurante de fuera de la China. De momento, además de la portuaria Hong Kong, también han trabajado con clientes de Singapur y Camboya.
Huyendo de los tópicos
Al Migas no suena música española ni se pueden encontrar imágenes de toros o guitarras. Tampoco ninguna señera ni castellers o sardanas. A pesar de que en ningún momento esconden que cocinan gastronomía catalana, el restaurante se centra en el concepto mediterráneo mezclado con un ambiente más casual que refinado. Más diseño y menos lujo. Si no fuera así no se entendería que el menú de mediodía valga el equivalente a 10 euros.
Según Gutiérrez, el formato ha cuajado muy bien tanto por la parte gastronómica como la de ocio y es por eso que durante el 2014, como mínimo, abrirá otro Migas en tierras orientales. "Estamos trabajando y estudiando localizaciones a Chengdu y en Taipeh y estamos seguros que como mínimo en uno de estos dos lugares estaremos en condiciones de abrir un nuevo establecimiento con la misma marca el año que viene". Y es que, por Gutiérrez, está claro que la gastronomía, uno de los pocos sectores que no va a la baja, es una oportunidad no sólo para hacer dinero sino para mostrar al mundo cultura y tradición.
Seducir el paladar chino
La inversión inicial del proyecto fue de cuatro millones de iuans (medio millón de euros aproximadamente), y además de un restaurante de cocina mediterránea también montó un bar de copas. "El 70% de nuestros clientes son chinos pero también venden muchos extranjeros que conocen las virtudes de la dieta mediterránea", asegura el cocinero. Con unos precios elevados por un bolsillo chino pero sin ser excesivos en una ciudad donde cada vez hay más gente con dinero, el Migas se ha ido creando una reputación que ha sido recompensada. La revista Time Out Beijing lo nombró el segundo mejor restaurante de la ciudad y le otorgó el premio al mejor chef del año.
Con todos estos éxitos bajo el brazo, Eduard Gutiérrez pensó que había que ir más allá y amplió el local. "Con una inversión de tres millones de iuans más hemos construido un cóctel bar y un laboratorio gastronómico donde queremos experimentar, hacer intercambios culinarios con otras culturas y, si podemos, enseñar el concepto de cocina mediterránea", explica el responsable del negocio.
Negocio diverso
Una de las primeras decisiones que ha tomado el Migas para dar salida al laboratorio es hacer un convenio con el ex chef del restaurante barcelonés Vía Venetto, Carles Tejedor, para investigar sobre el aceite. "Es muy importante el que está haciendo el Migas en Pekín con el Oil Lab porque no sólo se produce un intercambio de experiencias sino que se ayuda a la difusión del aceite de oliva en un mercado donde este producto todavía tiene mucho camino para recorrer", mantiene Tejedor. Además de cocinar, la marca Migas también realiza servicios de consultoría gastronómica a restaurante de fuera de la China. De momento, además de la portuaria Hong Kong, también han trabajado con clientes de Singapur y Camboya.
Huyendo de los tópicos
Al Migas no suena música española ni se pueden encontrar imágenes de toros o guitarras. Tampoco ninguna señera ni castellers o sardanas. A pesar de que en ningún momento esconden que cocinan gastronomía catalana, el restaurante se centra en el concepto mediterráneo mezclado con un ambiente más casual que refinado. Más diseño y menos lujo. Si no fuera así no se entendería que el menú de mediodía valga el equivalente a 10 euros.
Según Gutiérrez, el formato ha cuajado muy bien tanto por la parte gastronómica como la de ocio y es por eso que durante el 2014, como mínimo, abrirá otro Migas en tierras orientales. "Estamos trabajando y estudiando localizaciones a Chengdu y en Taipeh y estamos seguros que como mínimo en uno de estos dos lugares estaremos en condiciones de abrir un nuevo establecimiento con la misma marca el año que viene". Y es que, por Gutiérrez, está claro que la gastronomía, uno de los pocos sectores que no va a la baja, es una oportunidad no sólo para hacer dinero sino para mostrar al mundo cultura y tradición.
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